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¿Por qué se llaman estancos los estancos?

Por qué se llaman así y cómo han evolucionado los estancos.

04 de febrero de 2024. Estandarte.com

Qué: ¿Por qué se llaman estancos donde se vende tabaco?

El origen de la palabra estancoCajetillas, puros, picadura, papel, sellos, timbres, ese era el mundo de los estancos, unos establecimientos con unas reglas marcadas por ley y seleccionados según criterios preestablecidos.

Hace tiempo, es cierto, que el estanco ha dejado de ser un lugar «vital» para el fumador, para convertirse en un espacio más amplio en el que, sin olvidar los sellos, caben –junto al tabaco y sus accesorios–, todo tipo de elementos de papelería, recuerdos, postales, regalos, caramelos… Cosas que nada tienen que ver con su historia y con el significado de su nombre.

La palabra estanco viene del latín extancare, que quiere decir cerrar el paso, voz a la que la RAE aplica a varias acciones entre las que encontramos incomunicar compartimentos contiguos; evitar que un embarcación haga aguas; o, como describe en los puntos que ahora interesan, al «embargo o prohibición del curso y venta de algunas cosas, o asiento que se hace para reservar exclusivamente las ventas de mercancías o géneros, fijando los precios a que se hayan de vender» y  «sitio o tienda donde se venden géneros estancados, y especialmente sellos, tabaco y cerillas».

Ligado a lo largo de su historia al monopolio, el estanco como punto de venta exclusivo de algunos productos, se remonta al siglo XIV y no se refiere al tabaco, sino a un bien tan preciado como la sal, establecido en el reino de Aragón, donde se regulaba su venta y prohibía su exportación.

El «estancamiento» del tabaco se establece el año 1634 a iniciativa de la Corona de Castilla, que establece su venta y la convierte en una importante fuente de ingresos para la Corona en aquellos tiempos y para el Estado en años sucesivos. Precios fijos y autorización marcaron sus pautas legislativas.

Hasta ese momento, el tabaco –que había llegado a España en 1542 desde Cuba y Santo Domingo– estaba asentado en Sevilla, puerto de entrada, donde se habían creado fábricas destinadas en exclusiva a su elaboración, sin una normativa precisa en cuanto a su expansión comercial.

La novela de Merimée, inspiradora de la ópera Carmen compuesta por Bizet, y la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, un monumento histórico, hoy sede de la Universidad hispalense, son elementos artísticos que recuerdan esa interesante y productiva andadura tabaquera.

Durante años y años la venta de este producto solo se permitía en las expendedurías o estancos, lo que daba, también, paso a irregularidades como el contrabando o la venta ilegal, pero ese monopolio terminó y en la actualidad se puede comprar, con recargo, en quioscos y establecimientos de venta de prensa, en tiendas ubicadas en gasolineras, bares, restaurantes, hoteles, hostales, en estos sobre todo a través de máquinas expendedoras.

En cuanto a los estancos, la legislación vigente dictamina sobre las concesiones –hoy a subasta al mejor precio; antes, herencia familiar–, importación, medidas fiscales, medidas sanitarias, publicidad, venta, o suministro. La capacidad para vender otros productos es un alivio económico, ahora que el tabaco está a la baja.

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