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¿Qué es una onomatopeya?

Ruidos y sensaciones hechos palabras. Te ayudamos con ejemplos.

18 de febrero de 2024. Estandarte.com

Qué: Definición y ejemplos de onomatopeya

Onomatopeya: definición y ejemplosDirecta, ágil, descriptiva, rápida. Así es la onomatopeya, un recurso literario de sonoro nombre que vive de trasladar sonidos y sensaciones a palabras. 

La Real Academia Española de la Lengua (RAE) ofrece dos definiciones: la primera habla de la formación de una palabra por imitación del sonido de aquello que designa. De ahí vienen, por ejemplo, términos como el quiquiriquí, del canto del gallo. Mientras que en la segunda la describe como “palabra cuya forma fónica imita el sonido de aquello que designa”. Se refiere al tictac del reloj, el runrún de un sonido continuo o el zas de una acción rápida.

Con una enorme fuerza plástica, la onomatopeya añade expresividad a la narración y es capaz de plasmar en un instante todo un cúmulo de figuras, sensaciones y situaciones. Al leer o escuchar crash sabemos que algo que se rompe; sh reclama o describe silencio; plas suena a bofetada y brrr a frío, y un bua nos sumerge en el llanto.  Y así, podríamos seguir en una lista siempre abierta a nuevas variaciones, matices y aportaciones propias o ajenas.

Bien utilizadas, las onomatopeyas hacen que descripciones, narraciones, poesías o canciones ganen relieve e intensidad: que sientas más miedo si es de eso de lo que se trata, te sorprendas más o desees huir. ¿Por ejemplo?: Benito Pérez Galdos en Trafalgar: “No había acabado de decirlo, cuando, ¡Pataplás!... sentimos el musiqueo de toda una andanada que nos soplaron por el costado”; Juan José Millás en Lo que sé de los hombrecillos: “Con el corazón en la garganta, nos detuvimos en la esquina y esperamos la llegada del dueño de aquel taconeo rítimico. Toc, tac, toc, tac, toca, tac, toc, tac…, cada pie sonaba diferente, como si las suelas de los zapatos de uno y otro fueran distintas”, o Gloria Fuertes y su La pata mete la pata: “La pata desplumada, /cua, cua, cua,/ como es patosa, /cua, cua, cua,/ ha metido la pata, /cua, cua, cua, /en una poza.”.

En el cómic nuestra protagonista, la onomatopeya, juega un gran papel: contribuye a redondear aquellas historias con poco espacio para descripciones, que piden diálogos cortos y efectivos. 

Es el de la onomatopeya un lenguaje directo –¿quién no asocia un bum con una explosión?–, pero no llega a ser universal porque está íntimamente ligado al idioma de cada país. ¿Un ejemplo? En castellano reconocemos al gallo por el sonido quiquiriquí, mientras que en francés es cocorico y en inglés cock-o-doodle-doo.

Cuando forman parte de un relato, las onomatopeyas no necesitan diferenciarse ni con cursivas ni con comillas (a no ser, claro, que formen parte de una cita). En muchas ocasiones se valen de signos de exclamación o de interrogación para dar mayor fuerza a la idea. Fuerza y expresividad que también reciben cuando se repite una de las letras (zuuuuum) y cuando se acude al uso de las mayúsculas. Como signos de separación valen los guiones (clo-clo-clo), las comas (ding, dong), o los puntos suspensivos (ja… ja… ja…), estos últimos funcionan muy bien cuando se quiera ralentizar la acción.

Si de la onomatopeya se hace un sustantivo, este tendrá que cumplir con las reglas de ortografía y admitir la tilde si, por ejemplo, tiene más de una sílaba, es aguda y termina en vocal: el gluglú del agua, por ejemplo. 

 

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