Pasión por leer. Pasión por escribir.

Portada > Noticias > El español, nuestro idioma > Qué es un neologismo, origen y formación

Qué es un neologismo, origen y formación

Nuevas palabras que impulsan la lengua.

16 de marzo de 2024. Estandarte.com

Qué: Los neologismos, origen y formación

Los neologismos: definición, origen y formaciónEl término neologismo viene del griego y significa vocablo, acepción o giro nuevo en una lengua. Puede surgir como consecuencia de la aparición de un objeto, actividad, sentimiento… que antes no existía y necesita ser nombrado o por la evolución de la lengua –de la mano de la de la sociedad– que descarta un término y lo sustituye por otro.

Los neologismos se forman a través de diversas fórmulas que a veces se suman y entremezclan. La acuñación de palabras a partir de la nada existe y suele estar relacionada con contextos comerciales, pero es más común que el neologismo aproveche material lingüístico existente, ya sea en su propia lengua o en la de un país extranjero. En el primer caso las posibilidades son muchas: por composición, cuando se unen dos palabras para formar una nueva (altoandino); por derivación con la adición de prefijos (anti-Brexit) o sufijos (compostable); por abreviación o acortamiento (trans); por acronimia o combinación de segmentos de palabras que pasan a formar una unidad léxica (masculinazi); por siglación, cuando las letras de unas siglas se han transformado en palabras (ampa); por conversión: cambio de categoría gramatical, por ejemplo de sustantivo a verbo (agendar); por lexicalización, es decir, cuando el neologismo se basa en la fijación de una forma flexiva (gerundio, participio…) como nombre (topicazo); sintagmación: ocurre cuando una estructura sintáctica adquiere un nuevo significado y se convierte así en una unidad léxica nueva (brecha digital); por variación o variante ortográfica de una palabra que ya forma parte de la lengua (akelarre, por aquelarre, o biodiesel por biodiésel); neologismo semántico: modificación del significado de una palabra ya existente (deconstruir en el contexto gastronómico), y sintáctico cuando se produce un cambio en las características gramaticales de una palabra como crear una forma femenina o un plural que no existían o modificar la naturaleza de un verbo (por ejemplo, hipopótama, calores o ajuiciarse como verbo pronominal derivado del transitivo ajuiciar).

Todos estos ejemplos están sacados del banco de neologismos del Centro Virtual Cervantes que, a su vez, se nutre de los trabajos del Observatori de Neologia (OBNEO) de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, de Antenas Neológicas (una red de universidades latinoamericanas de Argentina, Chile, Colombia, Cuba, México, Perú y Uruguay) y del proyecto NEOROC, en el que participan las universidades de Alicante, Cádiz, Málaga, Murcia, País Vasco, Salamanca y Valencia. En el punto de mira de todos ellos se encuentra el lenguaje utilizado en los medios de comunicación.

La otra gran fuente hay que buscarla más allá de nuestras fronteras: en otros idiomas. El intercambio entre lenguas ha existido siempre, lo que ha ido cambiando es la identidad del exportador más fuerte. Durante nuestros Siglos de Oro, el castellano fue el gran prestamista; en la actualidad este título le corresponde al inglés, sobre todo el procedente de Estados Unidos, y más que nada en temas relacionados con la tecnología –aunque no solo–. El extranjerismo crudo es el “no adaptado”, es decir el que conserva su morfología, pronunciación y ortografía. Tenemos sitcom, afterwork o community-manager. Cuando la palabra extranjera se adecúa a las reglas del castellano nos encontramos ante una adaptación, aclimatación o integración. Un ejemplo: muesli, que es la castellanización de müsli, la forma alemana de nombrar esta mezcla de copos de cereales, fruta deshidratada y frutos secos. El calco es la traducción literal, así nuestro jardín de infancia viene del kindergarten alemán y el disco duro del inglés hard disk.     

Los nuevos términos se van colando en nuestra habla, a veces para pasar de largo como una moda efímera y otras para quedarse, lo cual no significa que encuentren un hueco rápido en el diccionario. “Solo –como indica la RAE (Real Academia Española– cuando un neologismo se considera asentado y difundido entre los hablantes, se plantea su inclusión en los diccionarios”. Registrado o no, al neologismo le suele rondar la polémica. El uso de algunos de ellos se ven como naturales y necesarios, especialmente los que nombran avances o innovaciones científicas o tecnológicas (un ejemplo claro es baipás, del inglés bypass); otros, sin embargo, parecen forzados, innecesarios y poco respetuosos con la riqueza de nuestra lengua. Con mucha ironía, Julio Llamazares puso el dedo en la llaga en un artículo publicado en El País en 1993 titulado Modernos y elegantes, del que reproducimos un brevísimo extracto: “No es que seamos modernos; es que estamos ya a años luz de los mismísimos americanos. En la oficina, por ejemplo, el jefe ya no es el jefe; es el boss, y está siempre reunido con la public-relations y el asesor de imagen va a hacer business a Holland junto con su secretaria”. 

Comentarios en estandarte- 0