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Ha muerto Manuel Fernández Cuesta

Un referente para los lectores de ensayo en español.

11 de julio de 2013. Emilio Ruiz Mateo

Qué: Ha muerto el editor Manuel Fernández Cuesta

Ayer se nos murió un editor español que a nadie debería pasar inadvertido, aunque lamentablemente ocurra, dado el carácter comprometido y minoritario de su trabajo editorial: Manuel Fernández Cuesta, que hasta hace pocos días era responsable del área castellana de Grup62 (formado por los sellos Península, El Aleph, Luciérnaga y Salsa Books). La gran mayoría de los lectores le conocía como director de Península, uno de los últimos reductos del ensayo que tenemos en España. Según han informado fuentes cercanas al editor, ha fallecido de infarto al corazón en su domicilio madrileño.

Manuel representaba para muchos la resistencia del pensamiento, asfixiado por las leyes del mercado editorial, que cada vez se asemeja más a un mercado sin adjetivos. A él debemos agradecerle descubrimientos como el de Christian Salmon y su Storytelling (o cómo nos engaña y adormece la política a golpe de historias), Pascual Serrano (del que hace tres meses te comentamos La comunicación jibarizada) y su Desinformación, los curiosos análisis de nuestra sociedad española actual a través de figuras públicas de Miguel Roig (Belén Esteban y la fábrica de porcelana, Las dudas de Hamlet. Letizia Ortiz y la transformación de la monarquía española) y muchos otros.

Pero no sólo de no ficción vive el hombre. Fernández Cuesta se empeñó y consiguió que muchos lectores cayeran rendidos a los encantos narrativos de Bernard Malamud, Agota Kristof o los clásicos argentinos Juan José Saer y Antonio di Benedetto (en su dirección del sello El Aleph).

La pasión por el pensamiento crítico de Manuel Fernández Cuesta se contagiaba a sus trabajos periodísticos, ya fuese en rebelión.org, El País, Mundo Obrero, El Mundo o eldiario.es.

Miguel Aguilar, que comparte con Fernández Cuesta trabajo y pasión (es editor de Debate, otro reducto de la edición de ensayo en España), ha querido despedir a Manuel en un artículo publicado en El País, haciendo su particular recuento de libros: “Dicen que la mejor biografía de un editor es su catálogo. Quizás en la era de la concentración y los grandes grupos sea más difícil sostenerlo, pero creo que recordar algunos de los últimos títulos con los que trabajó Manuel, a modo de golpes de cincel que acaben perfilando el contorno de su personalidad, de sus preocupaciones e intereses, sería un inmejorable epitafio: su interés por la comunicación y sus manipulaciones está en La ceremonia caníbal, de Christian Salmon; su voraz cinefilia en El banquete de los genios, de Manuel Hidalgo, sobre el homenaje a Buñuel en Hollywood; su pasión por la música en Satie, la subversión de la fantasía, de Alfonso Valle; su visión crítica de la historia en Las claves de la Transición, de Alfredo Grimaldos; su mitomanía y simpatía por los derrotados en El imperio comanche, de Pekka Himanen; su internacionalismo y esa relación de amor y odio con el periodismo en el extraordinario Hello everybody, de Joris Luyendijk; su compromiso político en la biografía de Trotsky de Joshua Rubenstein. A través de esos libros, su recuerdo seguirá con nosotros”.

Quedan los libros, Manuel.

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