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La editorial Media Vaca cumple 20 años

Y dos libros para celebrar la edición ilustrada, valiente y hecha con mimo.

15 de marzo de 2019. Estandarte.com

Qué: Veinte años de Media Vaca Editorial: Media Vaca Año: 2018

La editorial Media Vaca ha cumplido veinte años y como clausura de un curso plagado de actividades en torno a su aniversario ha editado dos maravillosos libros: Museo Media Vaca y Panfletos, sermoncillos y brindis al sol. Media Vaca, 1998-2018.

Este último puede leerse como una curiosa autobiografía de la editorial, firmada por uno de sus fundadores Vicente Ferrer Azcoiti (con él en esta aventura –y en muchas otras– está Begoña Lobo Abascal). Ferrer ha ido recogiendo para este libro textos leídos en conferencias o entregas de premios o ya publicados en algunos libros de Media Vaca, en su página web, en catálogos de exposiciones…; ha volcado la correspondencia electrónica que mantuvo con un ilustrador en el trascurso de un proyecto o algunas entrevistas en las que responde a cuestiones sobre su labor de editor. El conjunto es un tesoro (o, mejor, un mapa del tesoro como en algún lugar Ferrer define al libro en general) con un ritmo espléndido, pero, lo más importante, interesantísimo no solo para adentrarse en el día a día y las inquietudes que mantienen a esta pequeña editorial valenciana, sino para reflexionar sobre el mundo del libro en general, sobre el valor de leer y sobre la bondad de editar con rigor, valentía, mimo y sin prisas.

Dedicada a “inventar libros muy ilustrados dirigidos a lectores de todas las edades” –como declara en su página web (que merece colocarse entre los favoritos de nuestra biblioteca digital)–, Media Vaca publica una media de tres títulos al año, algunos para niños, otros no, ¿o sí? Como Vicente Ferrer escribe en las Siete razones para hacer libros para niños: “El libro no conoce edades: no es sino de quien lo disfruta, de quien lo hace suyo”. Pero lo es cierto que en su catálogo una de las colecciones se llama Libros para niños, esperemos que el título no lleve a engaño y que las ilustraciones (todavía hay quien piensa que son territorio exclusivo de la literatura infantil) no ahuyenten a los adultos. Sería una pena perderse, por ejemplo, joyas como Alfabeto de literatura infantil, escrito por Bernardo Atxaga e ilustrado por Alejandra Hidalgo.  

De Alejandra Hidalgo precisamente es la portada del libro y el manipulado para esta edición de las ilustraciones del Alfabeto Media Vaca que acompaña a todas esas reflexiones y anécdotas que componen Panfletos, Sermones…  De la A a la Z (saltándose la X, “que ya estaba tachada” –humor tampoco falta en el libro–), este particular abecedario insiste en acercarnos a cómo es Media Vaca apuntando, con pequeñas pildoritas, cuestiones como la importancia que le da a las Guardas de los libros, la Lentitud que imprime a sus libros (“Los libros lentos se hacen más despacio y aspiran a vivir más tiempo […]”)  o su relación con algunos autores, como Yagyu.

Entre todas las reflexiones hay una que Ferrer que entronca muy bien con el otro libro de aniversario: “¿Cómo se explica que en la época en que se dispone de la tecnología más avanzada todos los productos [editoriales] sean parecidos? Se podría corregir el desconocimiento divulgando la historia del arte y la historia del libro entre estudiantes y lectores, los compradores se volverían más exigentes y escogerían mejores libros si supieran que se pueden hacer de otra manera. De igual forma, los ilustradores no mirarían a modelos de ayer mismo […]; y descubrirían que también hay mucho que aprender de Kubin, Goya o el Bosco”. Una invitación de este tipo es la que ha dado pie a Museo Media Vaca. El libro es el resultado de un proyecto en el que 31 ilustradores han reinterpretado la obra de arte que cada uno de ellos ha escogido; solo se les pidió que preferiblemente se centrasen en dibujos, pinturas o grabados y que, en su versión, respetasen un formato concreto y trabajasen con dos tintas. Esa libertad explica que entre las referencias haya obras futuristas, impresionistas o medievales; sin fronteras que pongan límites de tiempo, estilo o geográficas. Las obras se expusieron en Las Naves de Valencia y los comentarios que sobre ellas hizo un grupo de entre 6 y 12 años de un taller infantil –con Ferrer como monitor en esta actividad– son los textos que en el libro acompañan a las ilustraciones. Como cierre, un texto explicando el proyecto y las referencias de las obras originales, entre las que se encuentra la que ha dado lugar a la portada: un cartel de Alexei F. Pakhomov de 1929 que ha reinterpretado el fotógrafo Santiago Martí. Otros nombres propios son el de Alejandra Sternin que se fijó en una obra de Picasso de 1905 o Cristina Barcala, que ha recuperado una de 1923 de Marga Gil Roësset.

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