Cuando la palabra se hizo imagen

13 de junio de 2018. Estandarte.com

En el marco del Festival internacional de fotografía y artes visuales –o, lo que es lo mismo, PHotoEspaña 2018– la Biblioteca Nacional acoge dos exposiciones que celebran las felices uniones entre palabra e imagen, entre texto y fotografía. La primera se titula La cámara de hacer poemas y explora los vínculos entre poesía y fotografía. Comisariada por Horacio Fernández y Juan Bonilla, se fija en el hecho de que, con cierta frecuencia, se dice que un poema es fotogénico, y no es raro que se advierta sobre el aliento poético de una instantánea. ¿Cuáles son las relaciones entre estos dos géneros? ¿Pueden confundir tanto sus fronteras como para unirse y dar lugar a un formato distinto? Los fotolibros están compuestos por imágenes, que se ven, obviamente, pero también se leen. Al ordenar su secuencia, la experiencia narrativa es similar a la de ver una película o leer un relato. De la misma manera  que en un poema forma y contenido son dos caras de la misma moneda, las fotos no son solo imágenes, sino imágenes que cuentan, que tienen significado más allá de lo que muestran.

La cámara de hacer poemas busca mostrar, a través de una amplia selección de libros de poesía ilustrados fotográficamente (y viceversa), cómo han ido aliándose poetas y fotógrafos a lo largo del siglo XX hasta la actualidad. Y antes. Ya en 1861, con Las flores del mal, Baudelaire disfraza al poeta de fotógrafo para captar, mediante un ojo-cámara, los lugares y escenas de sus paseos. A partir de ese ejemplo, muchos han sido los poetas que han buscado la complicidad de fotógrafos para ilustrar sus libros y al revés. Lorca quiso que su Poeta en Nueva York fuera acompañado de fotografías. No lo vio. Su deseo solo se cumplió en 1966, en uno de los tomos de la colección Palabra e imagen de Lumen, una de las cumbres de los fotolibros literarios que, diseñado por Óscar Tusquets,  incorporaba las imágenes de Oriol Maspons y Julio Ubiña.

En otros casos, como en Fotografías de Manuel Álvarez Bravo, los versos (una antología de los mejores de la poesía mexicana)  juegan el papel de pies de foto acompañando las imágenes. 

Las posibilidades son casi infinitas y La cámara de hacer poemas presenta alguna de ellas como Alturas de Macchu Picchu (Santiago, 1954) de Pablo Neruda, con fotos de Martín Chambi; Lisboa cidade triste e alegre (Lisboa, 1959), un fotolibro de Costa Martins y Victor Palla que también es una antología poética de la ciudad. Paranoia (Sao Paulo, 1963) del poeta Roberto Piva y el fotógrafo y diseñador Wesley Duke Lee; o Quizá Brigitte Bardot venga a tomar una copa esta noche (Madrid, 1971), una colección de collages y versos de Alfonso López Gradolí.

En la sala de Guillotinas –la anterior exposición se encuentra en la Sala Mínima del Museo de la BNE– se despliegan los mejores libros de fotografía del año. Ese es el título y el contenido de la segunda exposición. Como en ediciones anteriores, PHotoEspaña premia los mejores libros de esta disciplina publicados entre el 1 de marzo de 2017 y el 1 de marzo de 2018. Tras una convocatoria abierta, en la que se han presentado autores y editores con libros de fotografía impresos, un comité experto ha seleccionado casi un centenar de títulos para esta exposición, que reúne los volúmenes más destacados por su concepto, diseño y calidad. De entre ellos, saldrán los ganadores de los premios PHotoESPAÑA al Mejor Libro de Fotografía en cuatro categorías: mejor libro de fotografía nacional, internacional, editorial destacada y mejor libro autoeditado. Ambas exposiciones se pueden visitar hasta el 23 de septiembre.