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William Gibson, el padre del ciberpunk
El escritor que vio el futuro, casi arruina la carrera de Keanu Reeves e inventó el ciberespacio.
30 de septiembre de 2024. Iván de la Torre
Qué: Biografía de William Gibson
William Gibson (17 de marzo de 1948) abandonó la secundaria poco antes de graduarse y, para no hacer el servicio militar en plena guerra de Vietnam, dejó su Estados Unidos natal y se instaló en Canadá, donde vivió más de una década hasta que el nacimiento de su primer hijo lo obligó a tomar una decisión que cambiaría su vida: “En 1977, frente a la paternidad primeriza y una absoluta falta de entusiasmo por algo parecido a una ‘carrera’, me encontré desempolvando el interés que tenía por la ciencia ficción. Al mismo tiempo, se escucharon ruidos extraños desde Nueva York y Londres. Tomé el surgimiento de la música punk como la detonación de algún proyectil de mecha lenta enterrado profundamente en el flanco de la sociedad una década antes, y lo tomé como, de alguna manera, una señal. Y entonces comencé a escribir”.
Como los autores que revolucionaron la ciencia ficción en la década del sesenta encabezados por Michael Moorcock y Harlan Ellison, Gibson quería distanciarse de la corriente general que dominaba el género (hacia la que sentía “una repulsión estética”) y convertirse en “una figura de culto menor, una especie de J. G. Ballard”.
Para conseguir su objetivo, mezcló personajes marginales, barrios bajos, mega corporaciones y alta tecnología en una serie de cuentos donde aparece descripto, por primera vez, el ciberespacio, una realidad simulada por computadora donde sobreviven los extraños personajes de relatos como Quemando cromo (1981) y Johnny Mnemonic (1982), que posteriormente inspiraría la película que casi arruinaría la carrera de un jovencísimo Keanu Reeves.
Bruce Sterling, el otro gran referente del movimiento ciberpunk, explicó lo que había logrado su colega con sus primeras historias: “La aparición de estos relatos mostró un nivel de concentración imaginativa que hizo subir las apuestas por el género en su conjunto. Estos relatos, barrocos, densamente cargados, merecen varias lecturas por su filosa, oscura pasión, y por la intensidad de sus detalles. El triunfo de estas historias radica en la evocación, brillante y autónoma, de un futuro creíble. Es difícil sobreestimar la dificultad de un esfuerzo semejante, esfuerzo que muchos escritores de ciencia ficción han eludido durante años. Tal fracaso intelectual da cuenta de la ominosa proliferación de relatos postapocalípticos, fantasías de espada y brujería, y esos omnipresentes culebrones en los que imperios galácticos degeneran cómodamente en barbarie. Todos esos subgéneros son producto de la urgente necesidad de los escritores de evitar enredarse con un futuro realista”.
Estas historias tuvieron un impacto tan fuerte entre los lectores que le permitieron a Gibson conseguir un contrato para escribir Neuromante, su primera novela, sobre un joven que roba información en un aterrador futuro cercano: «Case tenía veinticuatro años. A los veintidós, había sido vaquero, un cuatrero, uno de los mejores del Ensanche. Había sido entrenado por los mejores, por McCoy Pauley y Bobby Quine, leyendas en el negocio. Operaba en un estado adrenalínico alto y casi permanente, un derivado de juventud y destreza, conectado a una consola de ciberespacio hecha por encargo que proyectaba su incorpórea conciencia en la alucinación consensual que era la matriz. Ladrón, trabajaba para otros: ladrones más adinerados, patrones que proveían el exótico software requerido para atravesar los muros brillantes de los sistemas empresariales, abriendo ventanas hacia los ricos campos de la información».
La aparición de la novela en 1984 consagró definitivamente a Gibson, que ganó los dos premios más importantes del género, el Hugo, otorgado por los lectores, y el Nébula, concedido por los escritores de ciencia ficción, instalando al movimiento ciberpunk como la nueva tendencia dominante de la ciencia ficción.
Gibson publicó cinco novelas más situadas en ese sombrío futuro cercano: Conde Cero (1986) y Mona Lisa acelerada (1988) que, junto a Neuromante, forman la Trilogía del Sprawl; mientras que Luz virtual (1993), Idoru (1996) y Todas las fiestas del mañana (1999) integran la Trilogía del Puente.
Rodrigo Fresán sintetizó muy bien el universo creado por Gibson en esas seis novelas: “La literatura cyberpunk suele transcurrir en un futuro cercano donde los ordenadores marcan el orden de las cosas, la información se almacena artificialmente en el disco duro de nuestros cerebros, y todos le cantamos al cuerpo eléctrico. La realidad virtual es uno de los pilares sobre los que se apoya y suele transcurrir en el tipo de ambiente retrofuturista japonés (otra vez Philip K. Dick) que marcó la estética del film Blade Runner. La tesis básica es que el cerebro humano está ahora on line con el cerebro de las computadoras y a ver qué pasa”.
Por su parte, un entusiasmado Sterling sintetizó el universo ciberpunk creado por su colega como “un futuro que es reconocible y dolorosamente extraído de la condición moderna. El enfoque es multifacético, sofisticado, global. Nace de un nuevo conjunto de puntos de partida: no de la gastada fórmula de robots, naves espaciales y el milagro moderno de la energía atómica sino de la cibernética, la biotecnología y la telaraña de comunicaciones. Sus personajes son una tripulación pirata de perdedores, buscavidas, parias, marginados y lunáticos. Vemos ese futuro desde abajo, tal como se vive, no como una mera y árida especulación. En la obra de Gibson nos encontramos en las calles y los callejones, en un reino de sudorosa, tensa supervivencia, donde lo high tech es un incesante zumbido subliminal, ‘como un perverso experimento de darwinismo social, ideado por un investigador aburrido que mantuviese el dedo permanentemente apretado en el botón de avance rápido’”.
Tras esa serie de triunfos, Gibson abandonó la temática ciberpunk y publicó una nueva trilogía llamada Blue Ant, más cercana al techno-thriller, formada por las novelas Mundo espejo (2003), País de espías (2007) e Historia cero (2010), que sintetizó de la siguiente forma: “Lo que me interesaba era tratar el tema de la moda que escapa al sistema. He aprendido mucho sobre el ello de mi amigo Errolson Hugh, diseñador de la firma Acronym. Ellos nunca han pagado por un anuncio. Siento que el mejor uso de la ciencia ficción hoy en día es la exploración de la realidad en lugar de cualquier intento de predecir hacia dónde vamos... Lo mejor que se puede hacer hoy con la ciencia es explorar el presente”.
Actualmente, Gibson está trabajando en Jackpot, el volumen final de su última trilogía, integrada por The Peripheral (2014) y Agency (2020), que vuelve a retratar un aterrador futuro cercano, descrito por Fresán como “un mañana que oscila entre el poder de cleptócratas todopoderosos y la fabricación y consumo de drogas ilegales, un apocalipsis en cámara lenta: un fenómeno sin causa clara pero multicausal y sin inicio claro ni final inminente”.
Comentarios en estandarte- 2
1 | Luz María Mikanos
01-10-2024 - 01:06:16 h
Super interesante artículo, con análisis de avanzada sobre lo que a veces dice una escritura o imagen y para algunos pasa desapercibido. Gracias De La Torre por este aporte tan magnífico. Y gracias Estandarte por publicar cosas de tanto interés.
2 | Ivan
02-10-2024 - 04:32:47 h
Muchas gracias, querida Luz, tus comentarios siempre son fundamentales para mí!