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María Zambrano: la razón poética

La escritora prolífica y la filósofa que concilia razón y corazón.

06 de febrero de 2024. Estandarte.com

Qué: Biografía de María Zambrano

“Escribir es defender la soledad en la que se está y se escribe para estar libres por siempre. También para lograr descifrar o perseguir la huella dejada por una forma perdida de existencia”. Estas palabras son de María Zambrano, una autora prolífica que escribió sin descanso, ejerció la docencia, impartió conferencias… e hizo de la razón poética el núcleo fundamental de su pensamiento. El escritor Antonio Colinas recuperaba esta cita en una conferencia en la Fundación Juan March de marzo de 1992 en la que reivindicaba la importancia y originalidad de esta filósofa que supo fundir razón y corazón, poesía y pensamiento y también ofrecer un misticismo de las luces y una religiosidad universal.

Galaxia Gutenberg presentó el volumen IV de las Obras Completas de María Zambrano, que recoge en dos tomos los seis últimos libros de los veintitrés que la autora dio a publicar y escritos inéditos relacionados con cada uno de ellos. Esta edición de las Obras completas –inconclusa todavía– está dirigida y coordinada por el filósofo Jesús Moreno Sanz.

María Zambrano nació en Vélez-Málaga el 22 de abril de 1904; pasó en Segovia la mayor parte de su infancia, adolescencia y primera juventud (1910-1926). Solo tenía diez años cuando publicó su primer artículo en la revista de antiguos alumnos del Instituto San Isidro de Madrid; según Moreno Sanz, “en ese breve escrito infantil, producto de lo que ha leído y oído de su padre, está el germen de su ulterior concepción espiritual y trágica de Europa, lo que compendia en esta frase: ‘El ángel de la paz ha abandonado Europa”.

Su padre era docente, impulsó la fundación de la revista Castilla, fue redactor jefe de La tierra de Segovia, amigo de Antonio Machado y contaba con una magnífica biblioteca a disposición de su hija. Muy pronto María Zambrano leyó a Unamuno, Ganivet, Ramiro de Maeztu, San Juan de la Cruz, Platón o Nietzsche. En 1921 comenzó sus estudios oficiales de Filosofía como alumna libre en la Universidad Central de Madrid: los acabará en la capital, donde la familia se traslada en 1926.

Entre sus profesores estarían Ortega y Gasset, J.M. García Morente o Zubirí. Un año más tarde sufrió la primera crisis en su vocación filosófica; la cronología de Galaxia Gutenberg sobre la autora regala un dato curioso: no solo le ayudaron a vencer esa crisis (que, por cierto, no fue la única) lecturas como la Ética de Spinoza o la tercera Enéada de Plotino, sino el empuje y ánimo que le transmitieron las vendedoras del Mercado de San Miguel.

Su primer libro se publicó en 1930: Horizonte de liberalismo, en el que propugna una profunda renovación cultural, social y política, asumiendo una socialización económica. Se movía entonces en cuatro círculos intelectuales: el orteguiano de Revista de Occidente, el más juvenil de Hoja Literaria, el cristiano de Cruz y Raya y el más neutral (según la descripción de Moreno Sanz) de Cuatro Vientos.

Es en 1934 cuando empieza a imponerse la lógica del sentir, ese saber del alma que le llevará a la razón poética. Hacia un saber sobre el alma, publicado en Buenos Aires en 1950, recoge muchos de los artículos publicados en esta época y hasta 1944; en ellos Zambrano reconoce los inicios de su trayectoria como filósofa y el nacimiento de esa razón poética.

En 1936 se casó con Alfonso Rodríguez Aldave; atrás quedaban los amores con su primo Miguel Pizarro –aquel que tantas ventanas literarias le sugirió– y con el alférez Gregorio del Campo, receptor de una larga correspondencia que refleja reflexiones sobre el amor, el sexo, el matrimonio y la ruptura con los prejuicios burgueses; además de su interés por el arte, la filosofía, el teatro, el cine mudo y sus lecturas: Averroes, Schopenhauer, Rubén Darío, Andreiev, Salvador de Madariaga, Martínez Sierra, Shakespeare.

Con su marido –Secretario de la Embajada de la República Española en Santiago de Chile– viaja a Santiago de Chile, donde publica la primera versión de Los intelectuales en el drama de España (ensayos sobre la inteligencia, el fascismo, los intelectuales, los movimientos sociales en España) y a La Habana, donde conocería a su gran amigo el escritor José Lezama Lima. En el 37 vuelven a España, pero por poco tiempo: en 1939 comienza un largo exilio entre México, Cuba, Puerto Rico, París, Roma o Ginebra, siempre con la escritura como compañera, impartiendo clases y conferencias y desde 1946 sin separarse de su hermana Aracelí hasta la muerte de esta en 1972.

En Delirio y destino. Los veinte años de una española, libro autobiográfico escrito en La Habana en los años cincuenta y prácticamente inédito hasta su publicación en España en 1989, uno siente en esa prosa cristalina que aplaude Antonio Colina el dolor del exilio: “Se puede morir aun estando vivo; se muere de muchas maneras; en ciertas enfermedades, en la muerte del prójimo, y más en la muerte de lo que se ama y en la soledad que produce la total incomprensión, la ausencia de posibilidad de comunicarse; cuando a nadie le podemos contar nuestra historia”. En La tumba de Antígona, publicado en París en 1967, el mito se convierte en un símbolo para expresar la experiencia demoledora del exilio.

Regresa a España en 1984, unos años antes habían comenzado los reconocimientos como el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1981 o el Doctorado Honoris Causa, acordado en 1982 e investido en 1987, a los que seguiría el Premio Cervantes en 1988. Se instala en Madrid, mientras en Vélez-Málaga se establece la Fundación que lleva su nombre y que desde 1987 –primero con ella en la presidencia– y hasta la actualidad vela por su legado con diversas actividades culturales: conferencias, seminarios, exposiciones, premios…

De esta época son cinco de los seis libros que recoge Galaxia Gutenberg en el volumen IV, como De la Aurora, que, según glosa en el Centro Virtual Cervantes, “continúa la metodología discursiva tan afín a Zambrano, de manera que se apunta como una recolección de ensayos que son, de nuevo, la manifestación y la afirmación mística de quien sabe que todo lo que se diga sobre la realidad será insuficiente, por cuanto la verdad se muestra tan solo mediante «destellos», y únicamente antes o después del lenguaje”.

Ese lenguaje poético que en Zambrano es mucho más que un género literario. Es hallazgo y búsqueda, ya sea enfocado en la educación, la mística, la memoria y la experiencia como fuentes de saber, los sueños, la subjetividad del hombre moderno, el tiempo, la esencia de España, la historia como tragedia, la multiculturalidad…, o la propia poesía.

La filósofa murió en Madrid el 6 de febrero de 1991. Al día siguiente sus restos fueron trasladados a su pueblo natal.

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