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¡Hasta siempre, Quino!

Un recuerdo para el padre de Mafalda y para el humor que cura al mundo.

03 de octubre de 2020. Estandarte.com

Qué: Fallecimiento de Quino (Joaquín Salvador Lavado Tejón) Año: 2020

Quino (Joaquín Salvador Lavado Tejón) contaba en un curioso texto autobiográfico que se puso a dibujar en silencio para deshacer el embrollo sobre quiénes son los buenos y quiénes los malos. La confusión estaba entre unosespañoles (de España eran sus padres) y los argentinos con quienes vivía y compartía pupitre; luego aparecerían los ingleses, los norteamericanos, los alemanes, los nipones, los italianos… (el origen italiano de su mujer, Alicia, parece que ayudó a la muy buena consideración sobre estos últimos). Este lío le llevó a agarrar en el colegio –y ya nunca soltar– los lápices que aprendió a amar cuando solo tenía tres años gracias a su tío Joaquín Tejón, dibujante publicitario. 

En 1962 creó a Mafalda, lo hizo para una campaña publicitaria que no fraguó, pero ya que la niña estaba ahí, dos años después la puso a trabajar con el mismo fin por el que él dibujaba: “resolver el dilema de quiénes son los buenos y quiénes los malos en este mundo”, también según esa corta autobiografía que publica su web que merece la pena leer. Le dio voz durante muy poco tiempo, en 1973 decidió no dibujarla más (hizo contadísimas excepciones como una campaña para Unicef). Pero no importó, con lo que había dicho hasta entonces, Mafalda se volvió inmortal. Todavía hoy, que se ha quedado huérfana, sigue haciendo reír y pensar.

Quino ha muerto el 30 de septiembre de 2020 en Mendoza, la misma ciudad argentina que le vio nacer en 1932. Tras conocer la noticia, Mafalda se ha paseado por las redes sociales prometiendo a su creador que se tomará la sopa; quiere convencerle así de que no se vaya. Junto a ella, lloran muchos amantes de un humor fino, inteligente, agudo y cercano, capaz de remover conciencias entre sonrisas. Lo consiguió con esa niña contestataria y sabionda que filosofaba con la bola del mundo, desconcertaba a sus padres y veía el futuro muy negro, pero también con todos esos personajes anónimos que en precisos y sencillos trazos en blanco y negro poblaron libros como ¡Qué presente impresentable!, Potentes, prepotentes e impotentes o ¡A mí no me grite! y sacaron punta política, económica y social a situaciones cotidianas. Su sorna e ironía se colaba en esas casas, tiendas, oficinas, restaurantes, consultas de médicos, calles, islotes... en las que colocó a jefes déspotas a los que es fácil coger manía, a ancianos cascarrabias y entrañables, a náufragos, a parejas, a niños geniales…; plasmó sueños y decepciones, clasismos, autoritarismos, contradicciones, su antimilitarismo. Con su humor gráfico quiso llamar la atención sobre fallos en el mundo. Soñó, como Mafalda y a través de Mafalda y de todos sus personajes, con un mundo más digno, justo y respetuoso con los derechos humanos y por eso se le reconoció a lo largo de su larga carrera con galardones como el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2014, el Premio Trayectoria 2013 de la Universidad Nacional de Lanus o en 2009 el premio de Unicef por su contribución a los derechos de los niños.

Mafalda, de Quino

Decimos hasta siempre al maestro con unas palabras de su niña más universal, aquella que no sabemos si descubrió quiénes eran los malos y quiénes los buenos, pero a la que tenemos que agradecer que nos hiciera pensar sobre ello: “¿Y no será que en este mundo hay cada vez más gente y menos personas?” Nos quedamos con sus libros, editados en España por Lumen, y esas dosis de quinoterapia que atesoran.

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