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Lucius Shepard: el más latino de los escritores de ciencia ficción norteamericanos
Un escritor de ciencia ficción más preocupado por la ficción que por la ciencia.
16 de enero de 2025. Iván de la Torre
Qué: Biografía de Lucius Shepard, el escritor de ciencia ficción nortemericano

A diferencia de la mayoría de sus colegas, Lucius Shepard (1943-2014) tuvo una vida muy agitada que le serviría como inspiración para su obra: a los 16 años escapó de su casa y viajó por Latinoamérica, Europa, África y Asia, realizando toda clase de trabajos para sobrevivir: “Dejé la escuela y tuve una existencia irregular durante los siguientes diez años. Cuando mi comprensión del lenguaje y mis experiencias finalmente se juntaron comencé a escribir”.
Martín Pérez sintetizó muy bien el impacto que esa vida errante tuvo en Shepard: “Lucius conocía el mundo más allá de las fronteras de los Estados Unidos, y había viajado mucho. Era un ex rocker, nunca hippy, reconvertido a escritor de ciencia ficción a los treinta años, cuando las otras rutas de su vida habían perdido sentido. Un tipo que había vivido lo suyo, a la manera de los beatniks, pero con rock en lugar de jazz, y que después se había puesto a escribir esa ciencia ficción que se preocupa más por la ficción que por la ciencia”.
En 1981, Shepard publicó Coral negro, su primer cuento, que sería seguido por una serie de relatos impactantes (El Salvador, Cómo habló el viento en Madaket, La noche del Bhairab Blanco, Mengele) donde usaba la ciencia ficción y la fantasía para contar experiencias personales muy fuertes («He estado en estos ríos antes, he olido este hedor tropical en una docena de guerras diferentes, esta mezcla de calor, fiebre y diarrea, me he topado con los mismos cuerpos hinchados flotando en el agua verde, he visto diminutos hombres oscuros y sus delicadas mujeres descuartizados cientos de veces»).
En la introducción a Cazador de jaguares (1987), la primera recopilación de relatos de Shepard, Michael Bishop sintetizó muy bien el trabajo de su colega: “Lucius domina el lenguaje con la maestría de los mejores escritores del género, no solo conoce los trucos sino también algunos de los más profundos misterios del oficio, y que ha vivido el tiempo suficiente y con la intensidad necesaria para haber adquirido una profunda sensibilidad y sabiduría de las mejores formas en que utilizar su conocimiento de la gente y el arte para transfigurar una diversión honesta en un arte nada pretencioso. Los ecos obsesivos del conflicto vietnamita reverberan a través de relatos como El Salvador, Mengele y Delta Dulce Miel. Por su parte, Coral negro, El fin de la vida tal y como la conocemos, La historia de una viajera y El cazador de jaguares iluminan ese mismo exuberante paisaje sudamericano de una forma que recuerda vagamente a Graham Greene, Paul Theroux y Gabriel García Márquez. Sin embargo, la voz de Shepard sigue siendo decididamente propia e inimitable. En Cómo habló el viento en Madaket y La noche del Bhairab Blanco desarrolla unas nada corrientes variaciones del relato de horror contemporáneo. Así pues, escojan una historia al azar, léanla y, después de hacerlo, se verán impulsados irresistiblemente a devorar las otras historias del libro”.
Shepard confesó que sus ficciones estaban inspiradas en los sitios que había visitado y las personas que había conocido allí: “Mis personajes son, en cierto modo, una extensión del paisaje. Las historias surgen de los paisajes, de los escenarios. Cuando voy a un lugar como Honduras o Nicaragua, y se me ocurre una historia, no la voy a sacar de su contexto, porque es una historia propia de ese lugar y época. Ésa no es la única razón por la que me gusta viajar (he estado viajando durante mucho tiempo), pero ciertamente influye. No disfruto la investigación en el sentido clásico de ir a la biblioteca y buscar cosas. Las bibliotecas me dan sueño. Prefiero investigar una historia o conocer la historia de otra persona sobre lo que pasó y continuar desde ahí. La mayoría de la gente, supongo, desea que le sirvan la verdad con una guarnición de simpatía; la azarosa incertidumbre del mundo los abate y desean evitar que los enfrenten a ella. Sin embargo, con este acto de evasión, están dejando de lado la profunda tristeza que puede originar la contemplación del espíritu humano in extremis y están cerrando los ojos a la belleza. Es decir, a esa belleza que es el lastre de nuestra existencia. La belleza que entra a través de una herida y que en los funerales nos susurra al oído una palabra negra, una palabra que nos hace olvidar, encogiéndonos de hombros, nuestra debilidad de personas que sufren, para decir ‘Basta, Nunca más’. La belleza inspiradora de ira, no de arrepentimiento, y que incita a la lucha, no a la estética ociosa del simple espectador. A mi parecer, es eso lo que existe en el corazón de los únicos cuentos que vale la pena contar. Y es ése el propósito fundamental del arte del narrador: hacer resaltar esa belleza, manifestar su central importancia y lograr que siga destacándose por encima del inevitable naufragio de nuestras esperanzas”.
En paralelo a su obra corta, muy apreciada por lectores y críticos, Shepard publicó tres novelas notables donde, como su colega George R. R. Martin, mostró una inmensa habilidad para cambiar de género: Ojos verdes (1984) combina ciencia ficción y terror para relatar una historia de cadáveres resucitados («Cuando eran revividos todos se mostraban intratables y laxos, como pizarras en blanco, muy parecidos a los zombis del folklore. Los enfermeros les dicen que han muerto y que han sido devueltos a la vida por medio de un proceso experimental, y que los está llevando a alguien que les ayudará»); Vida en tiempo de guerra (1987) narra el drama de David Mingolla, un soldado norteamericano que combate en la selva de Guatemala, «en medio de una guerra donde se repartían drogas de combate y los videntes predecían los movimientos del enemigo, todo era posible, incluso microcircuitos que aumentaran la visión»; y Dorada (1993) es una poco convencional -pero muy adictiva- historia de vampiros («La asamblea celebrada en el castillo Banat la noche del viernes 16 de octubre de 1860 llevaba más de tres siglos planificándose, aunque sólo se había dedicado un esfuerzo mínimo a los aspectos ceremoniales de la reunión, a la pompa y al boato. No: la mayor parte del tiempo y la energía se había invertido en la crianza y cruce de determinadas líneas de sangre mortales con el fin de producir la más excepcional de las esencias, una cosechade inigualable sabor y buqué: la Dorada. Los miembros de la Familia habían acudido desde todos los confines de Europa con el objeto de participar en la Decantación, para lo que habían tenido que viajar en carruaje o tren durante la noche y hacer día en las posadas rurales»).
Tras ese periodo brillante que le permitió ganar los premios más importantes del género, Shepard dejó de publicar ficción durante más de una década, disgustado por las presiones que le imponía el mercado: “Simplemente no me gustó lo que estaba escribiendo. Estaba escribiendo historias que eran un poco cínicas, que solo escribía para vender. Probablemente fue un movimiento tonto en mi carrera, pero creo que probablemente me convirtió en un mejor escritor: simplemente sentarme, pensar en ello y probar cosas diferentes”.
Afortunadamente, Shepard reapareció con una serie de novelas impactantes que, lamentablemente, todavía no han sido traducidas al español: Valentine (2002), Colonel Rutherford’s Colt (2003), Floater (2003), Viator (2004), Trujillo (2005), A Handbook of American Prayer (2004) y Softspoken (2007).
Mientras preparaba un inmenso volumen que recopilaría todas sus historias breves, el escritor falleció, sorpresivamente, el 18 de marzo de 2014, a los 70 años. Su amigo y colega Michael Swanwick fue el encargado de dar la triste noticia y despedirlo: “Me duele el corazón tener que compartir esto: Lucius Shepard está muerto. Lucius era un buen amigo y un gran escritor. Su maldición, y la razón por la que no era cien veces más conocido, es que tenía una brillantez especial para los cuentos y las novelas cortas, pero le resultaba casi imposible trabajar en novelas extensas. Es un negocio brutal intentar ganar suficiente dinero para mantenerse con vida escribiendo sólo ficción corta y algún que otro artículo. Pero gracias a una combinación de trabajo duro, producción prolífica y brillantez artística, Lucius logró hacerlo. Estoy asombrado por eso. Vete en paz, compadre. Todos somos más ricos por tu vida y más pobres por tu pérdida”.
Comentarios en estandarte- 1
1 | Luz María Mikanos
16-10-2024 - 06:46:48 h
Maravilloso tener este sitio con estos relatos y análisis magníficos como los de la Torre. Gracias!