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Joan Margarit, la poesía concisa
El poeta que con su palabra intensa creó consuelo y refugio.
29 de octubre de 2024. Estandarte.com
Qué: La poesía de Joan Margarit
«Me siento encerrado, no dentro de una casa, sino dentro de cada uno de estos lectores, imprescindibles, porque los poemas no existen sin ellos. Dentro de nosotros, en el lugar donde somos más solitarios, hay unos poemas y una música cerca de una chimenea encendida que sólo se apagará con la muerte. Mientras tanto, en medio del hielo y la niebla, rodeado por la inclemencia de la intemperie, este amparo siempre nos está esperando.»
Con esta bella reflexión tomada del epílogo a Aguafuertes, dentro de El primer frío, poesía 1975-1995 (Visor libros, 2004) queremos recordar al gran poeta Joan Margarit (Sanaüja, Lleida-1938-Sant Just Desvern, Barcelona, 2021), que falleció el 16 de febrero de 2021.
En una entrevista con Matías Néspolo (El Cultural, 8 de enero de 2021), Margarit contó que en marzo de 2020 descubrió que tenía un linfoma, pero que no se sabía de qué tipo. Llevaba un mes tratándose con aspirinas porque no podía entrar en un hospital para hacerse una biopsia. La quimioterapia que vino después no pudo curarle, pero no estaba asustado: a él esa realidad le había cogido leído, decía en una de sus reiteradas defensas de la cultura.
Conocía la capacidad de consuelo de la poesía, a ella se agarró cuando enfermó y falleció su hija y creó el maravilloso libro Joana. Arquitecto y catedrático de Cálculo de estructuras, en un alegato a la concisión en la poesía y a ese poder de consuelo–que también reconocía en la música y el cálculo– comparaba el poema con la estructura de un edificio: igual que a un edifico no puede sobrarle ni faltarle una viga o un pilar, un poema debe tener las palabras justas.
«Es probable que la poesía sea tan sólo una cuestión de intensidad. Y la intensidad, ¿a qué podemos asociarla, si no es a un sentimiento? Pero, para poder hablar de intensidad, el sentimiento ha de precipitar con la razón como catalizador. Y allá donde hay intensidad, puede haber poesía. Por esto pienso que la poesía ha de ser exacta y concisa. Intensidad quiere decir concentración.», escribía en el epílogo a Casa de Misericordia (Visor libros, 2007).
Durante estos meses de confinamiento, el poeta catalán siguió escribiendo. Ahora, ya sin que él pueda recitarlos con su potente voz, esperamos que se publique Animal de bosc / Animal de bosque: una colección de más de sesenta poemas.
En diciembre de 2020 recibió Joan Margarit de manos de los Reyes el Premio Cervantes, no fue en la tradicional ceremonia de Alcalá de Henares –como tantas otras cosas, tuvo que cancelarse por la pandemia–, sino en una visita de los monarcas a Barcelona en la que Margarit recitó algunos de sus versos en castellano y en catalán.
Era un poeta bilingüe que andaba siempre con dos poemas en los bolsillos, uno en castellano y el otro en catalán, no era uno traducción del otro, sino que uno y otro se ayudaban a crecer y tomar la forma definitiva; pero el arranque, siempre era en catalán, su lengua materna. Bueno, no siempre. Sus primeros libros fueron en castellano, pero fue cuando empezó a escribir en catalán en los años ochenta cuando reconoció su verdadera voz.
Sobre este tema de las lenguas y sobre otras muchas cuestiones relacionadas con la poesía (la inspiración, la soledad, empezar a publicar, las fuentes…) trata en el interesante ensayo Poética. Construcción de una lírica que publicó en marzo de 2020 con la editorial Empúries en catalán y con Arpa en castellano. También había un Margarit ensayista, como apunta Jordi Gracia en el prólogo de este libro: «Con el poeta Margarit ha ido creciendo también el ensayista Margarit. La plenitud de uno es hermana de la plenitud del otro. Ambas revelan la conquista de la libertad».
De su libro Amar es dónde (Visor libros, 2015), tomamos como despedida este bello poema y agradecemos la generosidad de su obra y la autenticidad, consuelo y refugio de sus poemas.
La época generosa
Nuestros, como canciones
que nos hacen llorar, son esos días
que fueron la verdad de los anocheceres
sonrientes y del baño de los niños.
El alegre cansancio de la cena.
Las caras que no han vuelto
a confiar como entonces.
La vida se alimenta de días generosos.
De dar y proteger.
Si se ha podido dar, la muerte es otra.
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