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Francisco Brines: poesía sensual e intensa

Su poesía es fruto de una concepción ética y de una actitud transcendente.

05 de febrero de 2024. Estandarte.com

Qué: La poesía de Francisco Brines

La poesía de Francisco BrinesCon 89 años trillados y surcados por la poesía, Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932-2021) falleció el 20 de mayo de 2021 muy cerca de Elca, su casa en Oliva, su espacio en el mundo. Risueño, vitalista, erudito, meticuloso, hedonista y modesto, como le recuerdan sus amigos, Brines deja una obra de cocción lenta, intensa, sensual y metafísica.

Concebía el poema como un instrumento ético, fruto del amor y la tolerancia. «[…] las palabras siguen cumpliendo hoy como ayer el desvelamiento de lo desconocido y profundo que lo sagrado lleva implícito. Y en el proceso, una incipiente y terca rebeldía se cobijaba en la levedad de los versos, y la poesía, gracias a ella, se hacía virtud cardinal, fortaleza. Aunque a estas vencidas alturas de mi obra le daré otro nombre quizás más preciso: ética. La poesía posee una ética que ayuda al lector a ser un mejor ciudadano porque cultiva una tolerancia personal que le hace ver pertinente lo que el poeta comunica», apuntaba en la introducción de la antología Desde Elca (Pre-textos, 2020).

En esa antología, editada tras haber sido reconocido con el Premio Cervantes 2020, fue Brines quien se encargó de la selección e incluyó siete poemas inéditos. Entre ellos, «Mi resumen», del que ahora leemos algunos versos como una bella despedida: «Como si nada hubiera sucedido.» / Es ese mi resumen / y esté en él mi epitafio.

La muerte sobrevuela muchos de sus poemas, como lo hacen el amor, la niñez, el paisaje, la sensualidad, la palabra poética, los afectos familiares, la amistad o, como apunta el poeta Alejandro Duque Amusco en el prólogo de la antología de la editorial Renacimiento Entre dos nadas, «la lucha encarnizada con el Ángel, que es a la vez la nada y el olvido…».

De lenguaje esencial y cristalino, fuertemente evocador como lo describió Francisco Bautista en «Diez razones para leer a Francisco Brines», la suya es una poesía que comunica humanidad, que comparte vivencias, reflexiona sobre el paso del tiempo, celebra la vida, sugiere melancolía y tiene raíces en Elca y el paisaje que le vio crecer y en el que se refugió en sus últimos años.

El Premio Cervantes vino a completar una larga lista que se inauguró con el Adonais para su primer libro, Las brasas, publicado en 1960 y en el que el poeta, licenciado en Derecho, Filosofía y Letras e Historia, ya mostró una gran madurez expresiva y una voz personalísima, que no han hecho más que crecer y confirmarse con los años y las distintas obras.

También fue Premio de la Crítica de poesía castellana por Palabras en la oscuridad (1967), Premio de las Letras Valencianas (1967), Premio Nacional de Poesía por El otoño de las rosas (1987), Premio Fastenrath por La última costa (1998), Premio Nacional de las Letras Españolas (1999), Premio de Poesía Federico García Lorca (2007) y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2010).

Gran admirador de Juan Ramón Jiménez y de Luis Cernuda (a quien dedicó su discurso de acceso en la Real Academia (un excelente ejercicio de crítica literaria), Brines pertenecía a la generación de los 50, junto a, entre otros, Claudio Rodríguez, Ángel González, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma y José Ángel Valente.  

Con “La despedida”, de El otoño de las rosas, queremos recordarle ahora desde Estandarte.

Ya está, tras del recodo, la vejez,
como un árbol sin hijas. Parémonos
aquí, por un momento, bajo el cielo
que da el velo dorado a las palmeras
y pásame la mano por el hombro.
Respiremos la luz que se hace oscura
y alarga las distancias: un engaño,
que es la piedad de un dios. Él favorece
la dura despedida con tu vida.
Tú habrás de regresar, y harás camino
de nuevo por el mundo tan amado;
van contigo mi amor y mi silencio.
Mas espera a la noche todavía:
cuando aparezca arriba el primer astro
nos diremos adiós, y me iré solo. 

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