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José Zorrilla, el romántico español

Perfil biográfico del poeta romántico nacido en 1817.

27 de noviembre de 2024. Estandarte.com

Qué: Biografía de José Zorrilla Cuándo: 1817-1893

José Zorrilla es uno de los clásicos que integran la nómina de autores del Romanticismo español junto con Espronceda, Mariano José de Larra, Gustavo Adolfo Bécquer, Rosalía de Castro, el Duque de Rivas o Hartzenbusch.

Nacido en Valladolid en 1817 tuvo siempre una relación conflictiva con su padre, un hombre estricto empeñado en que su hijo fuera “alguien de provecho”. Lo que él entendía por esta expresión no se llevaba bien con lo que parecía interesarle más que nada a su hijo: leer y escribir. Lo obligó a estudiar leyes en las universidades de Toledo y Valladolid (1833-36), pero no funcionó: el joven José Zorrilla marchó a Madrid dispuesto a abrirse camino como escritor.

Allí la trágica muerte de Larra, que se suicidó muy románticamente a los veintisiete años disparándose en la cabeza después de un encuentro con su amante, se convirtió para él en un golpe de suerte. ¿Cómo? En el entierro, a instancia de un amigo suyo, José Zorrilla leyó unos versos que conmovieron a un ya de por sí conmovido auditorio en lo que, según Rafael Reig en su Manual de literatura para caníbales  “fue la primera gran operación de marketing de la historia literaria española”.

Del cementerio lo alzaron, lo llevaron a hombros y lo sentaron en el centro de la intelectualidad de la época. Para que todo fuera truculentamente perfecto, José Zorrilla acabó ocupando el lugar de Larra en el que había sido su periódico, El Español.

A partir de ahí, la gloria para José Zorrilla. O casi. En el intenso año 1837 apareció Poesías, el primer libro de una obra muy extensa que incluiría comedias, dramas, mucha lírica. Prácticamente todos los temas, con preferencia por la historia de España, su religión y sus tradiciones, pasarían por sus versos.

En el 39 se estrenó la obra Juan Dandolo. Ese mismo año se casó por primera vez. Entre 1939 y 1950 Zorrilla escribió mucho (eso lo hizo a lo largo de su vida) y bien, al menos su producción más celebrada data de este periodo. El zapatero y el rey, Cantos del trovador en 1840; Sancho García en 1842; El puñal del godo y El caballo del rey don Sancho en 1843… Mención aparte merece su inmortal Don Juan Tenorio de 1844, primero porque su revisión romántica del mito de Don Juan fue un gran éxito ya en la época y hasta nuestros días, pues no se ha bajado de las tablas. Y luego porque nos da una idea de cómo era la vida del autor. Siempre apurado de dinero, José Zorrilla acabó entregando la obra al editor por 4.200 reales. Ni rastro de lo que hoy llamamos “derechos de autor”. Había que seguir trabajando y escribiendo y así aparecieron La calentura en 1846, Traidor, inconfeso y mártir en 1849, otra de sus obras más importantes…

Agobiado por la escena madrileña, por un matrimonio que era un fracaso y frustrado siempre por no lograr el beneplácito de su padre ni siquiera con la notoriedad adquirida, Zorrilla decide poner tierra de por medio. Tras unos viajes a Francia, en 1854 se instala en México y allí vive un tanto apartado hasta que lo recupera el emperador Maximiliano de Habsburgo, hermano del emperador Francisco José de Austria y lo nombra director del Teatro Nacional.

José Zorrilla vuelve a España al morir su esposa y encuentra complacido y un tanto sorprendido la alta estima que le tiene el público. En sus memorias dirá que eso debía ser gracias a su Don Juan Tenorio y quizá así fuera. A partir de 1866, el poeta combina la escritura con los recitales, una práctica que había puesto en marcha en México, y que le reportaba algunos ingresos. En 1869 se casa de nuevo con Juana Pacheco, quien lo acompañaría hasta su muerte. Es la hora de los reconocimientos oficiales. Además de contar con la ayuda de algunos mecenas, su ciudad natal, Valladolid, le nombró cronista oficial en 1882, año en que la Real Academia Española le dio una segunda oportunidad de ingreso. En la primera, un José Zorrilla mucho más joven, no había tomado posesión del cargo al no leer el preceptivo discurso de ingreso. Lo hizo en 1885, con un curioso recorrido por su trayectoria que, lejos de vanidades, asumía los reproches que se le hacían a su obra sobre todo en las últimas décadas. Básicamente, que había escrito tanto y tan rápido que la calidad de su obra era muy irregular. Él explicaba:

“Excusad tan excéntrico discurso:
no puedo ya cambiar naturaleza,
¿qué más queréis de mí?
Clara os he dicho mi verdad,
y podéis o no creerla.
Soy el más popular y el más famoso,
pero el poeta soy de menos ciencia:
miembro inútil a ser en vuestro cuerpo voy,
si tal me aceptáis: tenedlo en cuenta.
¿Ya Académico soy? Dios os perdone
error tan grato para mí: sincera
será mi gratitud cuanto me dure
la vida ¡lo que ya no es gran promesa!


La vida le duró hasta el 23 de enero de 1893. Murió en Madrid y su entierro fue un acto social, político y tan popular como lo había sido él y su obra.

 

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