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Ernesto Cardenal: salmo, cosmos y revolución

La travesía del poeta, sacerdote y revolucionario que fusionó mística, política y ciencia en una de las obras más monumentales de América Latina.

01 de noviembre de 2025. Berta Nacimiento Arteaga

Qué: Biografía de Ernesto Cardenal.

Hay una imagen que condensa la paradoja de Ernesto Cardenal: la de un anciano de barba blanca y abundante, ataviado con una sencilla cotona de campesino y una boina negra, cuya mirada tras las gafas podía ser tan serena como la de un monje contemplativo o tan fiera como la de un profeta del Antiguo Testamento. Fue, simultáneamente, un místico que buscaba el silencio de Dios, un revolucionario marxista que empuñó la palabra como arma, un ministro de Estado que soñó con una cultura para todos y un poeta nominado al Premio Nobel de Literatura.

Su vida fue un intento radical y sostenido por sintetizar, con mayor o menor fortuna, fuerzas que el siglo XX consideraba irreconciliables: el claustro y la plaza pública, la fe y la revolución, la ciencia y la mística, el amor erótico y la lucha política.

En este artículo exploramos la trayectoria de una de las figuras más monumentales de la América Latina contemporánea, desde la intimidad de sus epigramas de amor y odio hasta la vastedad cósmica de su obra cumbre, el Cántico Cósmico. La vida de Ernesto Cardenal no es solo la biografía de un poeta; es un prisma a través del cual se pueden leer las convulsiones espirituales, políticas y estéticas que definieron una era de utopías y desencantos.

 

La forja de una conciencia: de Granada (Nicaragua) a Nueva York

Ernesto Cardenal Martínez nació el 20 de enero de 1925 en Granada, Nicaragua, en el seno de una de las familias más acaudaladas y conservadoras del país. Su formación inicial en el Colegio Centroamérica de los jesuitas le proporcionó una sólida base clásica y religiosa, un andamiaje intelectual contra el que más tarde se rebelaría para, finalmente, reinterpretarlo de una manera radical.

El despertar de su conciencia poética y política tuvo lugar lejos de su patria. Entre 1942 y 1946 estudió Filosofía y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y, posteriormente, entre 1947 y 1949, completó sus estudios en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Fue en estos años de efervescencia intelectual cuando publicó sus primeros poemas y entró en contacto directo con la poesía norteamericana, descubriendo la obra de Ezra Pound, quien se convertiría en una de sus influencias capitales. El propio Cardenal afirmaría que su estancia en México lo "hizo revolucionario", exponiéndolo a corrientes de pensamiento que contrastaban violentamente con el ambiente opresivo de su Nicaragua natal.

Su origen privilegiado, lejos de ser un obstáculo para su posterior compromiso, fue el vehículo que le permitió acceder a las herramientas intelectuales y estéticas que definirían su obra. Su educación de élite y sus viajes le dieron una perspectiva global y el dominio de un lenguaje poético de vanguardia. Sin embargo, un profundo sentido de la justicia, probablemente avivado por su formación jesuita, le impidió reconciliarse con la brutalidad del régimen de Anastasio Somoza García. Esta tensión culminó en 1954, cuando participó activamente en la "Rebelión de Abril", un fallido movimiento armado para derrocar al dictador. 

El fracaso del golpe fue traumático: muchos de sus compañeros y amigos fueron asesinados, y Cardenal se vio forzado a un exilio que marcó un punto de inflexión en su vida. La experiencia de que una rebelión liderada por sectores descontentos de su propia clase no era suficiente para transformar el país, sembró en él la semilla de una radicalización futura, una convicción de que el cambio verdadero debía provenir de los oprimidos.

De esta época de clandestinidad y derrota nació uno de sus poemas más importantes, Hora Cero, escrito en 1956, un texto que circulaba en secreto entre amigos y que ya contenía la épica de la denuncia antiimperialista que caracterizaría gran parte de su obra posterior.

 

El Evangelio según Getsemaní: Thomas Merton y una "conversión radical"

Tras la debacle política y una profunda crisis existencial, la vida de Cardenal dio un vuelco inesperado. El 2 de junio de 1956, tuvo una experiencia mística que él mismo describió como una "entrega a Dios, renunciando a todo, como quien se pega un tiro". Esta conversión no fue un proceso gradual, sino una decisión fulminante que lo llevó, en mayo de 1957, a ingresar como novicio en la Abadía Trapense de Nuestra Señora de Getsemaní, en Kentucky, Estados Unidos.

Allí, su maestro de novicios fue Thomas Merton, el influyente monje, poeta y activista por la paz. La relación con Merton fue la mentoría espiritual e intelectual más decisiva de su vida. En él encontró un modelo de vida contemplativa que no escapaba del mundo, sino que se comprometía profundamente con sus conflictos. Compartían una teología del amor, una admiración por la no violencia de Gandhi y un profundo respeto por las tradiciones espirituales de los pueblos indígenas de América. Merton, un poeta consumado, reconoció y alentó la vocación literaria de Cardenal, convenciéndolo de que el poeta y el monje no eran identidades en conflicto, sino complementarias.

El monasterio se convirtió en el crisol donde la fe y la política de Cardenal se fusionaron en una aleación inseparable. La purificadora soledad de la vida monástica no lo alejó de la realidad, sino que, por el contrario, le permitió ver las injusticias del mundo con una claridad devastadora. Cardenal llegó a su conclusión más radical, una que definiría el resto de su vida: "La meditación es lo que me llevó a la radicalización política. Llegué a la revolución por medio del Evangelio. No fue leyendo a Marx, fue leyendo a Cristo [...] Se puede decir que el Evangelio me hizo marxista". Para Cardenal, seguir al Cristo de los pobres en la América Latina del siglo XX exigía adoptar un análisis de la opresión estructural que el marxismo ofrecía. No abandonó a Cristo por Marx; concluyó que, para ser fiel al primero, necesitaba las herramientas del segundo. El testimonio poético de esta transformación quedó plasmado en su libro Gethsemani, KY (1960).   

Forzado a abandonar el monasterio en 1959 por problemas de salud, continuó su formación sacerdotal en México y Colombia. En Colombia tuvo contacto con las ideas del sacerdote y guerrillero Camilo Torres, una de las figuras germinales de la Teología de la Liberación. Finalmente, el 15 de agosto de 1965, fue ordenado sacerdote en Managua, listo para poner en práctica la síntesis revolucionaria que había forjado en el silencio del claustro.

 

Utopía en el archipiélago: el experimento de Solentiname

Ernesto CardenalEn 1966, Cardenal materializó el sueño que había concebido junto a Thomas Merton: fundó una pequeña comunidad contemplativa en el remoto archipiélago de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua. Lo que comenzó como un retiro monástico se convirtió rápidamente en un laboratorio vivo para la Teología de la Liberación y en uno de los experimentos socioculturales más extravagantes de América Latina. 

Solentiname no era un convento tradicional. Era una comuna de campesinos, pescadores y artistas que vivían una fe integrada con la vida cotidiana, el arte y la política. El corazón de la comunidad era la misa dominical. En lugar de un sermón dogmático, Cardenal facilitaba un diálogo en el que los campesinos. Veían en la lucha de Jesús contra los fariseos y el Imperio Romano un reflejo directo de su propia lucha contra la dictadura de Somoza y la explotación económica. Estas conversaciones fueron grabadas, transcritas y publicadas en el monumental libro El Evangelio en Solentiname (1975), que se convirtió en un texto fundacional y de enorme difusión para la Teología de la Liberación en todo el mundo.   

La comunidad fue también un semillero de creatividad artística. Cardenal impulsó una escuela de pintura "primitivista" y, siguiendo su creencia en la "democratización de la cultura", animó a los campesinos a escribir poesía, aplicando los principios de su estilo "exteriorista".

Esta creciente conciencia política llevó a la comunidad a colaborar estrechamente con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que luchaba contra la dictadura. A mediados de los años 70, Solentiname era, en la práctica, una célula de apoyo a la guerrilla. La respuesta del régimen fue brutal. En 1977, la Guardia Nacional de Somoza atacó y destruyó la comunidad, asesinando a varios de sus jóvenes miembros y forzando a Cardenal y a los supervivientes a unirse de lleno a la lucha armada. La utopía pacífica había sido aniquilada, transformando a sus habitantes en mártires y combatientes, y sellando el compromiso total de Cardenal con la revolución.

 

El exteriorismo: la poesía de la realidad concreta

Esta trayectoria vital corre paralela a la construcción de la obra poética de Ernesto Cardenal. Su proyecto literario fue siempre inseparable de sus compromisos espirituales y políticos, utilizando la poesía como un vehículo para la denuncia, la celebración, la profecía y la contemplación.

La gran innovación estilística de Cardenal es el "exteriorismo". Él mismo lo definió como una poesía objetiva, narrativa y anecdótica, hecha con los elementos de la vida real: nombres propios, detalles precisos, datos exactos, cifras y hechos. Es una poesía que mira hacia afuera, en oposición a la introspección subjetiva del lirismo tradicional. Su principal maestro en esta técnica fue Ezra Pound, de quien aprendió que "en la poesía cabe todo", borrando las fronteras entre el verso y la prosa para incorporar documentos, crónicas históricas, chistes y anécdotas. 

Para Cardenal, el exteriorismo era la solución al dilema del arte político: al anclar el poema en la realidad objetiva y verificable, creaba una forma de "decir la verdad" que era inherentemente política pero que trascendía la mera propaganda. El poder poético no reside en la emoción del yo, sino en el montaje, casi cinematográfico, de estos fragmentos del mundo exterior.   

 

Principales obras de Ernesto Cardenal

Epigramas, de Ernesto CardenalEpigramas (1961)

Escritos en su mayoría durante la década de 1950, los Epigramas son una brillante actualización de la forma clásica de Catulo y Marcial. En estos poemas cortos y punzantes, Cardenal fusiona con maestría sus dos grandes obsesiones juveniles: el amor no correspondido y el odio a la dictadura somocista. 

La amada, a menudo con nombre propio (Claudia, Ileana, Myriam), se convierte en la musa tanto de la declaración amorosa como de la diatriba política. 

El ejemplo más célebre es aquel que, tras un desengaño amoroso, concluye: "y entonces me fui a mi cuarto / y escribí ese artículo contra el Gobierno / por el que estoy preso". En estos versos, la herida personal se transmuta sin fisuras en acción política, demostrando la unidad fundamental de su visión del mundo.   

 

Salmos, de Ernesto CardenalSalmos (1964)

Esta obra es una de sus más audaces propuestas teológicas y poéticas. Cardenal reescribe los salmos bíblicos, conservando su estructura de oración y su tono emocional (lamento, alabanza, imprecación), pero sustituye a los enemigos del antiguo Israel por los opresores del siglo XX: los dictadores, las corporaciones multinacionales, la propaganda mediática y la amenaza de la guerra nuclear. 

Así, el Salmo 1, que en la Biblia comienza "Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos", en la versión de Cardenal se transforma en: "Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido / ni asiste a sus mítines [...] ni lee los anuncios comerciales / ni escucha sus radios / ni cree en sus slogans". 

Con los Salmos, Cardenal sacraliza la denuncia política. La oración deja de ser un acto de piedad privada para convertirse en una forma de protesta pública. Dios es invocado como un aliado en la lucha por la justicia, un "Dios que no es amigo de los dictadores".   

 

Cántico cósmico, de Ernesto CardenalCántico Cósmico (1989)

Considerada su obra maestra, el Cántico Cósmico es un poema épico de casi 600 páginas que representa la culminación de todas sus búsquedas vitales y estéticas. Es un intento monumental de contar la historia del universo, desde el Big Bang hasta la conciencia humana, como una única y coherente narrativa de la evolución del Amor.

En sus 41 "cantigas", Cardenal entrelaza de manera asombrosa los descubrimientos de la ciencia contemporánea (astrofísica, mecánica cuántica, biología evolutiva) con la mística cristiana, los mitos de los pueblos originarios, la historia política del siglo XX y fragmentos de su propia biografía.   

La tesis teológica central del libro es que el universo no es producto del azar, sino un proceso teleológico guiado por el Amor, que es Dios. La evolución es el método de la creación divina. Frases como "Somos polvo de estrellas" son, para Cardenal, a la vez un hecho científico y una revelación mística. 

El Cántico Cósmico marca una evolución en su propio pensamiento. Si en El Evangelio en Solentiname Dios se revelaba en la lucha histórica concreta del pueblo nicaragüense, en el Cántico se manifiesta en las leyes universales de la física y la biología. Es la máxima expresión del exteriorismo: la poesía se encuentra no solo en un recorte de periódico, sino también en una ecuación de la relatividad. Tras la experiencia del fracaso de la utopía política, Cardenal parece buscar un fundamento más duradero para su fe, anclándola no ya en la frágil historia humana, sino en la estructura misma del cosmos.   

 

Revolución, cultura y desencanto

Con el triunfo de la Revolución Sandinista el 19 de julio de 1979, Ernesto Cardenal fue nombrado Ministro de Cultura del nuevo gobierno. Su gestión se basó en un principio radical: la "democratización de la cultura". Para él, el arte no era un lujo para las élites, sino un derecho y una herramienta de expresión para todo el pueblo.

Su iniciativa más emblemática y controvertida fueron los Talleres Populares de Poesía, que se extendieron por todo el país. Basados en el modelo que había desarrollado en Solentiname, estos talleres enseñaban a campesinos, soldados, policías y obreros a escribir poesía siguiendo los preceptos del exteriorismo: lenguaje claro, temas de la vida real y compromiso social. El proyecto generó una fuerte polémica entre la intelectualidad nicaragüense. Críticos como la poeta Rosario Murillo (futura esposa de Daniel Ortega y vicepresidenta) y otros acusaron a los talleres de promover un estilo único y homogéneo, una suerte de "poesía oficial" que coartaba la libertad creativa individual. Si bien es cierto que de los talleres no surgieron grandes figuras poéticas, su legado reside en la audaz afirmación de que la creatividad es un patrimonio colectivo y en haber involucrado a miles de nicaragüenses en la producción cultural.

Sin embargo, la euforia revolucionaria pronto dio paso al desencanto. Cardenal, desde su posición en el gobierno, fue testigo del progresivo viraje del FSLN hacia el autoritarismo, el culto a la personalidad y la corrupción, bajo el liderazgo cada vez más hegemónico de Daniel Ortega. La revolución por la que había luchado se estaba traicionando a sí misma. Esta desilusión lo llevó, en 1994, a renunciar públicamente al FSLN, junto a otros destacados intelectuales y excompañeros de lucha como el escritor Sergio Ramírez y la poeta Gioconda Belli, para unirse a un movimiento renovador del sandinismo.

 

Ernesto Cardenal: controversias, persecución y reconciliación

La vida de Cardenal estuvo marcada por dos grandes conflictos que lo situaron en el centro de la atención mundial. El primero fue con la jerarquía de la Iglesia Católica; el segundo, con los antiguos camaradas de su propia revolución.

Ernesto Cardenal y Juan Pablo IILa escena es una de las más icónicas y tensas de la historia de las relaciones entre el Vaticano y América Latina. El 4 de marzo de 1983, durante la visita del Papa Juan Pablo II a la Nicaragua sandinista, Ernesto Cardenal, en su calidad de ministro, se arrodilló en la pista del aeropuerto de Managua para besar el anillo papal. El Pontífice, con un gesto severo, retiró la mano y, amonestándolo públicamente ante las cámaras, le dijo: "Usted debe regularizar su situación".

El gesto no fue espontáneo. El recién promulgado Código de Derecho Canónico de 1983 prohibía explícitamente a los sacerdotes ocupar cargos públicos que implicaran el ejercicio del poder civil (Canon 285 §3). La amonestación fue una aplicación directa de esa norma, pero su carga simbólica fue mucho mayor. Representó la condena pública del Vaticano a la "Iglesia Popular" y a la Teología de la Liberación, a las que Juan Pablo II y el entonces cardenal Joseph Ratzinger veían con profunda desconfianza, considerándolas una peligrosa infiltración del marxismo en la fe. Poco después, Cardenal fue suspendido a divinis, una sanción que le prohibía administrar los sacramentos.

Posteriormenteu ruptura con el FSLN en 1994, Cardenal se convirtió en una de las voces críticas más implacables contra la deriva autoritaria de Daniel Ortega. La respuesta del régimen fue una campaña de acoso sistemático. Esta persecución se materializó en una prolongada y enrevesada demanda judicial por unos terrenos en Solentiname, que Cardenal y una amplia red de intelectuales nacionales e internacionales denunciaron como una farsa legal orquestada por Ortega y su esposa, Rosario Murillo, para silenciarlo y humillarlo. 

Tras 35 años de suspensión, la reconciliación con la Iglesia llegó en los últimos días de su vida. En febrero de 2019, mientras Cardenal se encontraba gravemente enfermo en un hospital de Managua, el Papa Francisco levantó todas las sanciones canónicas en su contra, restituyéndolo plenamente al ejercicio del sacerdocio. 

 

Últimos años de Ernesto Cardenal

Ernesto Cardenal falleció en Managua el 1 de marzo de 2020, a los 95 años de edad. Sus últimos años estuvieron dedicados a la escritura y a la denuncia incansable del régimen de Daniel Ortega, al que no dudó en calificar de "dictadura familiar". En un acto de cinismo político que fue ampliamente repudiado, el gobierno que lo había perseguido decretó tres días de duelo nacional. Su funeral fue interrumpido por turbas oficialistas, en un último intento por profanar la memoria del hombre que no pudieron doblegar en vida.   

Su legado, sin embargo, trasciende las vicisitudes de la política nicaragüense. Como poeta, es una figura central de la renovación de la lírica en español. Junto a Nicanor Parra en Chile, introdujo un lenguaje conversacional, directo y anclado en la realidad que abrió nuevos caminos para la poesía. Como afirmó Gioconda Belli, después de Rubén Darío, Cardenal es el poeta nicaragüense de mayor trascendencia universal.   

Fue un hombre que vivió sus convicciones hasta las últimas consecuencias: renunció a la riqueza para hacerse monje, abandonó la paz del claustro por el compromiso revolucionario y, finalmente, renunció a los privilegios de ese poder revolucionario cuando este traicionó sus ideales. Su vida, llena de "revoluciones perdidas" y utopías truncadas, permanece como un poderoso testimonio de la búsqueda incesante de la dignidad y la justicia. Su fe última no residía en un partido o en una ideología, sino en un proceso de amor y liberación que, como escribió en su Cántico Cósmico, trasciende la finitud de la historia humana.

 

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