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El principio de Canta Irlanda, Javier Reverte

Recordando a Javier Reverte en un viaje por la isla esmeralda.

01 de febrero de 2024. Estandarte.com

Qué: Principio de Canta Irlanda. Un viaje por la isla esmeralda.

Canta Irlanda, de Javier ReverteEs triste saber que los viajes han terminado para Javier Reverte. Murió en Madrid el 31 de octubre de 2020. Tenía 76 años. No leeremos nuevos libros, pero, por suerte, ha dejado una obra tan intensa y extensa que nos permite acompañarle en sus itinerarios siempre que necesitemos ampliar horizontes.

Unos horizontes que abarcan todo el mundo de norte a sur y de este a oeste y a los que podemos ir con la imaginación sin movernos de la butaca. Nada ha dejado por descubrir y así los vemos cuando nos sumergimos en obras tan tentadoras como la Trilogía de África, la Trilogía de Centroamérica, Corazón de Ulises, El río de la desolación, Un otoño romano, En mares salvajes o New York, New York.

Esta vez, y por la forma tan emotiva con la que nos invita a leer su libro, elegimos el prólogo de Canta irlanda (2014), un título sugestivo que nos lleva a ese país de ensueño, húmedo y verde, que Javier Reverte describe con amor, lirismo y humor y en el que retrata el pasado y el presente de una tierra viva, musical, que ha sufrido mil penalidades a lo largo de la historia, que se quiere y que ha dado grandísimos escritores como Joyce, Wilde, Yeats, Swift, Stoker, Beckett, Banville, O’Brien o McCourt.

Esta es su invitación:

«Hace cerca de ocho años, cuando en el verano del año 2004 comenzaba a morir, emprendí un largo viaje por Irlanda con el propósito de escribir un libro sobre uno de los países que más me enamoran. En mi bloc anoté un 6 de septiembre:

Con ropas deportivas, un par de meses por delante que puedo convertir en tres si me da la gana, un país por descubrir y ninguna obligación salvo las que yo mismo me imponga, siento como si mi apariencia, ante los otros, pudiera ser la de un hombre de algo más de treinta años, con músculos fuertes y flexibles y los sentidos despiertos y alerta. Comienzo el viaje y aparco las penas y la pereza.

Se ve que tenía entonces, a mis sesenta años, una alta opinión de mí mismo. Pero después de deambular durante algo más de un par de meses por los pueblos y ciudades de Irlanda, sus campos, sus islas, sus costas, mis músculos debieron de dormirse y el libro quedó encerrado en mis cuadernos de notas y ahí ha seguido hasta ahora: sin nacer. No sé muy bien por qué ha sucedido de esa manera. Y cuando me han preguntado sobre ello, he inventado razones absurdas: por ejemplo, que me pasé demasiado tiempo en los pubs, y de haber escrito el viaje tal como fue, me habría salido un libro de borrachos…, y otros pretextos de parecido jaez. Quizá me paralizaba el mismo temor que, al iniciar su Diario irlandés, le acometió a Heinrich Böll, premio Nobel de literatura en 1972: “El mayor obstáculo que me impide escribir mi visión de Irlanda –anotaba– es el hecho de que este país me gusta demasiado, y no es bueno para un escritor escribir sobre un asunto que le gusta demasiado”. Lo curioso es que, cuando hice el viaje, ya había titulado el trabajo que pensaba llevar a cabo: Canta Irlanda. Y el título ha seguido zumbando sobre mi cabeza estos años.

Con el paso del tiempo, la luz ha ido encendiéndose y creo ya intuir por qué el libro no me abrió sus brazos cuando tenía que haberlo hecho y nuestro romance quedó en coitus interruptus. Pienso que el motivo esencial residía en la creencia de que, al escribir sobre Irlanda, tenía que referirme a una geografía, a unas gentes y a una historia. Y es cierto que Irlanda es eso, por supuesto, como cualquier otro país de la Tierra. Pero hay algo más. Ahora creo que a Irlanda la diferencia, sobre todo, la idea o los sentimientos que los irlandeses tienen de su propia patria y sobre si mismos. Y que esa emoción o idea se expresa sobre todo en forma lírica. A las naciones no las significan tan solo su historia, su geografía y sus gentes, sino también sus mitos, su poesía, su música, sus canciones y, en el caso de Irlanda, el peso que la leyenda tiene sobre la realidad. Siento que Irlanda es el país europeo donde se aman los mitos con más fuerza que los hechos probados. Parafraseando a John Ford, el gran cineasta americano de origen irlandés, en esta tierra, como en el Oeste americano, “entre la realidad y la leyenda, se elige siempre la leyenda”».

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