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Cuestionario Ángela Vallvey

"Un lector es un milagro, más que una anécdota".

23 de abril de 2014. Estandarte.com

Qué: Cuestionario Estandarte a Ángela Vallvey

Ángela Vallvey, cuya última novela acaba de llegar a las librerías, Mientras los demás bailan, responde a nuestro Cuestionario Estandarte, en el que descubrimos capacidades de lectura insólitas (“Puedo leer en cualquier lado, incluso cabeza abajo. No exagero, he probado la experiencia en un parque de atracciones”), deseos frustrados de ordenar sus libros, fobia al libro electrónico y una frase rotunda y maravillosa: "Un lector es un milagro, más que una anécdota".

¿Cuántos libros lee al año?
Al mes, leo enteros —de principio a fin— ocho o diez libros. Además, otros cuantos los leo a medias, y algunos a páginas sueltas… Esto último es así porque me gusta mucho leer enciclopedias antiguas y, obviamente, voy haciendo lecturas al azar. 

Sea valiente. Confiésenos alguna lectura pendiente que le sonroje admitir.
Finnegans Wake, de James Joyce. Me gustaría presumir de haberlo leído. Y, además, me gustaría haberlo leído en latín. Pero es que no sé latín. Y ni siquiera sé si está traducido al latín. De ser así, un “best-seller” desde luego no ha sido…

¿Qué libro le habría gustado escribir?
Cualquiera de Robert Louis Stevenson, preferiblemente, La isla del tesoro. También firmaría con gusto la bibliografía de Herman Melville, o de Mark Twain. Y de no ser posible ninguna de estas opciones, me conformaría con ser la autora de El Quijote, ya puestos.

¿Recuerda el primer libro que leyó?
Sí, se titula Obras poéticas de Espronceda precedidas de la biografía del autor. Pertenece a la "Biblioteca amena e instructiva" (Barcelona, 1882), está editado por la Imprenta Barcelonesa y tiene un pie de título que reza: "Edición completísima". Aprendí a leer en él y de niña me impresionaba mucho por su ambición: eso de “completísima” casi acobarda.

¿Cómo ordena los libros de su biblioteca?
Creo que el mejor orden es el alfabético, es el más sencillo y elegante, el más eficaz. Lamentablemente, de momento tengo a mi pobre biblioteca sumida en el caos antialfabético, pero ya llegará el día de poner las cosas claras, ya…

¿Cuál es su lugar ideal para leer?
Modestia aparte, puedo leer en cualquier lado, incluso cabeza abajo. (No exagero, he probado la experiencia en un parque de atracciones).

¿Y para escribir?
Ah, para eso necesito mi mesa de trabajo, mi cubículo, mi hogar, mi teléfono… Aunque se ha dado el caso de que he tenido que escribir en condiciones miserables (y no es mi ideal, claro).

Se lo rogamos, responda a esta absurda pregunta: hay una inundación y todos sus libros van a morir, ¿qué tres salvaría?
Una edición de El Quijote de principios del siglo XVIII, la anteriormente mencionada de Espronceda, y mi último libro —mejor dicho: libreta— de notas… Pero sí, la pregunta es de traca. Sólo con leerla ya me he puesto nerviosa y he tenido que levantarme a asegurar todos los grifos de la casa.

¿Tiene lector de ebooks? ¿Le gusta el libro electrónico?
No tengo. El libro electrónico, con perdón, me parece como de baratillo, un pelín nimio y limitado. No tengo nada en contra del aparato, ¿eh?, pero a mí todavía me gustan los libros bellos, no los meros archivos informáticos. Además, es pura impericia por mi parte, pero no soy capaz de prestar demasiada atención a los objetos que no puedo ver, oler, tocar, sentir… Podría tener miles de archivos encerrados en el lector de ebook y no me acordaría de que existen. ¡Menudo desperdicio!, ¿no? Me ocurre igual con la ropa: se me olvida la que desaparece en el fondo del armario. Conozco a un par de personas que presumen de tener almacenados miles de e-libros que, además, han pirateado. Pero lo cierto es que no leían los de papel y tampoco leen los electrónicos. Ahora, quizás si finalmente me embarco en esa misión a Marte para no volver, me compre uno.

Recuerde alguna anécdota curiosa que haya tenido con algún lector.
He tenido el honor de conocer a lectores maravillosos. Con algunos incluso mantengo contacto de forma regular. Otros se han convertido en amigos de verdad. Un lector es un milagro, más que una anécdota.

¿Qué está leyendo estos días?
Poesías reunidas, de T. S. Eliot; La buena reputación, de Ignacio Martínez de Pisón; El ruido del mundo, de Ignacio García Valiño; Las ciudades carnales, de Zoe Oldenbourg; La infancia de Jesús, de Coetzee…

 Si no hubiese sido escritora, ¿qué le habría gustado ser?
Astronauta, o una aventurera de esas que escalan enormes montañas y cuando vuelven a casa dicen que han tocado el techo del mundo. Aunque creo, siendo realista, que sobre todo hubiese sido una médica de pueblo bastante aceptable. 

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