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Unamuno, biografía del pensador hiperactivo
Reflexionó, opinó, escribió y actuó en todos los frentes.
29 de septiembre de 2024. Estandarte.com
Qué: Biografía de Miguel de Unamuno
En el volumen que dedican a Miguel de Unamuno, Colette y Jean-Claude Rabaté, publicado por Taurus, recuperan este testimonio del pensador sobre sus recuerdos familiares: “Me he criado en una familia de puritanos, sequedad y fórmula, así es que mis afectos son profundos pero secos (...). He mamado con la leche el escepticismo”.
Miguel de Unamuno nace en Bilbao en 1864 en una familia numerosa dedicada a las harinas y al pan. Su padre muere prematuramente y la severidad y la austeridad se instalan en el clima familiar. De pequeño le interesa dibujar, pero las lecturas de Kant, Descartes o Hegel le hacen adoptar la decisión de estudiar filosofía. Marchar a Madrid, donde no se siente bien: la ciudad no le gusta, echa de menos a su novia…
Pensando en regresar y establecerse en su ciudad, Unamuno oposita a un par de plazas en el Instituto de Bilbao, que no consigue, lo que proporcionará una amarga sensación de fracaso. Para hacer frente a la mala situación económica comienza a dar clases en un colegio y particulares.
También colabora en la prensa local, entrando en polémicas con personajes como Sabino Arana, que lo considerará españolista ya que Unamuno había afirmado que el vascuence estaba próximo a desaparecer y que el bilingüismo no era posible.
El joven Unamuno persevera en su intención de conseguir una plaza por oposición y vuelve a Madrid para seguir estudiando. En esta etapa de juventud, estudio y esperanzas la alegría le llega en forma amor: en enero de 1891, se casa con Concha Lizárraga, de la que estaba enamorado desde niño, y con quien tendrá nueve hijos. Meses después, su trabajo es recompensado y obtiene por fin la cátedra de griego en la Universidad de Salamanca.
En esa ciudad van naciendo hijos a buen ritmo. Unamuno se centra en su actividad académica, en la traducción y en una de sus pasiones, la política.
Abraza la causa del socialismo hacia 1894, pero se desencanta tres años después, coincidiendo con una grave crisis personal de 1897 donde se juntan cansancio, angustia, dolor ante la enfermedad de un hijo y pensamientos suicidas. Finalmente cae en una gran depresión.
Representante destacado de la generación del 98, Unamuno fue uno de los pocos intelectuales que querían la independencia de Cuba. La apoyó con vehemencia, ninguna novedad en alguien que lo era: “Mientras subsistan máximas tan estúpidas, inhumanas y criminales como aquellas de España para los españoles, América para los americanos, Bilbao para los bilbaínos, ni habrá nunca paz verdadera, ni verdadero progreso”.
El “desastre” acabaría por darle la razón. Su actividad literaria, periodística, ensayística y filosófica en esta época, es una reflexión continua sobre la historia, el presente del país y su necesidad de renovación y regeneración.
No tiene problema en hablar con libertad de todo. En sus sermones laicos se despacha a gusto sobre economía, política, religión, lo que le hace entrar en polémica con la Iglesia, la monarquía… Se manifiesta antitaurino y cuando estalla la Gran Guerra, aliadófilo y contrario a la neutralidad de España.
Convertido ya en agitador de conciencias, Unamuno es destituido por el ministro de Instrucción Pública del rectorado por razones políticas. No conseguirán callarlo.
Sus constantes ataques al rey y al dictador Primo de Rivera, del que dirá “que no tiene más seso que una rana” son esgrimidos como causas de su destierro a Fuerteventura, en febrero de 1924. Las vacaciones en el exilio de Fuerteventura, donde lee, pasea y escribe innumerables cartas, no duran mucho. Pronto será indultado, aunque él decide continuar de forma voluntaria su exilio en Francia.
Con la caída del régimen de Primo de Rivera, Unamuno ultima su vuelta a España. Salamanca le prepara una calurosa acogida. La vuelta a la patria, a la vida docente es también la vuelta a la escena política con renovados bríos: se presenta como candidato a concejal por la unión republicano-socialista para las elecciones del 12 de abril de 1931 y resulta elegido.
Desde el balcón del ayuntamiento, el filósofo proclama dos días después la República. Pero prematuramente el escritor e intelectual, empieza a desencantarse con el gobierno en el que tantas expectativas había puesto. En 1933 declarará: “He dicho que me dolía España y hoy me sigue doliendo. Y me duele, además, su república”.
Con los últimos años de su vida, llegan algunos reconocimientos: es nombrado Rector vitalicio de la Universidad de Salamanca, que crea una cátedra con su nombre y en 1935, en pleno desencanto político que muestra con toda claridad, es nombrado ciudadano de honor de la República. Su rechazo es tan grande que al iniciarse la guerra civil, quiso ver en el bando rebelde posibilidades de regeneración y cambio.
Tampoco duró mucho su apoyo al levantamiento, sobre todo al ser consciente de la represión en Salamanca, que tocó de lleno a muchos de sus amigos.
Tendrá oportunidad de exponer su desacuerdo en la fiesta de la raza, el 12 de octubre de 1936, cuando pronuncia su “conquistar no es convertir. Vencer no es convencer” dirigido al general sublevado Millán Astray. Tras el incidente es confinado en su propia casa de Salamanca.
Tanto sus amigos repúblicanos como los fascistas lo ven como un traidor y desconfían de sus vaivenes. Aislado, experimenta un doloroso exilio interior al que no sobrevive ya muchos meses. Muere el último día de 1936.
La intensa vida de Unamuno tuvo su correlato en la escritura. Colaborador toda su vida en prensa, escritor incansable de cartas, Unamuno alumbró también una obra literaria y filosófica de primer orden en la que cultivó todos los genéros: relatos, novelas, poesía, teatro, ensayo…
En la narrativa agrupó sus cuentos en un volumen titulado El espejo de la muerte, mientras que por lo respecta a la novela, le dio como para innovar en el género y se inventó las “nivolas” un género que detalla en Niebla. Allí explica que en sus “nivolas” no hay argumento, “diálogo, sobre todo diálogo” es lo que hay. Entre sus novelas o nivolas destacan Paz en la guerra (1897), Amor y pedagogía (1902), la mencionada Niebla (1914), Abel Sánchez (1917) y La tía Tula (1921). San Manuel Bueno, mártir (1930) comparte ese género también pero un contenido sumamente filosófico. Del sentimiento trágico de la vida (1912) y La agonía del cristianismo (1925) completan su producción más puramente filosófica.
A la poesía también se entregará Unamuno en recopilatorios como Poesías (1907) o El Cristo de Velázquez (1920), de temática religiosa. En el teatro vuelve a alcanzar cotas altas en obras como La esfinge (1898), La venda (1899) o El otro (1932). Y muy recordados serán siempre sus libros de viaje donde mezcla la opinión, el ensayo, la descripción… Es el caso de textos como Por tierras de España y Portugal (1911) y Andanzas y visiones españolas (1922) entre otros.
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