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Biografía de Juan Marsé

El narrador genuino que mejor escribió sobre la Barcelona de la posguerra.

17 de marzo de 2024. Estandarte.com

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Biografía de Juan Marsé

Marsé fue un narrador genuino, contó como pocos la Barcelona de la posguerra, una época de ignominia en lo social, lo político, lo moral y lo religioso, recreada en novelas de atmósfera enrarecida y decadente, en las que cabe el humor y la sátira y deslumbra su prosa vibrante y fresca. Nació en Barcelona el 8 de enero de 1933 y murió en esa misma ciudad el 18 de julio de 2020. Allí vivió la mayor parte de su vida, dedicado, desde 1966, a la literatura. Escribía en castellano, pero, como él mismo señaló en alguna ocasión, su lengua literaria era hija de la convivencia en Cataluña del catalán y el castellano. Lengua enriquecida por ese mestizaje, por muchas lecturas, cómics, aventis (narraciones orales más o menos improvisadas), cine…

En su casa hacía falta que entrara más dinero, así que con 13 años dejó los estudios y se incorporó a un taller de joyería como aprendiz. Aquello ocupaba sus mañanas; por la tarde colaboraba en una revista de cine y encontraba ratos para escribir. Sus primeras publicaciones fueron relatos para la revista Ínsula, gracias a su amiga Paulina Crusat, escritora, crítica, traductora y persona clave en el impulso de la vocación literaria de Marsé. Con Encerrados con un solo juguete, finalista del Premio Biblioteca Breve de Seix Barral, se estrenó como novelista, en 1958. Después vendría Esta cara de la luna, obra que escribió en apenas tres meses y luego repudió –nunca quiso reeditar–, y en 1965 Últimas tardes con Teresa, una novela magistral que planeó en París, ciudad donde vivió varios años siguiendo el consejo de dos de sus grandes amigos, Jaime Gil de Biedma y Carlos Barral. Allí trabajó en un laboratorio, tradujo guiones y dio clases de español, entre otras alumnas a Teresa Casadesús, de quien tomó el nombre para su novela, que escribió ya a su vuelta a Barcelona, donde se casó con Joaquina Hoyas, con quien tuvo dos hijos: Alejandro y Berta.

En Últimas tardes con Teresa cuenta los amores de Pijoaparte, un charnego que intenta abrirse camino en una sociedad que le es ajena por la lengua, las costumbres…, y Teresa, una joven estudiante de buena familia; retrata la Barcelona de después de la Guerra Civil, su proletariado y su burguesía, y describe un mundo de contradicciones a partir de un malentendido juvenil. Tras publicar esa novela, con la que obtuvo el Premio Biblioteca Breve en 1965 y que, como se señala en la página web de la Agencia Literaria Carmen Balcells –su agente– es un hito de la literatura española contemporánea, que consolidó internacionalmente el nombre de su autor, Marsé dejó el taller y se dedicó a escribir, no solo narrativa, también guiones de cine, artículos periodísticos en revista como Bocaccio Por favor.

Escribía lento, corregía constantemente, estaba atento a muchos detalles; trabajaba en sus textos con la minuciosidad y la paciencia de la artesanía y –como afirmó en el discurso con el que recogió el Premio Cervantes, que se le concedió en 2008– buscaba “alguna forma de belleza”.

Llenó sus novelas de personajes creíbles, cercanos y veraces. Adicto al realismo, como se declaró en el citado discurso, también dejó claro que solo la ficción, la dimensión de lo irreal o lo imaginado de la obra puede mantener la estructura. “[…] admitir que lo inventado puede tener más peso y solvencia que lo real, más vida propia y más sentido, y en consecuencia, más posibilidades de pervivencia frente al olvido. Como nos enseñó Don Quijote”. Su fabulación le debe tanto al influjo de Dickens, Stendhal, Baroja o Galdós como al cine y a directores como Chaplin, Renoir, Lubitsch, Walsh, Lang, De Sica, Buñuel, Erice, Truffaut, Welles, Bardem, Berlanga y Azcona, Keaton o Hitchcock. Pasando de lo particular a lo representativo, de la historia pequeña a la Historia general, creaba entrelazando imaginación y memoria.

En sus novelas recogió su vida, según declaró en una entrevista con María Escobedo de 2011 (Cuadernos Hispanoamericanos, nº 732, 2011). “Mis memorias están en mis novelas. Cosas vividas o que podría haber vivido […]”, dijo. Él conocía bien ese Monte Carmelo de Barcelona de Últimas tardes con Teresa; los protagonistas de Si te dicen que caí (1973) se inspiran en aquellos con los que compartió juegos, miedo, hambre y frío durante su niñez y adolescencia en las calles de Barcelona; Caligrafía de los sueños (2011) está protagonizada por Ringo, un muchacho que escribe y alimenta sus sueños en los cines de la periferia, como hiciera Marsé que gracias a conocidos de su padre adoptivo –su madre murió en el parto y fue adoptado por la familia Marsé Carbó– podía colarse a menudo en sesiones dobles. Por sus libros aparecen una y otra vez temas como el padre ausente, los niños que juegan en la calle, el barrio del Carmelo, el mundo del cine, el conflicto entre apariencia y realidad o la fascinación juvenil por la violencia.

El reconocimiento que recibió con Últimas tardes con Teresa se repitió en muchas otras de sus novelas: aparte de los lectores y la crítica, lo reflejan premios como el Premio Internacional de Novela que recibió Si te dicen que caí en México (tuvo que publicarla en ese país, porque en España fue censurada); el Planeta en 1978 para La muchacha de las bragas de oro; el Ciudad de Barcelona para Ronda del Guinardó (1984); el Ateneo de Sevilla por El amante bilingüe (1990); el Premio de la Crítica y el Nacional de las Letras por Rabos de lagartija (2000), entre otros y además del Cervantes. Una de las reflexiones sobre la escritura que compartió cuando recogió este premio nos sirven para terminar: “[…] procura tener una buena historia que contar, y procura contarla bien, es decir, esmerándote en el lenguaje; porque será el buen uso de la lengua, no solamente la singularidad, la bondad o la oportunidad de tema, lo que va a preservar la obra del moho del tiempo”.

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