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Jorge Guillén, poesía en estado puro
Su obra limpia, melancólica y también gozosa transmite sosiego y esperanza.
07 de diciembre de 2024. Estandarte.com
Qué: Biografía de Jorge Guillén
De todos los retratos de Jorge Guillén nos gusta especialmente uno donde aparece tocado con boina y nos gusta porque retrata una mirada cercana, serena, una sonrisa afable y tranquilizadora, tan suya, reflejo de una actitud ante la vida que también vemos en sus versos.
Los poemas de Jorge Guillén son versos vivos, equilibrados y depurados, que empezó a escribir tarde, pero que lo llevaron a la cima de la poética.
Considerado como el más clásico de la generación del 27, Jorge Guillén nació en Valladolid el 18 de enero de 1893 en una familia de ideas liberales; era el mayor de cinco hermanos, cursó los primeros estudios en su ciudad natal y los completó a los dieciséis años cuando le enviaron a Suiza. Y en Suiza empieza la que parece una vocación viajera, un vaivén itinerante que le acompañará durante largos años.
Vuelve a España para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid; vive en la Residencia de Estudiantes, emblemático lugar de nuestra cultura y germen de una extraordinaria generación; recordemos que allí residieron también Federico García Lorca, Luis Buñuel, Salvador Dalí y Severo Ochoa y que allí acudían con asiduidad Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset, Pedro Salinas, Eugenio D’Ors, Manuel de Falla o Rafael Alberti. Si bien estudió en Madrid se licenció en la Universidad de Granada en 1913.
Gran amigo de Pedro Salinas (Madrid, 1892-Boston, 1951), les unió el afán por lograr una poesía conceptual, pura. Fue como él profesor universitario, y como él, fue lector de español, cuando en 1917 le sucedió en esta tarea en la Universidad de la Sorbona. Allí, en París, conoce a Paul Valéry, un poeta que –como cuenta la biografía que publica la Fundación Jorge Guillén, ubicada en Valladolid– resultó ser, por su poesía pura, una de sus más destacadas influencias, lo mismo que Charles Baudelaire por su organización poética en un solo libro, y Walt Whitman por su júbilo y exaltación de lo vital. En ese periodo que duró hasta 1923, empieza a redactar la que sería su gran obra, Cántico; se casa con Germaine Cohen, escribe críticas literarias y publica alguna poesía en La Pluma y Revista de Occidente.
Estamos ahora de nuevo en España. En 1926 ocupa la Cátedra de Literatura de la Universidad de Murcia; dos años más tarde aparece en la Revista de Occidente, la primera edición de Cántico; viaja a Oxford donde realiza un lectorado entre 1929 y 1931, año, este último, en el que vuelve para trabajar en la Universidad de Sevilla. La Guerra Civil, tras diversas vicisitudes, entre ellas el encarcelamiento durante una estancia en Pamplona, le abocó al exilio.
Comienza el periplo americano y una nueva percepción del mundo y sus miserias que trasladará a su otra gran obra, Clamor. Imparte clases en las universidades de Middlebury y McGill (Montreal) y en el Wellesley College (Massachusetts) donde permaneció hasta su jubilación en 1957. Fue este un periodo de enorme tristeza, por el exilio, las consecuencias de la guerra y las dolorosas muertes de su mujer en 1947 y de Pedro Salinas, 1951. Sentimientos que plasma, por ejemplo, en Sobrevivir con unos versos que destilan un intenso dolor y desolación:
“¡Sobrevivir a tanto muerto!
Columbro la muerte más cerca.
Un cenit invertido y yerto
se ve en el agua de la alberca.
Me han arrebatado sus vidas
los en amor supremos: seres
a quienes estaban unidas
las horas que no son deberes.
Y me siento perdido y pobre,
y no sé yo solo siquiera
flotar sin temer que zozobre
mi tabla de floja madera.
Aquí están su libro y su plato,
nuestro gozo y dolor comunes.
Sin mis muertos, nada me es grato
como ayer. - ¿Qué es hoy?... Triste lunes.
No es de mi sol la luz actual
ni me penetran sus destellos.
A la vida le falta sal.
Voy muriéndome ya con Ellos.”
Viaja a Italia y es en Florencia donde conoce a Irene Mochi-Sismondi con la que se casaría en Bogotá, en 1961. Se trasladan a Málaga, aunque antes, en 1958 impartió un curso en Harvard (Cambridge, Massachusetts) y continuó enseñando en Chile hasta que una rotura de cadera le obligó a dejar la docencia. En Málaga permanecerá hasta su muerte, en 1984.
Pero ni tanto movimiento geográfico ni tanta actividad, fuente al tiempo de enriquecedoras vivencias, restaron tiempo que dedicar a una poesía única que nos traslada a dos épocas de su vida delimitadas por el exilio. La primera tiene a Cántico como símbolo, un libro que en su primera edición tenía 75 poemas que aumentó a lo largo de los años hasta los más de 300 de su versión definitiva en 1950. Es una obra armónica, bien estudiada donde cada nuevo poema se inserta entre los anteriores en busca de la unidad. Dividido en cinco partes, muestra admiración hacia la perfección de la naturaleza (“el mundo está bien hecho”, dice), hacia la luminosidad, la primavera, la luz, la vida, de la que afirma que es hermosa simplemente por serlo. Para Guillén el amor no es sufrimiento al modo de los románticos sino la cima del vivir, e incluso encara la muerte con una actitud consoladoramente serena. Lo hace con versos de absoluta pureza, de lenguaje elaborado, en busca de la esencia, sin adornos, con palabras escogidas, pocos verbos, y muchos monosílabos y exclamaciones, pero con una densidad intensa que pide una lectura lenta, para llegar al fondo de su pensamiento. En Más verdad, sentimos esa necesidad de realidad, esa contemplación gozosa del sol, los valles, las cumbres:
Sí, más verdad,
Objeto de mi gana.
Jamás, jamás engaños escogidos.
¿Yo escojo? Yo recojo
La verdad impaciente,
Esa verdad que espera a mi palabra.
¿Cumbre? Sí, cumbre
Dulcemente continua hasta los valles:
Un rugoso relieve entre relieves.
Todo me asombra junto.
Y la verdad
Hacia mí se abalanza, me atropella.
Más sol,
Venga ese mundo soleado,
Superior al deseo
Del fuerte
Venga más sol feroz.
¡Más, más verdad!
En 1950 completó Cántico y ese mismo año comenzó una nueva etapa con Clamor, una obra dividida en tres partes tituladas Maremágnum (1957), Que van a dar en la mar (1960) y A la altura de las circunstancias (1963). Es un nuevo ciclo y una nueva visión donde reconoce que ese mundo bien hecho, es un mundo mal hecho. Son sensaciones de angustia y denuncia que dan testimonio del mal y el desorden consecuencia de la injusticia, la guerra, la opresión o las persecuciones, el exilio, la dictadura y la barbarie de la que da cuenta, por ejemplo, en la segunda estrofa de La sangre al río:
(…) Entre las sangres de todos juntos, / Juntos formaban una red de miedo. / También demacra el miedo al que asesina, / Y el aterrado rostro palidece, / Frente a la cal de la pared postrera, / Como el semblante de quien es tan puro / Que mata. (…).
Trabajador infatigable, tras estas dos obras –anverso y reverso de la realidad–, el poeta publicó Homenaje (1967), dedicado a personajes de las artes y las letras de la historia, al que le siguieron Y otros poemas (1973) y Final que redondean el trabajo de toda una vida.
Jorge Guillén recibió el Premio Cervantes en 1976, y al año siguiente el Premio Internacional Alfonso Reyes y fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía en 1983.
Murió el 6 de febrero de 1984 y está enterrado en el Cementerio Anglicano de San Jorge, en Málaga.
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