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José Martínez Ruiz, Azorín

Azorín fue el inventor de la “generación del 98”.

02 de marzo de 2024. Estandarte.com

Qué: Biografía Autor: José Martínez Ruiz, Azorín Cuándo: 1873 - 1967

Azorín (José Martínez Ruiz) nació en Monóvar, Alicante, en junio de 1873. Era el mayor de nueve hermanos que crecieron en el seno de una familia acomodada y burguesa. El nombre no era lo único que iba a cambiar Azorín a lo largo de su vida.

Tras empezar su formación con los Escolapios de Yecla, Azorín marchó a Valencia en 1888 a estudiar derecho. Allí despierta su inclinación por el periodismo y la escritura y también su interés por las ideas revolucionarias y anarquistas, algo que variará radicalmente a lo largo de su vida. Como señaló Vargas Llosa, al margen de aquel «periodo de juveniles y mansas simpatías anarquistas», Azorín «fue un conservador en términos políticos, porque defendió a partidos o líderes de esta tendencia, y, en la etapa final de su vida, incluso, llegó a solidarizarse con el régimen franquista, debilidad —lamentable, sin duda— que pagaría caro, pues su obra, desde entonces, quedó muy injustamente exorcizada en su conjunto por buena parte de la intelectualidad como “de derechas”».

La pasión por escribir pronto se desataría tanto en los periódicos con los que colaboraba como en las obras que había empezado a publicar: Moratín (1893) o Buscapiés (1894), para las que utilizaría pseudónimos como Cándido o Ahrrimán, hoy día prácticamente imposibles de encontrar. Ya en Madrid traba amistad con otros jóvenes literatos, como Valle-Inclán, Baroja o Juan Ramón Jiménez, a quienes más tarde se conocería como la Generación del 98. La denominación, por cierto, se la inventó el propio Azorín en el ensayo Clásicos y modernos, de 1913, un género que cultivará por extenso ya que le permitirá desarrollar los puntos fuertes de su escritura: la atención y descripción del paisaje y la tradición cultural española. Entre las obras que desarrollan esta última temática destacan Ruta de Don Quijote (1905), Los valores literarios (1914) y Al margen de los clásicos (1915). En ellas intenta despertar la curiosidad y el interés del lector ofreciendo su característica lectura impresionista de los textos. 

En Azorín el ensayo se une a las novelas en la intención del estilo, una de las notas más destacadas de su literatura. El argumento cederá importancia ante el poderío y el despliegue del lenguaje. Es la manera en que Azorín se reivindica. Busca y rebusca en su lengua, en su tierra, en su pasado hasta desempolvar términos en desuso que renueva a menudo en curiosas series de adjetivos. “El estilo no es nada –dirá–. El estilo es escribir de tal manera que quien lo lea piense: esto lo hago yo. Y que, sin embargo, no pueda hacer eso tan sencillo –quien así lo crea-; y que eso que no es nada, sea lo más difícil, lo más trabajoso, lo más complicado”. Nadie ha definido mejor que el propio Azorín su escritura obsesionada con el estilo y la pureza

En cuanto a las novelas, ya había apareceido en 1902 La voluntad, a la que seguirá un año después Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo. Son libros con una fuerte carga autobiográfica. Abandonará esta en una segunda etapa de sus novelas caracterizada no tanto por su vida, sino por sus inquietudes e incluso obesiones. A ella corresponden las revisiones del mito de Don Juan, en la novela del mismo nombre, y también Doña Inés, de 1925. A continuación  su obra se hace inquieta y se interesa por las vanguardias. A esta etapa pertenecen Félix Vargas (1928), Superrealismo (1929) y Pueblo (1939). El trauma de la guerra civil se materializará en un silencio roto en los años 40 con los títulos El escritor (1941), María Fontán (1943) y La isla sin aurora (1944).

La vida periodística continuaba su curso. Desde 1905 era colaborador de ABC, donde permanecerá hasta el final de sus días. Allí publica la serie Los pueblos, donde demuestra su maestría en la descripción paisajística. En 1924 con motivo de su ingreso en la RAE, escribe el discurso Una hora de España, uno de sus textos más recordados.

El teatro también lo cultivó, con títulos como Comedia del arte, de 1927, o la trilogía Lo invisible, un año después, aunque en este género no tendrá ningún éxito. 

Vitalmente, eligió el exilio en Francia durante la guerra civil española. Se instaló en París con su esposa, Julia Guinda Urzanqui. Vivieron en la capital francesa desde 1938 hasta 1939, año en que Azorín, finalizada la contienda, pidió a las autoridades franquistas que le facilitaran el regreso a España. Según relata Ramón F. Llorens en El último Azorín, este breve exilio de José Martínez Ruiz «fue voluntario, debido a razones psicológicas». «En circunstancias de guerra —añade Llorens— Azorín se siente incapaz de continuar su tarea de escritor al sentirse perseguido y siente el temor de perder su trabajo». A lo largo de aquel año en Francia, Azorín se ganó la vida con sus colaboraciones en el diario argentino La Prensa.

Al volver a Madrid, prefirió recrearse en cierto aislamiento junto con sus recuerdos materializados luego en Posdata (1959), dedicado a recuperar algunas de sus vivencias más íntimas, y la relectura de sus clásicos más queridos. En 1946 publicó sus Memorias inmemoriales y recuperó su labor como articulista. En sus últimos años se mostró un apasionado y asiduo espectador cinematográfico, actividad que supo llevar a la pluma. Por esta actividad el Círculo de escritores cinematográficos le concedió en 1950 la Medalla a la mejor labor literaria. Falleció en Madrid, el 2 de marzo de 1967.

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