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Mario Benedetti, poeta en verso y prosa

Militante de la vida y creador de páginas de conmovedora hondura.

12 de marzo de 2024. Estandarte.com

Qué: Biografía de Mario Benedetti

Cuando Mario Benedetti falleció la gente le llevó flores, pero también lápices y bolígrafos como había sugerido en uno de sus poemas. Uruguay, el mismo país –su país– del que muchos años atrás tuvo que exiliarse, le rindió grandes honores, y en el aire todavía circulaban ecos de sus poesías, recitadas por cientos de personas a los dos lados del Atlántico que intentaban transmitirle fuerza y cariño tras enterarse de que su estado de salud había empeorado.

Era principios de mayo de 2009 y José Saramago y Pilar del Río invitaban a los ciudadanos del mundo a crear una “cadena de poesía por Benedetti”. El escritor del eterno bigote y la mirada entrañable, de la nostalgia y la ironía, murió días después, el 17 de mayo en Montevideo con 88 años.

Los homenajes siguieron y siguen. En 2020 se celebró el centenario de su nacimiento (nació en Paso de los Toros –Tacuarembó– el 14 de septiembre de 1920) con iniciativas como la publicación del libro Cien veces Benedetti (Fundación Benedetti, 2019), la distribución por parte de la agencia EFE de una selección de sus artículos periodísticos, o el Congreso Internacional 100 años de Mario Benedetti que tiene previsto celebrar en octubre el Centro de Estudios Literarios Iberoamericanos de la Universidad de Alicante, que lleva su nombre (CeMaB).

Con esta universidad, Benedetti tuvo una relación muy especial que se materializó, además de en ese centro de estudios, en congresos, cursos, presentaciones; en la investidura como doctor honoris causa en 1997 o en la donación a ese centro de parte de su biblioteca personal cuando en 2006 decidió dejar España y trasladarse definitivamente a Montevideo.

Ese año, 2006, falleció Luz López Alegre, su mujer y su compañera desde que eran adolescentes, y él empezó a apagarse, pero todavía encontraba fuerzas para la escritura. Lo mismo le había ocurrido de joven: escribía a pesar de que, como las cosas económicamente no iban bien en casa de sus padres, desde muy pronto (14 años) ejerció empleos muy diversos que le obligaron a dejar las clases presenciales y terminar bachillerato por libre.

Trabajó en una fábrica y tienda de repuestos de automóvil, fue taquígrafo, administrativo en una inmobiliaria, empleado público y periodista, oficio este último del que no se desligó –como sí lo haría del resto de empleos– y que le llevó a las redacciones de medios como la revista Marcha, Marginalia, Número o también, ya en España, a las páginas de opinión de El País.

Fue un escritor prolífico y comprometido con su tiempo, combativo contra la injusticia y la desigualdad, que se retrató política e ideológicamente en acciones como la participación en el movimiento contra el Tratado Militar con Estados Unidos a finales de los años cincuenta. En este país vivió cinco meses en 1960 y se le atragantó –según dijo él mismo– por el materialismo, el racismo y la desigualdad; sin embargo, se aproximó junto a otros intelectuales a la Revolución cubana, a la que quiso ver como un “sacudón […] que transformó en verosímil lo que hasta entonces había sido fantástico”.  

En esos años vivió una intensa actividad política e intelectual. A la escritura (que no cesa nunca y que ya ha dejado obras tan importantes como Poemas de la oficina –1956– o la novela La tregua –1960–), se suman los viajes (México, La Habana, París, Argel); la participación en congresos literarios y en el Consejo de Dirección de Casa de las Américas, donde funda y dirige el Centro de Investigaciones Literarias; la cofundación en 1971 del Movimiento de Independientes 26 de marzo que integrará la coalición de izquierda Frente Amplio, o la dirección del Departamento de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República en Montevideo.

El golpe de Estado militar del 27 de junio de 1973 dio paso a la dictadura y con ella al exilio de Benedetti. Su primer destino fue Buenos Aires, pero allí la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) le amenazó de muerte; se dirigió a Perú y después a Cuba, donde se reincorpora al Consejo de Dirección de la Casa de las Américas. Por supuesto, siguió escribiendo: Letras de emergencia (1973), Con y sin nostalgia (1977), Pedro y el capitán (1979), entre otros.

En 1980 se trasladó a España, primero Palma de Mallorca y luego Madrid, ciudad en la que residía cuando en 1985 Uruguay volvió a ser una democracia. Desde entonces, y hasta 2006, el escritor alternó entre Montevideo y Madrid.

El exilio da forma a su vida y se cuela en sus libros: “Yo diría que hay que empezar a apoderarse de las calles. De las esquinas. Del cielo. De los cafés. Del sol, y lo que es más importante, de la sombra. Cuando uno llega a percibir que una calle no le es extranjera, sólo entonces la calle deja de mirarlo a uno como a un extraño”, dice a través de Don Rafael, uno de los personajes de Primavera con una esquina rota (1982), un libro en el que, con un lenguaje cercano y hermoso, hay ternura, denuncia, historia, esperanza..., y por el que Amnistía Internacional le concedió el Premio Llama de Oro.

Recibió muchos otros premios y reconocimientos a lo largo de su vida, como la Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral por el Estado de Chile (1996); el Premio Morosoli de Plata de Literatura, entregado por la Fundación Lolita Rubial, de Minas, Uruguay (1996), o el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1999)…

Algunos de sus poemas se hicieron canciones con la complicidad de músicos como Daniel Vigliettio Joan Manuel Serrat. Uno de sus poemas circula recurrentemente por las redes sociales en busca de antídotos contra la angustia: Defensa de la alegría (“Defender la alegría como una trinchera / defenderla del escándalo y la rutina / de la miseria y los miserables / de las ausencias transitorias / y las definitivas […]”).

¿Puede existir mayor reconocimiento que este para alguien que se declaraba “militante de la vida”? Se preocupó por el día a día, manejó la ironía, el humor, la ternura; expuso en cuentos duros y conmovedores escenas de represión y dolor, cantó al amor, a la patria y a las patrias suplentes… Humanizó con la palabra y nos invitó a no salvarnos:

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca […]

Cuando murió estaba repasando su último libro: Biografía para encontrarme, una antología de 62 poemas. Encontraremos a Benedetti en esas páginas íntimas y conmovedores, pero también en todas las anteriores: en sus poemas, sus cuentos, su teatro y su ensayo, su crítica literaria y sus crónicas humorísticas. Se regaló en sus escritos.

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