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Agatha Christie, reina de la novela policíaca

Reina de la novela policíaca y creadora de inolvidables personajes.

12 de enero de 2024. Estandarte.com

Qué: Biografía de Agatha Christie

«Una de las mejores cosas que le pueden pasar a uno en la vida es una infancia feliz. La mía lo fue. Tuve una casa y un jardín que me gustaban mucho, una juiciosa y paciente nodriza, y por padres dos personas que se amaban tiernamente y cuyo matrimonio y paternidad fueron todo un éxito». Así comienza Agatha Christie su Autobiografía (Editorial Molino, 1978; Espasa Libros, 2019), un ir y venir de recuerdos que cuando deja de escribirla, a los 75 años, vuelve a agradecer la hermosa vida que ha tenido y todo el amor que ha recibido.

Cierto, Christie tuvo una larga, completa, imaginativa, viajera y productiva vida; motivada en gran parte por su amor por los libros y, sobre todo, por la escritura. Una vocación que vio ampliamente colmada con unas novelas, casi siempre en el campo del crimen, tocadas por el éxito.

Esa vida feliz, no dejó de tener sus claroscuros, sus contradicciones, su lucha entre el ser auténtico y el ser que se desea. Fue, cuenta Rosa Montero, en Historias de Mujeres (Alfaguara), una mujer dominada por el deseo de perfección y orden propios de la era victoriana, una aspiración que traslada a sus relatos policíacos, a su aspecto físico y sus deseos; pero también fue una mujer apasionada, aventurera, capaz de vivir –si hacía falta– en una tienda de campaña.

Perfección frente caos, mantener el tipo, no deslucir la imagen son constantes que no acaban de esconder su autenticidad. Dice Montero: «En donde no hay ningún fingimiento es en el gusto por la vida que Agatha Christie tenía, en su pasión, en su regocijante capacidad para ser feliz. Basta con leer Ven y dime cómo vives, un delicioso librito autobiográfico, para apreciar la sustancial humanidad de la escritora, para ver cómo corre la sangre por sus venas y cómo la existencia puede ser una gloria».

Ese recorrido en busca del recuerdo, la felicidad, del gozo de vivir, de perfección se plasman de forma gráfica en los retratos de su infancia –pelo rubio, rizos, puntillas y lazos– que relatan un ambiente escogido; de sus padres, hermanos, de la nursie; fotos del jardín de su casa, su abuela, sus tías –absolutamente victorianas–, de sus dos maridos o de los viajes, muchos de ellos exóticos e inspiradores de relatos como Muerte en el Nilo, Asesinato en Mesopotamia Cita con la muerte. Imágenes que cuentan una plena historia personal.

Agatha Mary Clarissa Miller nació en Torquay (Reino Unido) el 15 de septiembre de 1890. Las ideas de sus padres, la vida en el campo y la soledad (era la menor de tres hermanos, un chico y una chica que apenas, por la diferencia de edad, participaron en su vida y juegos) hicieron de ella una niña imaginativa, al cuidado de su nursie, siempre rodeada de mascotas y amigos invisibles con los que imaginaba curiosas historias. No fue a la escuela, de su educación se encargaron sus padres quienes le enseñaron a leer, escribir y a moverse entre números.

Era la suya una familia acomodada, sin problemas aparentes, que le regaló una infancia feliz. Su padre, Frederick Alvah Miller, un agente de bolsa ameno, atento y entusiasta y su madre, Clarissa Margaret Boehmer, una mujer volcada en sus ideas esotéricas, pusieron en práctica con su hija menor su modo de entender la educación y formación.

Así creció, con sus pájaros o su perro, con sus paseos por el jardín, con sus libros. Lectora empedernida, disfrutó con los cuentos infantiles de su época para, a medida que fue creciendo, caer en la magia de Walter Scott, John Milton, Jane Austen, Wilkie Collins Conan Doyle; este último le inició en el camino del misterio, lo mismo que Chesterton Allan Poe.

La muerte de su padre en 1901 marcó un nuevo hito en su vida, madre e hija se encontraron con una situación ruinosa que les obligó a cambiar su ritmo de vida, aunque curiosamente Christie pudo ir a estudiar a París –donde estuvo desde 1905 hasta 1910– y a su vuelta viajó con su madre, enferma, a El Cairo, donde pasaron seis meses viviendo en un hotel.

De vuelta a Torquay, disfrutó de su juventud, meriendas, tenis, amigas, amoríos. Encontrar marido, en aquellos tiempos era un fin, y es lo que hizo. Aunque cuenta también que había mujeres que no soñaban con casarse, tenían otras vocaciones, la religiosa o la dedicada al cuidado de enfermos.

«Pero el matrimonio era el tema principal y con quién se casaría una era el interrogante de su vida». No era partidaria del trabajo en la mujer y aplaudía la forma de manejar el matrimonio propia de la era victoriana, que se podía resumir en un tú impones las reglas, pero yo hago lo que quiero de tal manera que tu dignidad no se vea afectada.

La escritora mantuvo esa idea: escribió mucho (no se consideraba un trabajo), ejerció como enfermera durante la Gran Guerra y se casó dos veces. Con Archibald –Archie– Christie, vivió un matrimonio de altibajos, activa vida social, viajes y cierta frivolidad que no acababa de encajar con la manera de ser de Agatha. Se casaron en 1914 durante un permiso de Archie, piloto del cuerpo de aviación; tuvieron una hija, Rosalind, y se divorciaron en 1928. Dos años antes, al conocer la existencia de otra mujer, Agatha Christie protagonizó una misteriosa desaparición que mantuvo en vilo al país durante diez días y del que ella nunca habló.

Con su segundo marido, Max Mallowan un arqueólogo, catorce años menor que ella, vivió un largo periodo de felicidad, que duró hasta su muerte. Con él recorrió ciudades exóticas que le sirvieron de inspiración para novelas ambientadas en el Medio Oriente, como Asesinato en el Orient Express; mientras que Torquay fue el escenario y la puesta en escena de la observadora e intuitiva Miss Marple, que protagonizó, entre otras, Muerte en la vicaría.

Años antes –en 1920– había publicado su primera novela policiaca, El misterioso caso de Styles, donde dio a conocer a Hércules Poirot, ese “curioso” detective, de cuidado bigote, cabeza ahuevada y brillante materia gris. Su carrera empieza a tomar un buen ritmo, escribe El misterioso señor Brown (1922) con Tommy y Tuppence Beresford como detectives protagonistas. Asesinato en el campo de golf (1923) da pie de nuevo a Poirot. El libro fue magníficamente recibido por la crítica. Tras él siguió su primer gran éxito, El asesinato de Roger Ackroyd (1926), una historia apasionante que cambió las reglas narrativas del género policiaco. En 1928 terminó El misterio del tren azul, escribió El misterio de Sittaford, y, bajo seudónimoEl pan del gigante, una novela que nada tiene que ver con detectives ni crímenes.

Diez negritos, Se anuncia un asesinato, Telón, donde muere Poirot (personaje hacia el que fue sintiendo una imparable antipatía), o, las más que exitosas obras teatrales La ratonera y Testigo de cargo, son parte de sus cerca de noventa obras entre novelas policiacas y rosas, obras de teatro y relatos que publicó, algunos de ellos, bajo el nombre de Mary Westmacott.

Si su carrera vital fue intensa, interesante y con cierto halo de misterio, su carrera literaria destacó por su enorme éxito: las ventas de sus libros solo han sido superadas por la Biblia y las obras de Shakespeare; las películas basadas en sus obras –El asesinato en el Orient Express o Testigo de cargo– han batido récords de taquilla y La ratonera, sigue registrando interesantes llenos. 

Agatha Chistie, Dama del Imperio Británico, murió el 12 de enero de 1976 y está enterrada en la Iglesia de Santa María, de Cholsey.

Sus libros se siguen leyendo y son una gran fuente de entretenimiento.

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