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Vertedero

24 de junio de 2014. José Angel Sanz

Que España es uno de los países donde más y mejor novela negra se escribe no es ninguna sorpresa. La narrativa nacional tiene suficientes exponentes genuinos como para surtir a un mercado al que muchos presumen 'in crecendo'. Sí es más inesperado que surjan autores que, sin alcanzar la treintena, posean ya la madurez que solo se espera que concedan los años de oficio. Es el caso de Manuel Barea, que con Vertedero gana el I Premio Valencia de Novela Negra y, de sopetón, se planta por derecho propio en primera línea, y en Primera división, de la escena patria.

El sevillano es de nada menos que 1989, y es imposible no compararle con nuevos valores del género como Javier Moreno o Jesús Carrasco. Recuerda a Menéndez Salmón en la esforzada selección del adjetivo preciso. La diferencia con todos ellos es que Barea está en los 24 años.

Vertedero gira en torno a la idea de venganza. Es una novela física, asfixiante, rápida en el mejor sentido del término. La fatalidad y la violencia apenas dejan respirar a sus personajes, y cuando lo hacen es para superar los flexibles -ahora lo sabemos- límites de la literatura de género. Barea escribió la obra en dos meses, una obra escenificada en el sur español de los 90, y es esa urgente pulsión la que se percibe desde el primer capitulo. Marginalidad, lealtades traicionadas y una galería de perdedores que deambulan por su propia vida. Barea es narrador y privilegiado testigo, y sabe bien abrir esa rendija por la que el lector se asoma. Hay que seguir sus pasos.

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