Pasión por leer. Pasión por escribir.

Portada > Crítica > Vercoquin-y-el-plancton-de-boris-vian_22.html

Vercoquin y el plancton

08 de marzo de 2011. Carolina León

En el trabajo de cuidada selección narrativa, de todas las épocas, al que nos tiene acostumbrados el sello Impedimenta, recientemente entró la feliz idea de rescatar la primera novela de Boris Vian, este Vercoquin y el plancton. Vian como escritor es objeto de amor y odio a partes iguales, aunque en nuestra modesta opinión su figura es siempre rescatable: literato desigual, fundador de mil cosas, irreverente y aficionado a la más alta cultura popular, muchos de sus libros están impregnados de esa gruesa convulsión melancólica que subyace a buena parte de la narrativa más interesante del siglo XX. Vercoquin no la tiene, quizá por ser su primer libro, aunque en cierto modo la carga hiperbólica y el recurso al absurdo que recorre sus páginas podría entenderse, también, como un canto de desesperanza. Sin embargo, y no queriendo rizar el rizo, en este libro encontramos otras cosas, más luminosas a simple vista: música, ritos, seducción, fiesta, irreverencia, iconoclastia y un amor por la juventud poco apropiado en una novela que fue escrita en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial

El argumento, inverosímil y burlesco, de este libro va de una fiesta a otra fiesta, pasando por el páramo de un periodo oscuro sumergido en los polvorientos despachos de un organismo público, la burocracia degradante, la alienación asegurada dentro de toda oficina: los protagonistas de esta novela buscan en realidad enamorar a la más guapa, divertirse sin freno, beber y bailar y gamberrear hasta hartarse, pero para ello -y llegar a ese desenlace digno de una comedia norteamericana pasada de rosca- tendrán que introducirse en esos espacios ajenos y fríos del trabajo . En pocos libros podremos encontrarnos un retrato más cómico y exagerado de las labores dentro de en un servicio oficial, que Vian retrata a través de su propia experiencia (en el llamado AFNOR, aquí encubierto como CNU), ridiculizando a base de absurdo, y esa parte central puede que sea, por fricción, lo mejor del libro. Ahí instalados, estos personajes en lugar de adaptarse inoculan veneno, pereza y engaños: y sacan el asunto a donde siempre debió estar. Recomendamos leerla, eso sí, sin mucho miramiento, sin detenerte demasiado en la prosa (y decimos de paso que la traducción es tremendamente buena) porque, sin ser el original francés, puede sentirse la elaboración cuidada del ritmo; la frase puede no ser perfecta, pero el swing se ha quedado dentro y. en todo momento, incluso en las retorcidas explicaciones sobre la redacción de los llamados proyectos “Nothons” en los que se afanan los burócratas, el fluido sonoro empuja la lectura hacia adelante, conjugando musicalidad y sentido del tiempo, impulsándote a cabecear y mover la punta del pie. Si llegas al final, también te habrás visto obligado a sucumbir a un sentido de la belleza y la explosión vital que, quizá, no exista más que en los periodos de guerra.

Comentarios en estandarte- 0