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Ojalá nos perdonen

16 de diciembre de 2014. Sr. Molina

Si pasamos por alto las reseñas elogiosas y los calificativos exorbitantes (de nuevo recurriendo al ya cansino tópico de «la gran novela americana»), lo cierto es que Ojalá nos perdonen depara momentos de una belleza fascinante; entrelazados, eso sí, con pasajes absolutamente prescindibles que solo buscan llamar la atención de la forma más ramplona. Que A. M. Homes tiene un pulso vivaz como narradora es indudable, si bien en un texto de estas dimensiones esa habilidad no es suficiente para evitar que haya partes que suponen un desvarío dentro de la estructura general de la novela.

Ojalá nos perdonen se inicia con unos acontecimientos terribles: George Silver es un acaudalado ejecutivo cuyo temperamento irascible le enfrenta con todos los que le rodean. Un día pierde el control y provoca un accidente, matando a una pareja e hiriendo a su hijo. Su hermano Harry debe ocuparse de los trámites de la denuncia y hablar con sus abogados, amén de consolar a la esposa de George, Jane, completamente aturdida tras el suceso. Harry queda rendido ante su cuñada y tienen una fugaz aventura que se interrumpida con brutalidad cuando el esposo burlado les encuentra juntos y mata a Jane con un golpe de lámpara. Tras el asesinato, George es internado en un psiquiátrico para enfermos mentales peligrosos y Harry queda al cargo de su legado: en particular, como es lógico, de sus dos hijos, Nate y Ashley, que han asistido con una mezcla de incredulidad y estupefacción a los acontecimientos anteriores. Solo, inseguro, acosado por todo tipo de personajes a cual más absurdo y obsesionado con un libro sobre el presidente Nixon que pretende escribir, Harry Silver irá descubriendo que la vida es un cúmulo de contrariedades que, sin embargo, puede tener momentos de una belleza sin igual.

La novela, como ven, es un trasiego de desmanes, curiosidades y personajes variopintos; una loca carrera en pos de una felicidad esquiva, pero ciertamente tangible, que Harry intuye pero a la que no sabe muy bien cómo llegar. Ojalá nos perdonen es una obra sobre la pérdida, desde luego, pero también sobre lo inesperado de las cosas buenas: sobre la sencillez de los detalles que llenan una existencia y, a veces, la dotan de sentido.

Homes traza de manera muy concienzuda ese periplo del protagonista en pos de algo que en realidad ignora. Harry es un hombre inseguro y dependiente, pero también generoso y obstinado, de manera que las dificultades a las que va haciendo frente según avanza el libro van abriendo sus ojos ante las posibilidades que ofrece su «nueva» vida. A medida que el libro avanza podremos ser testigos de una sutil transformación: desde su incertidumbre inicial irá alcanzando una cierta sabiduría que le permite afrontar sus relaciones, sus debilidades y su futuro con una templanza insólita en el personaje que conocemos al principio.

En este ámbito es donde el trabajo de la autora es más meritorio. El personaje de Harry es contradictorio y algo exagerado, pero su odisea y los cambios que va asumiendo están tratados con inteligencia y mesura; la faceta humana está siempre presente a pesar de los detalles rocambolescos que salpican la trama a lo largo de la obra. Asimismo, tanto Nate como Ashley, los hijos de George «adoptados» por Harry, también ofrecen una mirada tierna, pero coherente, acerca del despertar a la madurez (empujados por circunstancias extraordinarias, eso sí) y de la asunción de responsabilidades como consecuencia de los cambios vitales. Los tres se enfrentan a lo largo de la novela a una re-construcción de sí mismos bajo miradas ajenas: un proceso de apertura al mundo que les lleva desde una soledad egoísta hacia una posición mucho más humana y comprometida con los demás.

Todo esto no oculta, eso sí, la ostensible tendencia al exceso y al despropósito que se da en la novela. Obviamente hacemos la concesión de suspender nuestra incredulidad para leer una historia de ficción, pero el cúmulo de personajes absurdos, situaciones límite y escenas disparatadas es suficiente como para enturbiar el desarrollo de la historia central y hacer que el lector pierda interés por ella. Es cierto que el buen hacer de la autora consigue mantener casi todo el tiempo una cierta cohesión, pero es evidente que a la novela le sobran una cuantas páginas que poco aportan al conjunto y que solo sirven para lucimiento estilístico… y no siempre.

Con todo y con eso, Ojalá nos perdonen es una obra meritoria, que va de menos a más y gana en fuerza a medida que avanzamos en la lectura. Una obra que en principio parece no apuntar a temas enjundiosos y poco a poco nos sorprende con una mirada tierna y profunda sobre la soledad y la familia.

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