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Última ronda

24 de noviembre de 2014. Sra. Castro

Última ronda pone el punto final a la Trilogía grisona: tres brevísimas novelas que el autor Arno Camenisch ha dedicado a ficcionar la vida en un pequeño pueblo en las montañas suizas. Una trilogía peculiar, escrita de un modo fragmentario pero poético; y donde los tres tomos se relacionan entre sí de una manera más bien nominal, lo que no los hace menos interesantes.

Última ronda nos presenta a un grupo de parroquianos sentados en torno a la mesa de una taberna de un pueblo alpino. La tertulia podría ser la de cualquier noche, solo que esta es la última noche en que la taberna Helvezia abrirá sus puertas. Tan especial ocasión trae a la memoria de los asistentes un cúmulo de recuerdos sobre personas que en otro tiempo también se sentaron a la mesa y sobre antiguas historias que en esa misma mesa se debatieron. Y de ese modo, Camenisch vuelve a reconstruir en la retina del lector el transcurrir de la vida en una pequeña comunidad rural, como ya lo hiciera en las novelas anteriores, especialmente en Detrás de la estación.

De hecho, Última ronda retoma a varios de los personajes de Detrás de la estación, en donde ya se hacía referencia a las tertulias nocturnas de la Helvezia. Entonces la taberna era regentada por la tía del joven narrador, aunque ahora no se menciona ese vínculo, a pesar de que la narración alude en varias ocasiones al protagonista de la segunda entrega, convertido ya en un hombre.

El tiempo ha pasado para todos y el cierre de la Helvezia viene a convertirse en el símbolo de la mudanza en el signo de los tiempos. Ya nadie parece considerar que pasar el rato bebiendo en la taberna, conversando con los vecinos, sea la mejor manera de ocupar el ocio de las tardes de invierno. Así, con la tertulia de la Helvezia desaparece una parte importante de un ecosistema social y una manera de entender la vida. La memoria colectiva de la humilde historiografía del pueblo, de sus habitantes, e incluso de sus animales, que de manera tan brillante recrea Arno Camenisch, va a desaparecer en la noche, una vez se apague para siempre la luz de la taberna.

Y ese final, el final del murmullo de la vida que cada día ha tenido su eco ante una jarra de cerveza, parece augurar el propio fin del mundo. ¿Amanecerá un nuevo día después de esa última noche? La amenaza de un desprendimiento de rocas ocasionado por la lluvia incesante que empapa esa noche parece vaticinar un final definitivo. Un final que, en el fondo, es solo alegórico: la vida seguirá, pero ya no tendrá cronistas.

Aunque muy breve, Última ronda es un bien trabajado compendio de las relaciones del ser humano con su entorno: el paisaje y el clima, las personas, los animales, las cosas (como lo demuestra el deseo de uno de los tertulianos de conservar el pomo de la puerta del servicio de la Helvezia) y, por supuesto, consigo mismo y su propia historia vital. La variedad de anécdotas, las peculiaridades de los diferentes personajes que cruzan estas páginas, el estilo llano —trasunto perfecto de la manera de hablar de las gentes llanas—, convierten en una delicia esta pequeña novela, que esconde mucho más de lo que a primera vista pueda parecer.

Toda la trilogía merece atención, aunque el primer volumen, Sez Ner, parece descolgarse un poco de los otros dos tanto en su estilo como en su fondo. Resérvenle un sitio a esta trilogía, con poco es suficiente, dado la mínima extensión de las tres novelas, en sus estanterías.

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