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Los demonios

31 de enero de 2012. Sr. Molina

De entre las muchas obras maestras que F. M. Dostoievski dejó como legado a la literatura universal, quizá Los demonios sea una de las más complejas y profundas (lo cual es mucho decir para un escritor que ha penetrado como nadie en la psicología humana). Novela larga y profusa, en ella su autor bucea en los entresijos de la mentalidad revolucionaria, aunque sin renunciar a la exploración del ser humano a un nivel más general.

El libro se estructura como una suerte de reseña periodística que un partícipe de los hechos narrados escribe tiempo después. La historia es evanescente, aunque podemos centrarla en la figura de dos protagonistas: Piotr Stepanovich y Nikolai Stavrogin, dos jóvenes que regresan a su ciudad natal y cuyas vicisitudes se entrecruzan con las de muchos otros personajes secundarios. El primero es un revolucionario cínico y descreído, un muchacho que intenta formar una célula para socavar la sociedad y llevar a cabo acciones reformistas; el segundo es un joven acomodado, sensual, cruel, mordaz y asocial, capaz de las mayores heroicidades, pero también de las más grandes villanías. Junto a estos dos hombres tenemos docenas de caracteres secundarios, a cual más logrado, que conforman una trama de traición, violencia y asesinato como pocas habrá en la historia de la literatura.

Aunque la novela parece focalizar buena parte de su acción en la actividad de la célula revolucionaria encabezada por Piotr Stepanovich, la verdad es que el peso psicológico del texto recae sobre Nikolai y sus relaciones con los demás, incluido el propio Piotr. En el personaje de Stavrogin vemos características de los grandes protagonistas de otras novelas de Dostoievski: orgullo, nobleza, inteligencia; virtudes todas ellas que parecen no servir de nada ante la soberbia, la intemperancia o la fogosidad. El “alma rusa”, ese elemento tan presente en la narrativa eslava y que tan complejo resulta definir, aparece en Los demonios en todo su esquivo esplendor: los dos jóvenes protagonistas representan una nueva sociedad, un nuevo hombre que parece llamado a superar los errores históricos del pueblo ruso (de hecho, la novela se inicia poco después de la emancipación de los siervos decretada por Alejandro II en 1861: todo un hito en el país), pero todo su empuje se diluye ante la imposibilidad de arrostrar sus demonios: su crueldad, su soberbia, su desprecio o su malignidad.

Quizá por ello esta novela es tan compleja como magnífica: en estos dos protagonistas —aunque también en muchos de los secundarios que los rodean, como es el caso de Stepan Trofimovich, padre de Piotr— tenemos lo mejor y lo peor del alma humana; vicios y virtudes que luchan por imponerse, sin permitir que los propósitos del hombre lleguen a concretarse, puesto que nuestra naturaleza es débil e irreflexiva. En los meandros de esta trama que parece no conducir a parte alguna descubrimos momentos de verdadera humanidad y escenas de una infamia descarnada. Descubriremos que los pecados que tratamos de enmendar están muy dentro de nosotros y es difícil librarse de ellos, a no ser que encontremos las fuerzas para sacrificarnos en pos de algo mejor, si bien desconocido…

Los demonios es una obra mayúscula, de resonancias extensas que es imposible resumir en unas pocas líneas, ya que Dostoievski alcanza a tocar todos los temas imaginables y juega con la psicología de unos personajes que están entre lo mejor de su creación. Si gustan de la literatura exquisita y de calidad, no pueden dejar de leer esta novela.

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