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Los años

14 de septiembre de 2015. Sra. Castro

Los años fue la última novela publicada por Virginia Woolf antes de su muerte. Es por tanto una novela de madurez (de una escritora especialmente madura, especialmente sensible) en la que la escritora hace todo un alarde de sus indiscutibles dotes de narradora.

Los años es una novela de atmósferas, paisajes y descripciones. Una calle, una estancia, un atardecer, un gesto... son descritos con exquisitez y minucia. La sencillez de las frases y la certera elección de las palabras cautivan de inmediato al lector. A través de pequeños instantes, Virginia Woolf apresa el tiempo, formando un rosario de momentos que simboliza el transcurrir del tiempo.

Porque es el tiempo, su incesante pasar, el protagonista de esta novela —ya el título es una declaración de intenciones—, aunque la autora se sirva de los miembros de la familia Pargiter para hacerlo carne.

Los Pargiter son una familia burguesa cuyo devenir Woolf recoge desde 1880 hasta los primeros años de la década de los treinta. Pero Los años no es la historia de una saga familiar. Los miembros de la familia Pargiter entran y salen en escena, desaparecen para dejar paso a personajes nuevos, sabemos de ellos por las referencias de otros... Son solo la excusa de la que Virginia Woolf se vale para materializar algo tan esquivo, tan indefinible como el tiempo. Algo —una fuerza, una dimensión, un estado— que se acaba y se renueva constantemente. Que nos hace cambiar pero demuestra nuestra inmutabilidad.

Porque con los Pargiter, Virginia Woolf pone de manifiesto esa extraña cualidad del tiempo (o tal vez del ser humano) por la cual cambiamos, al tiempo que un núcleo de nuestra personalidad, que ya nos acompañaba al nacer, se hace cada vez más fuerte, más duro. Cambiamos y, sin embargo, somos indiscutiblemente y cada vez más nosotros.

Esta verdad se pone especialmente de manifiesto con Eleanor. La conocemos de joven y la vemos convertirse en una anciana. Pero siempre es ella, siempre es reconocible en ella una esencia primigenia que la caracteriza y que no la abandona nunca. Y sólo una escritora con la pericia de Virginia Woolf tendría la habilidad de retratar ese yo íntimo de sus personajes que nos permite reconocerlos, ya sean una joven de veinte años o una mujer de setenta.

Los años refleja el paso del tiempo de diversas formas, unas evidentes, otras más sutiles. La familia Pargiter es una de ellas, como queda dicho, aunque no necesariamente la principal. El tiempo atmosférico y el paso de las estaciones sirve también para marcar ese acompasado fluir de los días. La escritora nos describe luminosas mañanas de verano, gélidas noches de invierno en las que cae la nieve, hojas nuevas balanceándose en un árbol, lluvia golpeando contra los cristales.

Cada uno de los capítulos en los que se divide la novela comienza con una alusión al tiempo atmosférico, representando «la larga cadena de días que giraba a medida que los años transcurrían, pasando del verde al anaranjado; de la hierba a la cosecha.»

Londres es otro de los hitos que ayuda a marcar el paso del tiempo. Los cambios en la ciudad, minúsculos y apenas apreciables en el día a día, se acumulan con el transcurso de los años modificando la apariencia de las calles y las costumbres de los transeúntes. Los coches de caballos dejan paso a los automóviles, los faroles de gas dejan paso al alumbrado eléctrico... Y como sucedía con las personas, la ciudad en el fondo no cambia. Sigue reconocible incluso para quien, como North, ha pasado mucho tiempo fuera.

Y eso es Los años, un rosario de instantes que el lector desgrana. Un ejemplo del devenir de los días que lo cambian todo, una rueda que gira eternamente, una alternancia entre el renacer y el declinar, un carrusel al que nos subimos con las vueltas contadas.

La sutileza con la que una de las características más inasibles de la experiencia y de la existencia humana —su carácter cambiante pero perdurable, efímero pero eterno— es representada, apresada a pesar de su carácter etéreo, solo puede deberse a una de las escritoras más exquisitas de la historia de la literatura. Los años, de Virginia Woolf, es una de esas preciosas novelas que nos ayuda a comprendernos mejor a nosotros y el sentido de nuestra breve presencia en este mundo.

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