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Literatura de izquierda

25 de enero de 2011. Carolina León

“Esta es mi idea de política literaria: allí donde hay un canon, hay que cargar contra él, cualquiera sea el canon”. Si bien no es éste el núcleo de este ensayo desafiante, rupturista e iconoclasta, sentencias de esta naturaleza salpican un texto compuesto de varios artículos breves enlazados de manera subrepticia, un puzzle de fragmentos aparentes que el lector compondrá como una propuesta genuina de ideal literario. Literatura de izquierda apareció en 2004, hasta hoy el único ensayo de Damián Tabarovsky (de quien se pueden encontrar novelas previas editadas en nuestro país) y, ahora que nos llega ofrecido por la editorial Periférica, se deja leer sin ninguna sensación de lejanía o desconexión: ni por la asincronía ni por la dedicación a un corpus literario, el argentino, en el que se ceba. Muy al contrario: echaremos de menos un poco, no demasiado, conocer los referentes para seguir sus argumentaciones claras, diáfanas, podríamos decir -arriesgándonos a pisar territorios enemigos- hasta publicitarias. Si lo que desgrana en estos artículos es estimulante y trágico (ahora trataré de decir por qué), el cómo lo explica es igual de importante. Tabarovsky despliega en este libro una capacidad envidiable para enunciar con sentencias que resuenan largo tiempo después de leídas, que te obligan a repasar con lápiz un porcentaje considerable de cada página y que funcionan -cruzamos los dedos- a modo de eslóganes. 

Nos habla de “la comunidad inoperante de la literatura”, así como del “escritor sin público”, de “jóvenes mediáticos” que nos incitan: “no lean mis textos, lean nuestra actitud”, frente a “jóvenes serios”, quienes tienen la “sensatez como valor literario supremo”. Con esa desarmante fluidez y capacidad de comunicación, las ideas entran mucho mejor. No se trata de un ensayo de usar y tirar, ni mucho menos, pero a la vez puede decirse que no necesitamos haber leído a Lyotard, Barthes o Benjamin para poder seguir su línea de pensamiento. Y ¿qué hay dentro?: la literatura de izquierda -la única que, como nos recuerda a menudo, le interesa al autor- no pertenece ni a la Academia, ni al Mercado, no tiene motivaciones ni aspiraciones morales, no está al servicio de un ideal estético, renace de las cenizas que dejó la experimentación y la vanguardia, pero no actúa contra ellas, es una sierva del lenguaje que busca sustraerse al poder de la lengua, se desarrolla en "no espacios", en un lugar que no existe, donde no cuenta con más aliento que ella misma; es literatura consciente de su precariedad, su exceso y la falta de posibilidad de su existencia, pero no deja de escribirse porque debe revolverse de continuo contra lo dado, lo bello y agradable, el tema, el argumento, la trama y el desenlace, es la literatura del riesgo y la implosión que no da sentido porque no lo busca. Literatura insurrecta, desclasada, abierta al abismo, que es a decir del autor la que merece la pena buscar. Literatura que a duras penas se encuentra, porque vive constreñida entre el "texto" y el "libro". A donde entendemos que apunta el escritor argentino es a un territorio político (y no quiero decir con esto idealista) en que la literatura debe seguir contestando, conquistando, traspasando fronteras. Pero, todo esto, Damián Tabarovsky lo explica mucho mejor.

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