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La utilidad de lo inútil

03 de febrero de 2014. Sr. Molina

Si hay algo que muchos tenemos por seguro es que la sociedad de hoy día se guía por criterios económicos, consumistas y, en general, puramente basados en la apariencia y la posesión. Sin temor a caer en la exageración podemos decir que el afán por conocer, el placer objetivo que se puede extraer del trabajo cotidiano, la curiosidad entendida como un prurito vital que nos hace mejores, son características que han desaparecido; ahora valoramos las cosas (el trabajo, los objetos, las personas) en función del beneficio que se puede extraer de ellas, o al menos de la utilidad práctica que puedan tener.

Así las cosas, La utilidad de lo inútil se convierte en un texto combativo, necesario, dentro de esta dinámica materialista e interesada que ansía el lucro infinito. Nuccio Ordine glosa en este breve —pero imprescindible— ensayo opiniones de grandes escritores que clarifican el porqué de la necesaria consideración de lo inútil como algo no sólo necesario, sino inherente a la condición del ser humano como ente creativo. La literatura, en concreto (si bien Ordine hace referencia a las artes y las ciencias en general), aparece así como una actividad de creación que, ajena a leyes mercantiles, proporciona un gozo basado en declinar cualquier beneficio. Ni leemos ni escribimos buscando una recompensa material, sino que nos guía el placer estético, que es por naturaleza (según Kant) desinteresado.

No hay mejor ejemplo de ello que Michel de Montaigne, que defendía la idea de que «no hay nada inútil, ni siquiera la inutilidad misma». El francés se dedicaba al estudio para divertirse, no para ganar nada; y sabiendo, además, que eso se consideraba inútil y no se apreciaba. Pero el estudio, como la lectura o la dedicación a las ciencias, nos son necesarias, en palabras de Boccaccio, para entender las cosas esenciales que nos hacen falta. Como el propio Ordine señala:

“… a todos estos lujos considerados inútiles, les corresponde cada vez más la tarea de alimentar la esperanza, de transformar su inutilidad en un utilísimo instrumento de oposición a la barbarie del presente, en un inmenso granero en el que puedan preservarse la memoria y los acontecimientos injustamente destinados al olvido.”

Frente a esta visión de la cultura como actividad necesaria para la plena comprensión del otro y, por tanto, de nuestro papel en el mundo y en la sociedad, se presenta la visión mercantilista que se impone. La universidad, centro tradicional del saber, se ha convertido en una empresa que selecciona estudiantes-clientes que, mediante el pago de sus matrículas, pueden exigir un beneficio que nada tiene que ver con la formación, sino con las recompensas posteriores en forma de puestos de trabajo, éxito social, etc. Algo que Ordine ejemplifica con un discurso que Victor Hugo en la Asamblea constituyente en 1848, en el que criticaba la reducción del presupuesto cultural. Sus palabras siguen siendo hoy, quizá más que nunca, iluminadoras:

“[...] ¿Cuál es el gran peligro de la situación actual? La ignorancia. La ignorancia aún más que la miseria. [...] ¡Y en un momento como éste, ante un peligro tal, se piensa en atacar, mutilar, socavar todas estas instituciones que tienen como objetivo expreso perseguir, combatir, destruir la ignorancia!”

Esa ignorancia está fomentada por las instituciones estatales, que dinamitan el papel ilustrador de la enseñanza, por ejemplo, retirando de los programas educativos el estudio de los clásicos o de lenguas antiguas. Como señala el autor, el encuentro con los maestros antiguos nos predispone a tener la mente abierta, pero eso desaparece si se desvirtúa su valor tratando de convertirlo en algo material, cuantificable.

La utilidad de lo inútil no sólo es un libro precioso por sus citas y alusiones, por el recorrido histórico que nos brinda para recordarnos que la cultura, el saber, son fastuosos por su simplicidad; es ante todo un ensayo contundente con la mediocridad crematística que nos rodea y nos domina. Una sola frase nos ilumina en ese camino: «El conocimiento es una riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse.»

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