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La importancia de ser socialista

24 de abril de 2012. Sr. Molina

Aunque el opúsculo ostente un nombre tan ampuloso, lo cierto es que La importancia de ser socialista es menos un panfleto de corte político que un ensayo sobre algunas preocupaciones de Oscar Wilde como artista y ciudadano. El inglés acometió la escritura de esta obra con la intención de defender el socialismo como sistema, aunque ya desde las primeras páginas su atención parece centrarse en el individualismo: a éste se llegaría con la abolición de la propiedad privada y la asunción de las teorías socialistas, y eso es lo que al autor le interesa más, ya que su principal preocupación estriba en el papel que juega el arte en la vida moderna y la escasa importancia que éste tiene para el público.

Wilde comienza defendiendo el socialismo como forma de organización y gobierno porque, según él, permitiría acabar con las desigualdades. Para el autor, es obvio que las diferencias de clase afectan al modo de vida de los hombres, por lo que considera más que justificada la oposición al sistema: «La desobediencia», afirma al principio del ensayo, «es la virtud original del hombre. Es a través de la desobediencia como se han hecho los progresos; a través de la desobediencia y a través de la rebelión.» Dado que la miseria y la pobreza degradan la condición humana, provocan una suerte de sumisión de la cual el hombre no es consciente: de ahí que la revolución no se dé de manera inmediata y necesite de catalizadores externos, ya que los sometidos apenas si son conscientes de su posición de inferioridad.

El autor inglés propugna la adopción del socialismo porque considera que podríamos pasar de una cultura del “poseer” a una del “ser”: lo que un hombre tiene, nos dice, es lo que tiene en su interior. De ahí deriva en consecuencia el concepto de individualismo; para Wilde el individualismo no sería un obstáculo para las relaciones humanas —ya que no lo considera un rasgo negativo o asocial—, sino que contribuiría al desarrollo del individuo, a su florecer psicológico, artístico y espiritual. Este estado sería una evolución natural a la cual se llegaría respetando la opinión particular y tratando de realizar la personalidad propia; de esa manera, la fricción social se vería reducida y las capacidades individuales podrían expresarse sin tapujos.

Y ahí reside el meollo principal de la obra: al escritor le interesa defender su concepción del arte como expresión personal y auténtica de una visión del mundo, por lo que ese concepto del socialismo viene pintiparado para asentar esos elementos. Wilde arremete contra la concepción del arte como instrumento en manos de la sociedad para defender la figura del artista como visionario, como explorardor; el individualismo que preconiza conseguiría situar la creación artística en el lugar que se merece, ya que de esa forma sería la culminación del proyecto personal, siempre desde una perspectiva íntima. Por este motivo el ensayo pierde pie y se queda en un compendio de argumentos que, si bien interesantes, carecen de hilazón y más bien conforman un conjunto de paradojas sin demasiada cohesión. La afición de Wilde por la paradoja y la sentencia hecha a perder un texto que comienza con unas rigurosas argumentaciones, pero que desemboca en un fárrago de ideas deshilvanadas.

La importancia de ser socialista se queda así en un mero divertimento; un librito simpático y con algunas tesis inteligentes, pero de muy poca enjundia y casi nulo interés.

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