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La cara oculta de la edición

12 de febrero de 2013. Sr. Molina

Hablar sobre el oficio de editar y todo lo que le rodea suele ser “glamouroso”; no hay duda de que incluso en estos tiempos digitales la profesión de editor sigue conllevando una pátina de seducción innegable, un atractivo imán para todos aquellos amantes de las letras y los interesados en el mundo del libro en general. Sin embargo, entre bambalinas el asunto es muy diferente; como negocio que es, la edición se ha convertido en una máquina de generar dinero que no sólo atrae a gentes de letras, sino también a grandes grupos empresariales que toman el libro como producto y, por tanto, lo utilizan en función de sus necesidades. Además, tras el aparente velo de cultura y respeto por la tradición que presenta la profesión se esconde un micro-universo de colaboradores infrapagados, falsos autónomos, becarios sempiternos, editores que se rigen por la cuenta de resultados y un millar de cosas más que no se ajustan con esa idea tan bella.

Martine Prosper ha trabajado en diversas editoriales francesas y además ejerció como secretaria general de la CFDT, el principal sindicato del sector editorial en Francia; por tanto, sabe muy bien de lo que habla. En el ensayo da buena cuenta de algunos de los problemas más acuciantes del mundo de la edición actual: hiperconcentración, sobreproducción, calidad del empleo generado, distribución… y los analiza (siempre ateniéndose a la situación del entorno francés, claro está) en profundidad y con claridad. Es especialmente sangrante el tema del empleo: en un sector que genera miles de millones en ganancias y que sólo en Francia proporciona ocupación a más de 25.000 personas, la cruda realidad es que buena parte de los puestos de trabajo alrededor de la actividad son precarios y mal pagados. En este campo encontramos de todo: autores a los que no se abonan correctamente sus derechos; autónomos con dedicación casi exclusiva que, en realidad, realizan las mismas labores (o más) que las que debería realizar un empleado interno fijo; teletrabajadores cuyos derechos laborales brillan por su ausencia; becarios sin contrato que trabajan como un empleado más… pero sin cobrar; comerciales sobreexplotados por la necesidad de cubrir cupos de venta; y, por supuesto, un escaso, cuando no nulo, activismo profesional. Como ocurre en muchos otros campos de actividad, la edición se ha “olvidado” de la importancia del sindicalismo y la asociación, de manera que no hay rastros de convenios que puedan ofrecer protección social a los trabajadores, y el papel de los sindicatos es, en el mejor de los casos, secundario.

Por otro lado, Prosper también hace hincapié en algunos de los temas más preocupantes que afectan al sector. Uno de ellos, que las estadísticas e informes anuales pugnan por olvidar, es el de los (bajos) índices de lectura; algo que ha de relacionarse con las políticas de fomento de la lectura y su valoración a la vista de los resultados. (Los datos de España a este respecto, por cierto, son espeluznantes.) También incide en el papel que han jugado las grandes empresas en la gestión de las editoriales; los cambios introducidos para “optimizar” los procesos no siempre son tan deseables como pudiera parecer, y aunque la rentabilidad es necesaria, en muchas ocasiones se olvida el tipo de producto que se tiene entre manos. Un producto ajeno a tendencias o modas y que, por tanto, no puede manejarse con criterios meramente económicos. Y, por supuesto, no se puede olvidar el papel del libro electrónico, cuyo advenimiento está poniendo en serios aprietos a muchos editores, incapaces de abordar la transición hacia lo digital con mentalidad abierta.

La cara oculta de la edición habla sobre algunos problemas bien conocidos por cualquier persona interesada por los libros, pero tiene la virtud de sacar a la luz algún otro, como es el caso del empleo, muy poco mentado en esos círculos. Un ensayo breve, pero inspirado y honesto, que se hace de lectura obligada para cualquier persona que tenga relación con el sector.

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