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Hilo musical

14 de diciembre de 2010. Carolina León

Si hay algo definitivo en esta novela, debut en la narrativa de ficción del periodista Miqui Otero, es el amor por la música. Pero no nos confundamos: frente al “hilo musical” de su título, la defensa salvaje de la música pop, de autor, cálida, emocionante, tocada con las tripas, reflejo de un estado de amor por la vida, síntoma de juventud pero también de posicionamiento frente al mundo, música que fija los momentos, lee en los corazones y vive atada al presente sin asomo de “nostalgia del futuro”. En buena medida, se cifran en la música y sus contradicciones (el abotargante, alienante hilo musical frente al auténtico sonido de guitarras eléctricas) gran parte de las metáforas para entender las existencias que recorren esta divertida, descacharrada fábula contemporánea. Un personaje, Tristán, jovenzuelo que ha nacido viejo, saliendo despedido (lanzado) de un presente gris hacia la aventura de su vida: pasar un verano disfrazado de personajes diversos en un gran parque de vacaciones (que bien podría ser, o no, un trasunto de Marina D’Or). Cocerse dentro de los disfraces, tantear a la fauna que pervive precarizada como personal animador del recinto, probar las hieles de la atención al cliente y entrar en contacto con un elenco, a primera vista, de zoológico, si no de psiquiátrico. Pero Tristán, que llega hasta aquí medio muerto en vida, pasea por el lugar su inadaptación, sus dotes genuinas para la observación sin enterarse de nada y su facultad para ser tomado por pardillo. Cantidad de personajes (más o menos delineados, en general todos un poco tocados) van desfilando por entre los espacios, túneles y atracciones del parque, y por ellos, que no por Tristán, vamos a descubrir que bajo la superficie de los disfraces y la alegría impostada del lugar hay injusticias, desencanto, ira, vida. Y música de verdad. 

Así, el “lugar de veraneo” en su aparente tranquilidad se irá atufando de psicodelia, de compases rotos, de scratches. Si la peripecia del personaje central es curiosa, en su búsqueda de una identidad distinta a la del pescadito que se une a la gran bancada para desenvolverse en el océano, lo más interesante del libro se halla en la explosión de rebeldía generalizada, ajuste de cuentas del personal que es, una vez más, puro rock’n’roll. En algunas partes de su desarrollo, sobre todo en la primera mitad, Hilo musical parece acometerse a ritmo de balada romántica y exploración existencial; pero por suerte este ritmo va creciendo, y creciendo, y creciendo, hasta convertirse en algo así como el “Himno a la alegría” interpretado por un Jimi Hendrix en ácido. Y además con final feliz, como en las viejas novelas.

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