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Facsímil

07 de julio de 2015. José Ángel Sanz

Alejandro Zambra debió de pasarlo muy bien escribiendo este Facsímil. Se nota. El escritor chileno escoge una estructura tan disparatada como un examen, una prueba académica, para montar esta aleación de ensayo, conjunto de microrrelatos, poemas y fragmentos varios. El título de su último trabajo, que publica la editorial Sexto Piso, es aquel que hacía referencia, en su país, el examen para ingresar en la Universidad entre 1967 y 2002. Los estudiantes tenían dos horas y cuarto para responder a 90 ejercicios. Lo que aquí entenderíamos por Selectividad, ese monstruo que cada reforma educativa promete desterrar.

A Alejandro Zambra lo conocemos por su poesía, sus ensayos y sus novelas. Parece lógico que de su versatilidad haya nacido este híbrido en forma de digresión que es Facsímil, hijo de varios géneros y quién sabe si semilla de uno nuevo. Por supuesto, como corresponde a una prueba-texto literario que identifica a toda una generación, Chile está por todas partes. Aparece tratado con humor, sarcasmo o cierta intención de desmitificación. Pero es en las ocurrencias —ocurrencias en el mejor sentido del término— sobre las relaciones de pareja y en las oraciones por cuyas rendijas se cuela la familia y sus relaciones internas por donde mejor se entiende el ejercicio de deconstrucción.

También hay una deliberada intención de desmontar esa percepción de la autoridad como ente irrefutable que se tiene a la extraña edad en la que se realiza el examen. Alejandro Zambra juega a que el examinador desvaría, y en ese punto es donde la prueba se vuelve absurda y reveladora. Donde se mezclan la tensión imaginable por dar la respuesta adecuada y la risa inevitable por las preguntas.

Los enunciados de cada prueba, y sus respuestas obligan a la autoreflexión y abren las puertas a una mirada a veces mordaz, siempre original. Las respuestas van de lo inesperado a lo más que posible. La sensación general es la de que Alejandro Zambra se ha inventado una nueva forma de desmontar un mito nacional y al mismo tiempo de realizar un pequeño exorcismo sentimental. El efecto es similar al de una narración que dice mucho sin nombrarlo, que sugiere y apela al lector como partícipe y cómplice en todas sus vueltas de tuerca.

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