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Estrómboli

08 de junio de 2016. José Ángel Sanz

Si España tuviera que disputar un imaginario Mundial literario, y tuviéramos que confeccionar una selección de garantías, Jon Bilbao entraría en todas las alineaciones posibles como titular indiscutible. Aún joven, atesora la experiencia que separa a los buenos de los que son buenos y, además, saben lo que hay que hacer en cada momento. Sobre todo, está en plena forma.

Bilbao transita en su último libro, Estrómboli, por un terreno, el de los relatos, al que parecen haberse abonado en los últimos tiempos, sin reparos, demasiado 'escritores sin novela'. Algunos —mejor no dar nombres— andan escasos de ideas y sus editoriales han buceado en sus escritos anteriores a la novela que les ha posicionado entre el público. Con ello mantienen al autor en boga y, de momento, se va tirando sin que salten las alarmas, incluso sin la propia avenencia del escritor. Es una forma de maltratar un género que en sí mismo merece la más alta de las consideraciones. Jon Bilbao, en las antípodas de los territorios en los que se mueven esos autores, es de los que eleva el mismo género con historias originales y narradas con una fuerza pura, desarmante.

En sus manos, el cuento se convierte en muchas cosas. Lo sacude, lo golpea por los costados hasta que le saltan chispas. Emplea más páginas de las habituales, tensa las tramas, deja los finales abiertos. Aunque se han empeñado a la hora de acotarlo, su estilo no se parece al de Raymond Carver, aunque elija —en ocasiones— los inhóspitos parajes de la América profunda para emplazar a sus personajes. Existen tensiones, en su mayoría ocultas a simple vista, que explotan o que, latentes, articulan una historia sin emerger hasta la superficie. Y no aplica fórmulas.

Bilbao siempre se manejó bien en las distancias cortas del relato, como demostró en Como una historia de terror (2008), Bajo el influjo del cometa (2010) y Física familiar (2014). Los que le hayan descubierto en cualquiera de las novelas El hermano de las moscas (2008), Padres, hijos y primates (2011) y Shakespeare y la ballena blanca (2013) ya sabrán que su prosa es musculosa, atenta a los detalles y al verismo, y que sus personajes centrales rebosan interés. En Estrómboli regresan esos seres marcados por las circunstancias pero dueños de decisiones que resultan definitivas para su destino, inminente y final.

Es difícil decantarse por uno solo de los ocho cuentos. El que da título al volumen, siendo notable, no es el mejor, en contra de lo que suele ocurrir en estos casos. El que abre fuego, Crónica distanciada de mi último verano, le disputa el cetro a El peso de tu hijo en oro. A todos es común una incómoda sensación de peligro inminente, de amenaza cuando no de pánico. El lector debe completar los espacios en blanco. La palabra que mejor resume lo que se siente al avanzar, página tras página, es adicción.

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