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Escombros

15 de agosto de 2011. Sra. Castro

Escombros, novela de Chusé Raúl Usón aparecida en 2008 en lengua aragonesa y traducida ahora al castellano, se nos presenta como una metáfora de la existencia, donde todo esfuerzo vital está destinado a convertirse en ruinas.

En ella se relata el viaje de una joven pareja a Turquía: primero su estancia en Bodrum, la antigua Halicarnaso; y después en Estambul. Será el hombre quien consigne las vivencias de ese viaje, en unos escritos breves, sueltos, en ocasiones más cercanos a un poema que a un texto en prosa. Y será en esas notas donde el narrador vuelque la insatisfacción que le produce un viaje que no cumple las expectativas que se había creado.

Las decepciones empiezan por la ubicación y las instalaciones del hotel que, como suele suceder, no se corresponden con lo ofrecido por la agencia de viajes; pero pronto se extienden hacia Eme, su compañera de viaje. La ilusión ante lo que debía ser una escapada romántica —el narrador, optimista, compra dos cajas de preservativos antes de partir hacia Turquía—, poco a poco va dejando paso al desencanto.

A ese desencanto contribuye, pero no únicamente, la falta de encuentros sexuales, primera evidencia de que la pareja de turistas no está en sintonía. Pero los detalles que denuncian la falta de cercanía se van acumulando. El narrador trata denodadamente de acercarse a Eme y modificar el rumbo de unas vacaciones y una relación que se van a pique, para después dejar constancia de sus fracasos y su frustración por escrito.

En esas circunstancias, las históricas ruinas de Halicarnaso o las calles de Estambul dejan de ser el paraíso que el narrador se prometió para convertirse en el escenario de un desengaño cada vez más evidente. Como de la tumba de Mausolo, en otro tiempo grandiosa, de las esperanzas del narrador pronto sólo quedará el recuerdo, escombros que ya nadie recorrerá. La evidencia de ese final se hace cada vez más evidente a medida que avanza la narración: de la resistencia a la realidad de los primeros fragmentos, el narrador pasa a la aceptación, a disfrutar con cierta melancolía de unos momentos que sabe únicos, irrepetibles, en extinción.

Escombros recoge ese momento de tránsito entre la lucha contra la evidencia de que el ser humano tiene perdida la batalla contra la vida y la aceptación de que en la mayoría de las ocasiones los deseos no se hacen realidad, y debemos conformarnos con lo que se nos ofrece. La incomunicación, la soledad y la frustración —pero también cierta inmadurez— forman parte de ese proceso y son la esencia de esta novela.

Una novela que proporciona al lector la sensación de estar leyendo un diario de viaje perdido por un turista. Los textos son tan íntimos que uno siente, con cierto desasosiego, estar cometiendo una indiscreción. Tal vez ese sea el único demérito de esta brevísima novela: es demasiado personal. Mientras que los temas que trata son universales, se encarnan tanto en el protagonista y narrador que se crea una barrera, que podría denominarse humana, entre esos temas y el lector. El hombre hace así sombra a la humano. Algo que, por otra parte, sucede a menudo en literatura.

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