Pasión por leer. Pasión por escribir.

Portada > Crítica > El-vagabundo-de-las-estrellas-de-jack-london_150.html

El vagabundo de las estrellas

23 de septiembre de 2013. Sr. Molina

Hay libros cuya razón de ser es trascender lo narrativo y ofrecer al lector una visión distinta del mundo o la sociedad, mientras que otros optan por construir artefactos fantásticos que posibiliten una vía de escape en forma de entretenimiento. Por curioso que parezca, El vagabundo de las estrellas es una novela que se mueve entre ambas opciones, y que además consigue reunir lo mejor de esos dos conceptos para deleitarnos con momentos de intensa imaginación y de reflexión social. Jack London ideó una historia cuyo final conocemos de antemano, pero que se deleita en fascinarnos con la fuerza de la imaginación y de la fantasía más deslumbrante. Aunque la trama tenga un trasfondo terrible, la magia de la escritura convierte esta narración en un hermoso cuento de esperanza, superación y trascendencia.

En El vagabundo de las estrellas nos enfrentamos, desde la primera línea, a una situación terrible: el narrador, Darrell Standing, nos cuenta su peculiar historia desde el corredor de la muerte de una prisión californiana, mientras espera a ser ejecutado en el plazo de unos días. Acuciado por la falta de tiempo, el protagonista revela el porqué de su encarcelamiento, pero también nos descubre el universo que se abrió ante él después de pasar por el suplicio de la celda de aislamiento. En la oscuridad, soportando la tortura de una camisa de fuerza, Standing logra trascender su cuerpo y llevar de vuelta su mente hacia las otras existencias que ha llevado a lo largo de la historia humana; desde un cazador prehistórico hasta un noble medieval, pasando por un legionario romano o un chiquillo que cruza Estados Unidos de este a oeste, el narrador irá compartiendo detalles de esas vidas mientras reflexiona sobre las vicisitudes de los distintos personajes en los que se ha ido encarnando.

Más allá de la visión trascendente que propone esta trama, lo que pronto entendemos es que la novela es un canto a la fantasía, al poder que otorga el hecho de narrar, tanto al que cuenta como al que escucha (o lee). Darrell está abocado a un final terrorífico e injusto, pero sus “viajes” al pasado le proporcionan la libertad de viajar a su antojo por el tiempo y el espacio; en lugar de sucumbir a la tortura de sus carceleros, el protagonista se evade no en cuerpo, pero sí en mente, para sobrevivir un poco más. Además, gracias a la experiencia Standing comprende que su vida es sólo un átomo, un grano de arena en un inmenso tejido de arena, por lo que enseguida llegará a la conclusión de que la muerte física es sólo un paso, un tránsito hacia “algo más” que descubrirá pronto. Pero todo esto no se narra con la intención de pontificar y convencer al lector para que acepte teorías cuasi-religiosas; Jack London nos regala una bella historia en la que sólo importa la relevancia del hecho narrativo: el personaje vive en y gracias a la historia, al igual que el lector trasciende ésta para vivir también esa experiencia no real.

Aparte de esta hermosa enseñanza, lo que nos deja El vagabundo de las estrellas es un duro y espeluznante alegato contra la pena de muerte. Mientras Standing recrea su periplo universal, sus reflexiones acerca de su situación, de las condiciones de la cárcel y del sistema penitenciario estadounidense nos acercan a una realidad pavorosa e inhumana; la crueldad del ser humano queda patente incluso en un entorno tan restrictivo como es la cárcel. La narración de Darrell nos ofrece un testimonio estremecedor, aunque sin estridencias, de la ferocidad que podemos llegar a desplegar ante seres más desvalidos, aunque sean culpables de ciertos delitos.

El vagabundo de las estrellas es una novela que combina la magia con la reflexión más cabal; una obra quizá algo fragmentada (debido a las múltiples historias que se manejan a lo largo de sus páginas), pero que ofrece momentos de deliciosa lectura.

Comentarios en estandarte- 0