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El diagnóstico
06 de septiembre de 2016. Sr. Molina
Al igual que hiciera en la novela breve El día del entierro, Edith Wharton refleja en El diagnóstico el egoísmo de un hombre en su relación con los demás, en concreto con la mujer que le ama. Si en aquella obra teníamos a un egocéntrico que solo valoraba lo que ya había perdido, aquí tenemos a un espécimen similar, aunque en esta ocasión seremos testigos de su mezquindad sin que su relación se haya roto. La autora refleja con una sutileza prodigiosa y cargada de ironía los procesos mentales de un personaje ruin, egoísta y vanidoso; un ser imposibilitado no ya para amar, sino tan siquiera para preocuparse por su prójimo.
Paul Dorrance es un hombre de negocios soltero que sufre un cáncer que parece que acabará con su vida. Mantiene una relación con una mujer casada, Eleanor Welwood, aunque ésta consigue el divorcio para dedicarse por entero a él. Cuando su médico le informa de que las pruebas indican que está recuperado, Paul desconfía; al encontrar una nota con un diagnóstico fatal, intuye el fin y decide formalizar su relación con Eleanor. Casados ya, inician un viaje por Europa en lo que el protagonista cree que son sus últimos días. Sin embargo, cuando consulta con un especialista en Viena descubre que, en efecto, no queda rastro de cáncer y que tiene ante sí una larga vida. Será entonces cuando su relación con su nueva esposa cambie por completo, así como sus ambiciones vitales.
El diagnóstico es un retrato vivaz y crudo de las decisiones de un ser eminentemente egoísta. Sin caer en arquetipos maniqueos, Edith Wharton ofrece una narración sutil que va iluminando algunos detalles reveladores que, una vez conectados, conforman la imagen de un personaje incapaz de preocuparse por lo que le rodea. Lo interesante es comprender cómo discurre Paul Dorrance, cómo aborda su situación en cuanto ser humano y cómo interpreta el papel que juegan en su vida los demás. La escritora nos brinda la oportunidad de penetrar en una mente que juzga los acontecimientos desde una óptica tan peculiar como individualista, para que seamos nosotros, los lectores, los que elaboremos un juicio acerca del protagonista. El narrador, completamente imparcial y objetivo, en ningún momento manipula la información para tergiversar la imagen del personaje: Dorrance piensa, deduce, imagina y opina desde su acomodada visión del mundo; su egoísmo es una característica que se desprende de sus acciones y no porque el narrador/escritor imponga una visión concreta.
La habilidad de Edith Wharton para revelar los entresijos (casi enfermizos) de una personalidad como la del protagonista es magistral; solo gracias a breves pinceladas y a sutiles detalles nos iremos dando cuenta del monstruo que es es Paul Dorrance, aunque su aspecto y modales parezcan los de un simple burgués acostumbrado al lujo. La escritora se descubre de nuevo como una feroz e inmisericorde cronista del abuso, la dominación y el machismo.
El diagnóstico es una novela breve intensa, minuciosa y brillante. Un claro ejemplo de cómo la literatura puede iluminar los recovecos más sucios del alma humana y ofrecer, al tiempo, conocimiento, sagacidad y observación.