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De óxido y hueso

08 de octubre de 2013. José Martínez Ros

Craig Davidson es un joven autor canadiense del que se sabe poco, celoso de su intimidad –apenas hay una o dos fotos suyas en la red-, que se ha visto lanzada a una moderada fama debido a que el gran cineasta francés, Jacques Audiard, el director de Un héroe muy discreto o Un profeta, decidió usar un par de relatos de su primera colección de cuentos para realizar su última película. Y es bastante probable que muchos de los lectores que se acerquen al libro, que ahora nos trae El Aleph, sean espectadores encantados por la particularísima historia de amor, con dosis iguales de brutalidad y romanticismo salvaje, de la cinta, lo que sería un error. Un error, no porque el libro de Davidson carezca de entidad literaria, que la posee, sino porque no hallarán lo que buscan.

En De óxido y hueso hay cantidades industriales de brutalidad, una violencia omnipresente y fatalista, pero no amor. Ni romanticismo. Hay mierda, sangre, sudor y sexo. En la vida de los personajes de los cuentos de Davidson –boxeadores, adictos al sexo, ejecutivos obsesivos, alcohólicos- no hay espacio para la esperanza. No existe ni una minúscula posibilidad de redención. Davidson escribe en casi todas sus historias desde una perspectiva masculina… son historias de hombres, pero de hombres destrozados, en la mayoría de los casos por sí mismos, por obsesiones incontrolables y dañinas. O por circunstancias tan imprevisibles como desgraciadas: tu esposa pierde, poco a poco, debido a una enfermedad, la movilidad de su cuerpo; un accidente hace que pierdas una pierna (Davidson muestra una, como mínimo, inquietante fijación con las mutilaciones, los huesos destrozados, los traumas físicos, por el sufrimiento brutal e incontrolable).

Por momentos, da la impresión de que Davidson está reescribiendo el famoso libro de relatos de Hemingway, Men Without Women, desde un punto de visto más tétrico y, desde luego, mucho más gore. Todo lo anterior, no se aplica al último relato del libro, Manual del aprendiz de mago moderno, la única protagonizada por una mujer, en el que Davidson nos sorprende con una historia mucho menos oscura, en la que, además, hay una considerable dosis de amor (filial) y se muestra considerablemente más compasivo con sus personajes.

En la contraportada, se compara al joven autor canadiense con Chuck Palahniuk, el artífice de El club de la lucha. No me parece una comparación afortunada, por la sencilla razón de que Davidson escribe mucho mejor. De óxido y hueso es, de hecho, un buen libro, pero no me atrevería a recomendarlo a cualquier lector. Sólo a aquellos que -literariamente- estén dispuesto a dar un paseo por el lado más salvaje de este mundo.

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