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Canadá

14 de octubre de 2013. Sr. Molina

La historia de Canadá es, sin duda, emocionante por la singularidad del tratamiento que Richard Ford hace de la misma. Más allá del tópico del tránsito hacia la madurez por parte de un joven protagonista, el escritor estadounidense se embarca en un análisis pormenorizado de la formación de una personalidad tras un suceso que marca la vida para siempre. Pero, aunque el propósito es loable y hay pasajes excepcionales (tanto por su penetración psicológica como por la belleza formal de que hacen gala), el resultado de este viaje es irregular por el anodino carácter del personaje central de la novela y la falta de pulso del autor para otorgar fuerza a aquellos acontecimientos que deberían ser relevantes.

Canadá narra el periplo de Dell Parsons, un jovencito de quince años cuyos padres deciden, en un momento de apuros económicos, atracar un banco. Su existencia y la de su hermana melliza, Berner, cambiarán para siempre tras la detención de sus progenitores: mientras ella toma la decisión de huir para evitar a los servicios sociales, una amiga de su madre lleva a Dell a Canadá para vivir con su hermano, un estadounidense expatriado que regenta un hotel en una pequeña ciudad. Allí, el joven tomará contacto con la vida exigente y solitaria de los inmigrantes: trabajo, aislamiento y extrañeza frente a una sociedad que le acoge con reparos. Si bien sus problemas no han terminado todavía…

Richard Ford divide la novela en tres claras etapas: la primera está dedicada a la vida del protagonista hasta el momento en que sus padres son detenidos. En esa primera parte tomamos contacto con el joven Dell: narrado en primera persona por el protagonista maduro, seremos testigos de sus impresiones acerca de su padre y de su madre, pero siempre tamizadas por su mente reflexiva de adulto; ella, autosuficiente y reservada; él, bonachón e inocente. Pronto comprendemos que su unión fue fruto de una casulidad y que, como el mismo protagonista repite, estaban destinados a ser infelices. Sólo el crimen absurdo (por incomprensible) que cometen evita que tomen caminos separados.

En la segunda parte tenemos a Dell en Canadá: un lugar muy parecido a su hogar, pero en el que el joven no encuentra su lugar. Los extraños que se ocupan de él se limitan a cuidar de sus necesidades materiales, pero no le ofrecen en ningún momento un refugio “sentimental”, un apoyo verdadero para pasar página y construir una nueva vida en la que pueda olvidar el acontecimiento triste que le ha obligado a abandonar su país. Es en esta parte de la novela en la que debería representarse mejor el carácter del muchacho, su intención de madurar y de labrarse un futuro nuevo; sin embargo, Ford se abandona en descripciones bucólicas de parajes desolados (en pretendida referencia a la desolación moral de algunos personajes) que no aportan nada a la historia y olvida dibujar con precisión la personalidad de Dell, que en teoría está experimentando un proceso acelerado de madurez. Esta dejación provoca que el muchacho, que debería convertirse en el foco de atención, pase a ser un mero espectador de unos hechos que le afectan de forma violenta y decisiva; la contradicción entre acción y recuerdo, entre la historia que se narra y lo que en verdad acontece, es palmaria y presenta un escenario difícil de aceptar. La inocencia del joven Dell contrasta con su percepción como adulto (narrador), de manera que es complicado asumir que el mismo personaje, aunque tenga años de experiencia a sus espaldas, pueda ser el mismo en ambos tiempos.

La tercera parte es una simple recapitulación del Dell ya adulto, sin mayor interés que el sentimental, al dar cuenta del destino de algunos de los actores de estos hechos. Ford consigue crear momentos de una gran belleza en el terreno formal, e incluso algunos de intensidad dramática en el plano psicológico, pero lo cierto es que el grueso de la novela deja frío al lector. Ese elemento impalpable que hace que nos emocionemos con un personaje, que sintamos empatía por sus desgracias y podamos asumir una identificación imaginaria, no se prodiga en Canadá. El resultado es una novela correcta, impecable, brillante en momentos esporádicos, pero yerma en lo sustancial y árida en lo referente a personajes. Un demérito que lastra inevitablemente su disfrute.

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