Pasión por leer. Pasión por escribir.

Portada > Crítica > Arroz-y-tartana-de-vicente-blasco-ibez_243.html

Arroz y tartana

03 de agosto de 2015. Solodelibros

En 1894 Vicente Blasco Ibáñez publicó Arroz y tartana, una novela que recoge la vida y costumbres de la ciudad de Valencia de finales del siglo pasado; a la vez que la costumbre, esta de carácter internacional, de aparentar ser lo que no se es y, en concreto, tener lo que no se tiene.

El ejemplo de costumbres lo pone la familia Pajares. Manuela fue una joven heredera que, por despecho, casó con un dependiente de tienda, hombre formal. Pero tras recibir su herencia, y ya viuda, contrae nuevas nupcias con un guapo calavera junto al cual empezará a dilapidar con rapidez los millones heredados.

Sobre el fondo de la industriosa Valencia, sobre la descripción de sus fiestas populares y religiosas, de sus calles y plazas, teje Blasco Ibáñez una historia que, en el fondo, representa la lucha entre el comercio tradicional y el incipiente mercadeo de la Bolsa. Por decirlo con las palabras que la mayoría nos hemos visto a aprender en los últimos tiempos: el enfrentamiento entre la economía real y la financiera (o de casino).

Manuela es la heredera de una familia de probos industriales que medraban en la vida a costa de trabajar laboriosamente, mirar el céntimo e invertir con prudencia. Poco a poco y generación tras generación se amasaban fortunas.

Pero con el final de siglo nuevos aires barren la ciudad. Cada vez son más los que buscan la ganancia rápida, el golpe audaz que les permita ganar millones con una jugada en la Bolsa. Y, con la misma velocidad con la que lo ganan, lo derrochan. Porque junto al ansia de dinero las personas se ven recorridas por el deseo de figurar: de gastar coche, tener mayordomo y una modista francesa. Ese afán de vivir por encima de las propias posibilidades se resume en el refrán valenciano “arroz y tartana”.

Don Eugenio, representante del comercio tradicional lo define así:

«Y es la maldita ambición que hoy todo lo invade. En mis tiempos, antes de gastar un ochavo le dábamos cien vueltas, pero nos contentábamos con lo nuestro y vivíamos felices. Ahora todo el mundo no piensa en otra cosa que en el modo de quitar legalmente la bolsa al vecino. La ambición los devora; a los cuarenta años son más viejos que yo; viven pendientes de un hilo con el afán de acaparar dinero; y todo para derrocharlo, para satisfacer esa locura de engrandecimiento que a todos domina.»

La Valencia de Blasco Ibáñez es el escenario donde se enfrentan el sólido comercio, acrisolado por la tradición, útil, provechoso, y la ganancia febril de la Bolsa, donde el dinero cambia de bolsillo sin contribuir al progreso de las sociedades.

Antonio Cuadros, antiguo comerciante convertido en bolsista de pro, se burla de las prevenciones de don Eugenio.

« ¡Vaya unas ideas rancias! ¿De dónde salía para atreverse a hablar contra un negocio tan legal y admitido por todos? […] Es verdad que los afortunados arruinaban a los infelices, pero ¡qué remedio!… Había que amoldarse a las exigencias del mundo, tomar parte en "la lucha por la existencia"; la sociedad estaba constituida así. Para que vivan unos hay que devorar a otros. Y el señor Cuadros repetía con expresión pedantesca este y otros lugares comunes que había oído en la Bolsa de boca de ciertos pillos con levita, que con la dichosa «lucha por la existencia» justificaban rapiñas legales que merecen un grillete.»

Juanito, fruto del primer matrimonio de doña Manuela, representa esa lucha encarnizada entre lo nuevo y lo viejo y sus fatales consecuencias. Por sus venas corre la sangre de generaciones de honrados comerciantes, pero su futuro se tuerce cuando es incapaz de sustraerse a la tentación del enriquecimiento rápido. Él es el verdadero protagonista de Arroz y tartana y en sus avatares ejemplifica Blasco Ibáñez su tesis.

Arroz y tartana es una novela muy correcta, aunque no genial. En la sonoridad de la frase recuerda Blasco Ibáñez a Zola (en sus traducciones, obviamente). Y aunque detiene la trama de manera periódica para introducir la descripción de algún paisaje, ya sea urbano, ya de la vega valenciana; o de algún festejo popular (fallas, desfiles y procesiones) lo hace con mucha más moderación que el francés.

Si les interesa conocer un poquito más de las distintas tradiciones de España y al tiempo conocer el lejano origen de las tribulaciones financieras que asolan el planeta, acérquense a Arroz y tartana.

Comentarios en estandarte- 0