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Amo los uniformes

05 de mayo de 2015. Alan Queipo

De pequeño, los odiabas; de mayor, dices que no pero respondes a un rol estético, que no tiene por qué ser el de marinerito, colegial o militar. Todos nos acercamos a un canon estético, alabamos y rechazamos determinados usos, ropajes, combinaciones, salimos por determinados sitios, decoramos nuestra casa de una manera, nos movemos en determinados entornos, nos llaman la atención algunas cosas, vamos a determinadas tiendas, nos reímos de determinadas estéticas, apoyamos a determinadas tribus urbanas y negamos el resto, nos asustamos al ver nuestras fotos en los 90, nos llama la atención ver a Jennifer Aniston con cardado, a Antonio Lobato con melena de rizos o a Mariano Rajoy afeitado. Nos van los uniformes, no jodáis.

Ni un trabajador ni un vago y/o maleante sin uniforme. Porque no existen y porque, casi como un escapulario-resumen selectivo, aparecen en Amo los uniformes, el trabajo que realizan a cuatro manos la periodista, cantante y escritora Blanca Lacasa y el ilustrador Cristóbal Fortúnez, actualizando el concepto que ya puso en circulación David Wellington en su película homónima de hace más de dos décadas, poniendo de manifiesto el carácter tan enfermizo y fetichista como de asunción de un rol a través de un ejercicio estético que ahora revisan desde la óptica del siglo XXI esta extraña y resolutiva pareja para la ocasión.

A medio camino entre un catálogo street style bizarro, un perfil de Instagram de alguna bloguera freak, un compilado de identidades de post-it, el escapulario de las tribus urbanas ocultas o una ficha policial para personajes urbanitas sin antecedentes, Amo los uniformes supone el regreso de Cristóbal Fortúnez al retrato de costumbres para el siglo XXI que lo dio a conocer hace unos años, con aquel seminal blog Fauna Mongola de Madrid que se convirtió en uno de los primeros hitos virales de la Generación Twitter. El ilustrador gallego se encarga de ampliar la gama de faunos de aquella época, actualizándolos a 2015 y acompañándolos por un texto de Lacasa, que fotografía con palabras y define a la perfección lo que representa cada una de esas ¿falsas? tribus urbanas que habitan las calles de toda urbe (mongola) española y que nos proponen como nuevos disfraces para carnavales (o Halloween), a la vez que hacen un ejercicio de sociología socarrona, definiendo y exhibiendo la indumentaria del actor porno, el concursante de reality shows, el escritor de best sellers, el teleadivinador, el manifestante, el heladero playero, el coolhunter, el catequista o el opositor entre los más de treinta habitantes del libro.

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