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Alma Venus

21 de mayo de 2013. José Martínez Ros

Dudo de que sea necesario presentar a Gimferrer, traductor, editor, erudito, crítico literario, novelista y, ante todo, poeta, un de los más altos de la literatura española –y de la catalana- contemporánea. “La persona que desempeña el papel de musa existe en la vida individual de cada uno, pero una vez empieza el poema esta persona adquiere otra existencia. El poema solo triunfará como tal poema si la persona individual se convierte en una realidad absoluta en las palabras, si no tan sólo sería un poema anecdótico, y no tendría más valor que el privado”, afirma recientemente en una entrevista con Ignacio Elguero, y quizás esa sea la clave para leer su último libro, Alma Venus, o el conjunto de su obra: una poesía que se puede leer, desde cierto punto de vista, como literatura fantástica o incluso ciencia-ficción, pues en ella subyace el deseo por crear una realidad absoluta, un mundo artificial y autónomo de palabras que se nutre de la realidad, pero se vuelve independiente de ella. Un mundo de palabras ígneas, palabras-luz y palabras-oscuridad, palabras-muros y palabras-ventanas.

Esa ambición que ya subyacía en su primer libro, Arde el mar, se prolonga hasta alcanzar su cénit en un libro extraordinario, cima de la poesía contemporánea, L'Espai Desert, donde quizás llevó hasta su límite un proyecto literario deudor de dos de sus maestros, Octavio Paz y Mallarmé. Curiosamente, mientras que muchos grandes poetas como Yeats, Juan Ramón Jiménez o Cernuda, optaron en sus últimos libros, por aligerar sus obras, por escribir de una forma más densa, seca, epigramática y descarnada en la que tal vez sea la última fase de su poesía. Gimferrer ha optado justamente por lo contrario: el barroquismo, el juego, el artificio permanente. En eso –quizás- estriba su dificultad y su atractivo, su belleza proteica, metamórfica y única.

Da la impresión de que en cada poema y, más aún, casi en cada verso, es un pequeño pasaje de un enorme laberinto cultural en el que nos adentramos sin mapa, casi a ciegas, pero hipnotizados por su desafiante ritmo y su ilimitada valentía. Como ocurría en sus últimos libros, en Mascarada, en Amor en vilo, en Tornado, en Rapsodia, los poemas, o el único poema fragmentado, que es Alma Venus resulta, a la vez, un inagotable cúmulo de referencias literarias, políticas, cinematográficas, pictóricas, mitológicas, artísticas y, a la vez, una inmensa declaración de amor y una suerte de juego sin barreras con el lenguaje. No es poesía para todos los públicos, desde luego; pero sí para la eternidad. O, al menos, por la eternidad al alcance de un gran poeta.

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