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Romanticismo y Posromanticismo

La poesía de Espronceda, Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro.

16 de febrero de 2024. Estandarte.com

Qué: La poesía en el Romanticismo y Posromanticismo

La poesía en el RomanticismoEl Romanticismo encuentra en la poesía el género ideal para expresar la exaltación del yo y de los sentimientos frente a la razón.

En esta etapa marcada por la defensa de la libertad individual en los ámbitos político, moral y, sobre todo, artístico y literario –y que en España se desarrolló entre 1833 y 1850–, los escritores se detienen en temas como los sentimientos apasionados y el fracaso vital y utilizan la naturaleza para proyectar estados de ánimo.

El amor, la soledad, los motivos sobrenaturales, la libertad… son cuestiones recurrentes en composiciones que, en busca de la evasión frente una realidad decepcionante, miran hacia un pasado lejano, hacia lugares exóticos y se preocupan por seres marginados de esa realidad representada por las convenciones sociales, como piratas, verdugos, reos de muerte, mendigos...

Con un lenguaje retórico que subraya esos sentimientos y les imprime intensidad, los poetas se deciden por la polimetría (diversos tipos de versos y estrofas en un mismo poema); buscan la revitalización de metros populares como el octosílabo o los versos de arte menor y, de forma coherente con el rechazo a las normas, mezclan las dos tendencias predominantes en ese momento: poesía narrativa y lírica.

La primera, representada en obras como El estudiante de Salamanca de José de Espronceda y las Leyendas de José Zorrilla, aborda temas filosóficos o históricos y legendarios, con frecuencia ambientados en la Edad Media; mientras que la poesía lírica es de corte más subjetivo y enfático. Además de Espronceda y Zorrilla, dominaron esta segunda tendencia el duque de Rivas, Gertrudis Gómez de Avellaneda Carolina Coronado.

De todos ellos, es Espronceda (Almendralejo, Badajoz, 1808-Madrid, 1842) el máximo representante de la poesía del Romanticismo. Extremeño y de ideología liberal, tuvo que exiliarse por razones políticas a Lisboa, Londres y París y regresó a España tras la muerte de Fernando VII en 1833. Instalado en Madrid, se dedicó a la política y el periodismo. En su obra poética plasmó, con un estilo sonoro e intenso, sus preocupaciones y sensibilidad social ante las desigualdades y la injusticia abordando cuestiones como el patriotismo, la protesta política, el desengaño vital o la libertad (esta queda magistralmente exaltada en la Canción del pirata: “[…] Que es mi barco mi tesoro, / que es mi dios la libertad, / mi ley, la fuerza y el viento, / mi única patria la mar.”). En El estudiante de Salamanca entrecruzó múltiples temas y motivos procedentes de la tradición española (el burlador, la danza macabra…) para expresar el dolor por el destino del hombre, las ilusiones perdidas y el desengaño. Su otra gran obra, El diablo mundo, quedó inconclusa; con vocación de ser un extenso poema de carácter filosófico y social, planteó una cosmología religiosa, la explicación de una naturaleza simbólica, la historia de la humanidad y la perversión de la bondad natural del individuo en contacto con la sociedad y manifestó, en un apunte autobiográfico, su dolor en el Canto a Teresa, elegía que dedicó a la que fuera su pareja y madre de su hija (“¿Por qué volvéis a la memoria mía, / tristes recuerdos del placer perdido, / a aumentar la ansiedad y la agonía/ de este desierto corazón herido?”).

Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-Madrid, 1870) y Rosalía de Castro (Santiago de Compostela, 1837, Padrón, La Coruña, 1885) son los grandes poetas posrománticos. El movimiento empezó a declinar hacia 1850, pero ellos prolongaron su esencia más allá de esa fecha, con una poesía más depurada. Las Rimas de Bécquer giran en torno a temas como el amor, la inspiración y la poesía misma. Breves y de gran poder evocador, sus versos –intimistas, melancólicos y de aparente sencillez– destacan por su musicalidad, ritmo y simbolismo. Romántico tardío, su influencia es importante en la poesía posterior y reconocible en el modernismo, Juan Ramón Jiménez y la generación del 27. Suyos son estos emotivos versos: “Mientras haya unos ojos que reflejen / los ojos que los miran, / mientras responda el labio suspirando / al labio que suspira, / mientras sentirse puedan en un beso / dos almas confundidas, / mientras existe una mujer hermosa, / ¡habrá poesía!”

Por su parte, Rosalía de Castro recuperó muchos motivos de la poesía popular y del folclore gallego con un lenguaje emocionado e intimista, de tono confesional, directo, sencillo y con constantes referencias a elementos de la naturaleza. En su obra, con escritos en gallego y castellano, trató el tema de la añoranza a la tierra (Cantares galegos, escrito en gallego), el dolor y el desengaño (Follas novas, también en gallego) y el paso del tiempo o las ilusiones perdidas (En las orillas del Sar). En su poesía renovadora y precursora del existencialismo hay versos tan bellos y conmovedores como estos con los que terminamos: “¡Adiós gloria! ¡Adiós contento! / dejo la casa donde nací, / dejo la aldea que conozco / por un mundo que no vi. / Dejo amigos por extraños, / dejo la vega por el mar, / dejo en fin cuanto bien quiero… / ¡Quien pudiera no dejar!”

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