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Media Vaca, Premio Nacional 2018

La editorial publica libros “muy ilustrados” para todos los lectores.

08 de octubre de 2018. Estandarte.com

Qué: Premio Nacional a la Mejor labor editorial cultural 2018 Editorial: Media Vaca Año: 2018

Ilustración Taro MiuraEn su página web la editorial valenciana Media Vaca se pregunta de forma un tanto retórica: “¿Puede una editorial de libros para niños compuesta por dos personas publicar solamente tres títulos al año (…); dedicarse sobre todo a proyectos propios; mantener vivo un catálogo de 64 títulos; enfrentarse a los infinitos prejuicios que afectan al mercado editorial sin perder el humor y sobrevivir durante 20 años?”. La respuesta es “sí”, pero también podría ser “¡premio!”. Y no uno cualquiera: Media Vaca acaba de recibir el Premio Nacional a la Mejor labor editorial cultural que concede el Ministerio de Cultura y Deporte por razones como “el cuidado exquisito del catálogo, la calidad de sus libros, el respeto a los lectores y al resto de agentes de la cadena del libro”.

Desde su nacimiento, en 1998, Media Vaca publica libros “muy ilustrados”, como ellos los califican, destinados a niños “de todas las edades y también para no-niños”. Y ¿quiénes son ellos? Ellos, los Media Vaca, son Vicente Ferrer y Begoña Lobo. Su intención era crear una biblioteca de títulos duraderos, aptos para todas las edades o para acompañar al mismo ser en las distintas etapas de su vida; libros-compañeros, pues. Quizá por ello en su web no hay ningún apartado donde se lea “novedades”. Existe el de las “colecciones”, integrado por “Libros para niños”, “Últimas lecturas”, “Grandes y pequeños”, “Mi hermosa ciudad”, “El mapa de mi cuerpo” y “Libros para mañana”, además de un “fuera de colección”: Libres e Iguales, que toma su título de la Declaración universal de los Derechos Humanos y en eso consiste, en repasar sus 30 artículos acompañándolos de ilustraciones que siguen dando que pensar más allá del espíritu de la letra.

El hecho de dedicarse a un público amplio, ofreciendo un tipo de libro específico, de mucha calidad y, consecuentemente, con un coste de producción muy elevado supondría una dificultad prácticamente insalvable para cualquier editorial “al uso”, pero esta no lo es: tienen un catálogo reducido, pero coherente con el código de buenas prácticas que se han dado a sí mismo y están orgullosos de ello. En las líneas donde explican en qué consisten esas buenas prácticas hablan de “lectores”, a ser posible críticos, en vez de “consumidores” o “clientes”; y de “libros” en vez de “productos”. Conciben las obras como instrumentos para la imaginación, no solo para la alfabetización, y como portadoras de valores éticos. Y, sí, las palabras son hermosas, pero para quien se pregunte en qué queda, en concreto, todo ese lindo ideario también Ferrer y Lobo comparten con sus lectores las decisiones o normas que les permiten trabajar de esa manera, a su manera: “no participar en la compra de derechos, sino producir proyectos propios; no multiplicar las novedades (…), no dedicar a la promoción los esfuerzos humanos y los medios económicos que deberían invertirse en la producción de proyectos propios”. Entienden que autores e ilustradores, en el mismo nivel, son –o deberían ser– el centro de cualquier editorial y en cuanto a los procesos y la impresión… un dato: trabajan con la misma imprenta, Brizzolis, que tanto el Museo del Prado y el MoMA de Nueva York han elegido para sus catálogos.

Por último y como cierre, una reflexión y una declaración de intenciones de uno de los editores, Vicente Ferrer, sobre por qué hacen lo que hacen: “Hacer libros es algo tan bueno o tan malo como cualquier otra cosa, pero ¿por qué para niños? Según mi opinión, si tiene algún sentido hacer libros, tiene sentido sobre todo hacerlo para niños. Porque el mundo (y a veces nos olvidamos) es de los niños. Los mejores libros deben ser para los niños, las mejores historias, los mejores dibujos, el mejor papel, las primeras estanterías. Nada de repartir las sobras y condenar a los niños al rincón más apartado de las librerías, nada de dedicarles textos poco exigentes y dibujos que no son sino una caricatura triste de lo que hacen los mismo niños. Eso no está bien, no es bonito”. Por eso en Media Vaca hacen lo que hacen y eso sí está bien y es bien bonito.

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