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Las fronteras insólitas de España

'Lugares fuera de sitio', las esquinas dobladas del mapa.

28 de agosto de 2020. Estandarte.com

Qué: Lugares fuera de sitio Autor: Sergio del Molino Editorial: Espasa Año: 2018 Páginas: 312 Precio: 19,90 €

Lugares fuera de sitio, Sergio del MolinoCuenta Sergio del Molino que este libro es como una continuación y un complemento de su La España vacía. Allí se enfrentó a la despoblación como ahora lo ha hecho a las fronteras: viajando con la mente abierta y procurando desechar tópicos y prejuicios. Se ha interesado por esos lugares fuera de sitio que destrozan la armonía de los mapas. Una armonía en la que, como puntualiza en la introducción, Del Molino no cree. Más que las cuestiones jurídicas o jurisdiccionales y diplomáticas, en lo que se interesa es en que en esos territorios vive gente y en la posibilidad que brindan “para estudiar y promover España como un conglomerado de identidades que, como sedimentos de la historia, se han acumulado en esos rincones. […] Un viaje por las esquinas dobladas del mapa me parece más revelador y más útil, en términos de convivencia, que mil debates entre nacionalistas de Barcelona y de Madrid”.

Antes de emprender el viaje, hay dos prolegómenos. Por un lado, el artículo-ensayo La Europa que quería Hitler recuerda circunstancias que olvidamos como que Europa emplea 250 millones de euros en coordinar a quienes vigilan el Mediterráneo mientras se escandaliza por el muro de Trump o que leyes aprobadas en parlamentos europeos y argumentos a favor del Brexit “demuestran que Europa está lejos, en 2018, de resolver los problemas de racismo y autoritarismo que le llevaron al desastre en 1939”. Por otro, España como frontera analiza qué significa la frontera en el contexto de Iberia a través de un recorrido histórico que comienza con los romanos y constata que “Hispania empezó a dibujarse desde la guerra, y su mapa interior, y todas sus dobleces y algunos de sus bordes, son en parte fruto de batallas y conflictos olvidados”.  

La primera parada del viaje es Gibraltar (esa sombra que Gran Bretaña arrojaba a España, según Herman Melville). Las pinceladas históricas se mezclan con curiosidades sobre la elección de hotel, recomendaciones de lecturas –de eso está plagado el libro, y se agradece–, interesantes reflexiones sobre la politeness del gibraltareño o sobre el significado de que nada más cruzar la verja uno se tope con una cabina roja (“No funciona, es un fósil urbano decorativo, pero su misión es mucho más importante que la de un teléfono: marca la soberanía británica sobre todas las calles que quedan al sur de ese lugar hasta Punta Europa”).

Ceuta y Melilla acompañan, cada una con un capítulo, a Gibraltar en esta primera parte del libro titulada Las columnas de Hércules. En Melilla sitúa el comienzo de la Guerra Civil, pero no en el 36, sino en diciembre de 1915 y en ese tono de tertulia entre amigos, Del Molino hila hechos para decidir esa fecha clave como antecedente. Describe asaltos a la valla, conversaciones con inmigrantes que hacían cola para obtener la deseada orden de expulsión en la comisaría, de concertinas, del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes… En definitiva, de una frontera que duele. Pero también de un enclave único en un mundo homogéneo, que encierra varias ciudades en una y en la que merece la pena pararse a analizar, como ha hecho el escritor, qué hay detrás del silenciamiento de la cultura y la lengua tamazight. La forma en que con sus palabras pintan lugares y situaciones permiten al lector imaginarse en esos enclaves, casi como si también estuviera “sufriendo” la descortesía de ese camarero empeñado en no hablar el idioma que comparte. Y ese compañero de viaje en el que se convierte el lector agradece que ante la visión de cómo se han solucionado los tejados de unas casas o el solado de las calles, el periodista y escritor reflexione por qué han sido tan diferentes los destinos del Rio de Onor portugués y el Rihonor de Castilla, ya en la segunda parte del libro –La raya, donde el protagonismo está en los límites entre España y Portugal–. Nunca se queda en la postal, araña para ver y contar qué hay detrás.

Las dos paradas de la parte dedicada al Pirineo son Llívia y Andorra. Española pero rodeada de Francia como lo determinó en 1659 en Tratado de los Pirineos, esa irregularidad geográfica de Llívia se debe a una cuestión lingüística, concretamente al problema con una traducción narrada de forma divertida Del Molino, que también saca punta a su condición de “símbolo del irredentismo nacionalista catalán”.

La última etapa es un recorrido por las fronteras fósiles: aquellas que dibujan los territorios administrados por una provincia, pero situados en otra. El escritor se fija en el Condado de Treviño, el Valle de Villaverde, el Rincón de Ademuz y Petilla de Aragón. Apunta cuestiones políticas, demográficas –la despoblación duele–, saca a relucir el nacionalismo y, como ocurre en tantas crónicas de viajes, también da alguna nota gastronómica o recuerda a algún lugareño insigne, aunque sea de esos que se tildan como circunstanciales. Descubre, como anota en la conclusión, “una manera de enfrentarse a la historia y a la geografía fruto de la colisión entre las fuerzas del progreso y las tradicionalistas, una constante histórica que aún no hemos sabido resolver ni apreciar”.

Su peregrinar por estas fronteras insólitas de España le valió el Premio Espasa 2018.

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