Grandes mujeres artistas, de Phaidon

03 de octubre de 2021. Estandarte.com

En la introducción de Grandes mujeres artistas, Rebecca Morrill, después de indagar sobre la escasa atención prestada a lo largo de la historia a las autoras femeninas en los libros de arte –sus posibles causas y efectos, ejemplos y respuestas– y explicar los criterios y premisas que han regido este trabajo, resume en una frase el ambicioso objetivo de este trabajo:

“Aspiramos, por tanto, a que el lector utilice este volumen a modo de memorando y como punto de partida para seguir investigando, leyendo, viendo y compartiendo el arte producido por mujeres a lo largo de la historia, hasta que los nombres que aparecen en este libro sean tan conocidos como los de los artistas masculinos y hasta que deje de ser necesario preguntar si una obra es de un hombre o de una mujer porque finalmente se haya alcanzado la igualdad en todas las instituciones del mundo del arte.”

Ese deseo de que sea irrelevante saber si detrás de una obra está la mano de un hombre o de una mujer se expresa de forma gráfica y contundente en el título del libro con ese tachón de la palabra mujeres. Hasta que eso ocurra, iniciativas como esta buscan ganar visibilidad para la mujer artista, colocarla en el mapa.

Detrás de la lista de las 400 artistas seleccionadas hay un exhaustivo trabajo de investigación y una criba –suponemos que dolorosa– para reducir los más de 2.000 nombres con los que empezaron a trabajar la editorial Phaidon y un grupo de expertos internacionales. El criterio que les ha guiado en la configuración final ha sido tratar de presentar la mayor variedad de artistas posibles de las que se conserven obra, de diferentes épocas, que hayan manejado diversos materiales y técnicas y que se hayan interesado por temas distintos. Sobre este último punto es muy clara la observación del prefacio del libro: “Para muchas 
de ellas, su sexo no es un aspecto crucial de la práctica artística, de ahí que este no
sea un compendio de artistas feministas ni una selección de obras sobre «experiencias femeninas» o los «motivos de las mujeres en el arte»”.

Organizadas por orden alfabético de apellido, cada artista es presentada en una página con un texto capaz de valorar en menos de 200 palabras por qué es importante su aportación, sus rasgos distintivos, además de señalar momentos y temas clave y de detenerse en la obra de arte escogida para ilustrar su carrera –se han buscado piezas especialmente emblemáticas y, en el caso de algunas de las artistas vivas, se ha seguido su recomendación a la hora de decidirse por una en concreto–. Se trata de un interesante trabajo de síntesis planteado de forma que no solo contextualiza a la artista, sino que también despierta la curiosidad para ir más allá, tanto en lo que se refiere a su trayectoria como a referencias de otro tipo, ya sea una técnica empleada, una exposición citada o un premio señalado.

Los perfiles se completan, ya al final del volumen, con un glosario de conceptos, estilos y movimientos artísticos: breves definiciones junto a las que se despliegan los nombres de las artistas que protagonizan el libro y que, de una manera u otra, están relacionadas con esos términos. Muchas artistas son reticentes, como indica Morrill en la introducción, a ser encasilladas en categorías restrictivas de la historia del arte, pero “enun estudio no cronológico de artistas de los últimos cinco siglos, resulta útil poder ver en qué contexto histórico y estilístico se ubica cada una”. Esos cinco siglos comienzan en 1490, año en que nació Properzia de’Rossi, y llegan a 1990, cuando lo hizo Tschabalala Self, en un recorrido con paradas en 50 países, multitud de técnicas (pintura, escultura, performance, fotografía, cine…) y nombres como Louise Bourgeois, Frida Kahlo, Magdalena Abakanowicz, Cristinas Iglesias, Eileen Agar, Remedios Varo, Cecilia Vicuña, Etel Adnan, Cindy Sherman, Njideka Akunyili…: algunos muy conocidos y otros que, con trabajos como este, pueden llegar a serlo. Ojalá.