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El idioma materno, de Fabio Morábito

La vocación literaria, contada en 84 textos breves.

08 de octubre de 2014. Estandarte.com

Qué: El idioma materno Autor: Fabio Morábito Editorial: Sexto Piso Año: 2014 Páginas: 184 Precio: 16 €

El idioma materno, de Fabio Morábito, se compone de ochenta y cuatro textos breves en los que el autor aborda desde múltiples ángulos los cómos y porqués de la vocación literaria. El resultado es uno de esos libros que agarras en cualquier momento del día, dispuesto a la sorpresa de unos textos rotundos en su brevedad. Profundos y sencillos. Como ejemplo, tienes al final de esta noticia "Scrittore tradittore". No dejes de leerlo...

Con ironía, y a menudo con humor, Fabio Morábito nos ofrece en El idioma materno un libro lleno de lucidez e inteligencia, una deliciosa e inclasificable meditación que mezcla el ensayo, la autoficción y la confesión y que es, ante todo, y en cada momento, una celebración de la pasión lectora y de las diversas manías a las que da pie (y en la que muchos se sentirán reflejados), a la vez que una constatación de las complicadas relaciones entre lenguaje, escritura y mundo.

Si el aprendizaje del idioma materno (que constituye en definitiva el “hogar” de cada uno de nosotros) supone para el hablante la renuncia a ese momento inicial en el que todas las lenguas se abren como una promesa, como una potencialidad igualmente factible, este libro “nos proporciona a base de lenguaje la salida del lenguaje, el atisbo de la realidad del mundo".

Fabio Morábito estará el 8 de febrero en Sevilla (Festival Perfopoesía, Biblioteca Pública Infanta Elena, 19 horas) y el 9 de febrero en Madrid (El Garito de La Central, 19:30 horas)

Fabio Morábito (1955) nació en Alejandría. De padres italianos, pasó su infancia en Milán y a los 15 años se trasladó a México, donde vive desde entonces. A pesar de que el italiano es su lengua materna, ha escrito toda su obra en español. Es autor de cuatro libros de poesía, dos libros de prosas, una novela y una novela breve para niños. Ha traducido la poesía completa de Eugenio Montale y el Aminta de Torquato Tasso.

Scrittore tradittore

A los siete años me enamoré de un compañero del colegio. Me habría podido enamorar de una niña, pero en mi escuela los niños y las niñas estaban separados, así que me enamoré de la única niña que estaba a mi alcance, y ésa era Massimo P., un niño tímido de facciones delicadísimas que no hablaba con nadie. Era el primer día de colegio, estábamos en el recreo y Massimo se acercó a pedirme que le amarrara los cordones de los zapatos. Se veía desvalido entre tantos niños que gritaban correteando en el patio y quedé prendado de su hermosura y su  fragilidad. «Pareces una niña», le dije, y él, quizá acostumbrado a oír eso, se limitó a sonreír. Acabó el recreo y regresamos al salón de clase. Su lugar estaba separado del mío por dos hileras, ni una sola vez volteó a verme y pensé que se había olvidado de mí. Llegó la hora de la lectura. Cada uno debía leer en voz alta algunos trozos de un cuento que venía en el libro. Leyeron unos cuantos niños antes de que el maestro señalara a Massimo. Él puso su dedo sobre el inicio del párrafo y pronunció la primera palabra; mejor dicho, la balbuceó; en la segunda palabra volvió a atorarse, y también en la siguiente. Leía tan mal, que no pudo concluir la frase, el maestro perdió la paciencia y le dijo a otro que siguiera leyendo. Acepté la triste verdad: Massimo P., a pesar de su apariencia angelical, era un burro redomado. Entonces llegó mi turno. Tomé una decisión repentina: leer peor que Massimo. Pienso que, de haberlo hecho, ahora sería un hombre mejor del que soy. Si hay episodios decisivos en la infancia, ése fue uno de ellos, porque después de equivocarme adrede en la primera línea me di cuenta de que no podría seguir  estropeando una palabra más y me solté a leer con una fluidez que el maestro aprobó con un gesto de admiración. «Esto es leer bien», dijo, y creo que fue entonces que vislumbré que mi vocación sería escribir libros, casi al mismo tiempo que conocí el sabor de la traición. Siempre he pensado que son dos vocaciones estrechamente unidas. 

(Fabio Morábito, El idioma materno, Sexto Piso, 2014)

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