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Diario rural. Apuntes de una naturalista

Los paseos de Susan Fenimore Cooper y la literatura sobre la naturaleza.

20 de julio de 2020. Estandarte.com

Qué: Diario rural. Apuntes de una naturalista (Primavera-Verano) Autora: Susan Fenimore Cooper Editorial: Pipas de calabaza Año: 2018 Páginas: 320 Traductora: Esther Cruz Santaella Precio: 22€

Diario rural. Apuntes de una naturalista; de Susan Fenimore CooperNaturalista y escritora, Susan Fenimore Cooper (Scarsdale, 17 de abril de 1813-Cooperstown, 31 de diciembre de 1894) compartió en Diario rural sus paseos por el campo de Nueva Inglaterra como testigo del transcurso de las estaciones entre 1848 y 1849 y todo lo que el paso de unas a otras conlleva.

En este libro –que Pepitas de Calabaza edita por primera vez en castellano– se plasman las impresiones de una mujer con una inteligente capacidad de observación, sensible y que sabía interpretar y transmitir con brillo los movimientos de los animales, las vicisitudes de las plantas, las sensaciones que le transmitían los cambios de luz... En un merecido elogio hacia esta escritora, María Sánchez escribe en el prólogo de esta edición que “Con Diario rural, Susan Fenimore Cooper se convierte sin saberlo en una pionera de la conservación y la ecología”.

La lectura de Diario rural es como un agradable paseo con un amigo curioso, que no pierde su capacidad de asombro a pesar de que ya tiene la mochila llena de referencias y conocimientos o, probablemente, precisamente por eso: porque lo que ya sabe le anima a preguntarse e indagar más allá y a plantearse dudas. A ese amigo (en este caso, amiga) le parece ver un colimbo, y su descripción, que incluye sus costumbres migratorias o su facilidad para sumergirse en el agua, le da pie a compararlo con otra especie: el mirlo acuático americano, al que también presenta con un lenguaje claro, nada pretencioso, certero y poético. De un ave salta a otra y de esta a una anécdota sobre una sociedad supersticiosa, mientras la visión de una araña posada sobre una violeta termina con una disertación sobre lo pertinente que sería que ese bicho con su tela y sus trampas hubiera sido el emblema de un poderoso arzobispo y cardenal inglés de finales del siglo XV y principios del XVI, Wolsey.

Todo hilado a través de un discurso fluido, sereno y plácido, con el tono de una conversación entre amigos. Como se proponía la autora, se trata de “una sencilla crónica de esos pequeños acontecimientos que conforman el transcurso de la vida rural” y que dedicó a su padre, el también escritor James Fenimore Cooper (autor, por ejemplo, de El último mohicano).

Aunque, según ella misma señaló en el prefacio del libro, no había vocación científica, el relato del día a día de esa primavera-verano de mediados del siglo XIX encierra interesantes enseñanzas sobre la naturaleza que incluso aplaudió Charles Darwin.

En el prólogo, María Sánchez recuerda que este libro se publicó por primera vez cuatro años antes que Walden, de Henry Thoreau, una obra considerada como un manual único de defensa de la naturaleza. A pesar de que uno y otra son “dos escritores que brillan por su conciencia ambiental como nunca antes había sucedido en la historia de la literatura de su país”, los reconocimientos y la proyección fueron dispares, a favor sin duda de Thoreau. Sánchez parece buscar la explicación a esta diferencia en la pregunta con la que comienza su texto introductorio: “¿Qué sería de este libro si no lo hubiera escrito una mujer”. Por cierto, parece que esa mujer en la primera edición de 1850 firmó simplemente como “Una dama”, fue en 1855 cuando con su obra apareció su nombre, pero solo Miss Cooper. 

Pepitas de calabaza tiene previsto publicar el segundo volumen de esta obra, el dedicado a Otoño-Invierno en el primer trimestre de 2020. Entretanto nos quedamos con unas bonitas palabras que la editorial vuelca en su web sobre este primero: “Un libro que aún conserva el olor de la hierba de Nueva Inglaterra en primavera”. 

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