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Eudora Welty, la magia de la palabra heredada
Un viaje íntimo a los inicios de una escritora maestra y su amor temprano por los libros.
19 de mayo de 2025. Catalina León
Qué: La palabra heredada. Mis inicios como escritora (One Writer's Beginnigs) Autora: Eudora Welty Editorial: Impedimenta Año: 2012 (edición original 1983) Páginas: 188 Traducción: Miguel Martínez-Lage Precio: 19,90 €

La nota del editor que abre el libro es un homenaje póstumo a su traductor, Miguel Martínez-Lage (1961-2011) que se había empeñado en que se publicara este libro de Eudora Welty, que había traducido del mismo modo que hizo con otros escritores en inglés, dando lugar a traducciones míticas, que han sentado cátedra en el mundo de la traducción y que le hizo ganar el premio nacional en 2008 por La vida de Samuel Johnson de James Bowell.
Dejaré la historia de la traducción de La palabra heredada para los lectores que se acerquen al libro, con el fin de no quitarle ni un ápice de su entrañable misterio. Pero la temprana e inesperada muerte de Martínez-Lage hizo que el editor se empeñara en que su traducción, recuperada y revisada, viera la luz.
Eudora Welty (1909-2001) es una escritora más de las que la editorial Impedimenta ha ido dándonos a conocer desde sus inicios. Mujeres desconocidas la gran mayoría, mujeres que escriben aunque no sabíamos qué ni cuándo. La vida de Eudora tiene también tintes épicos y merece la pena tenerlos en cuenta previamente. Ella nació, vivió y murió, una vida muy larga, en Jackson, Mississippi, el sur profundo de los Estados Unidos.
Fue universitaria, se dedicó también a la fotografía, viajó por todo su estado natal precisamente captando sus imágenes, y compuso una obra literaria en la que destacan los relatos, de los que se considera una maestra, una de las figuras más interesantes de la moderna literatura americana, a la altura de Faulkner, Carson McCullers, Flannery O'Connor o Tennessee Williams, por ejemplo. Esos relatos los publicó durante años en las revistas más destacadas del momento, entre ellas The New Yorker y ganó el Premio Pulitzer en 1973 por su novela La hija del optimista. Murió con noventa y dos años donde mismo había nacido. Obtuvo reconocimiento y honores en vida pero a nosotros nos ha llegado con retraso, como sucede tantas veces con las mujeres escritoras.
La palabra heredada es un libro de memorias que dedica a sus padres. No solo por la dedicatoria inicial sino porque ellos son los proveedores de la mayor parte de sus recuerdos. La memoria de la que Eudora habla la construyeron sus padres a lo largo de años, acercándola a la lectura, la escritura, los libros y las palabras en general, y, de ese modo, vemos cómo ella describe su aprendizaje, su crianza, tanto a través de los juegos, los ritos y las costumbres familiares como de las lecturas que los jalonaron. La naturaleza del relato, su sencillez y su cotidianeidad, no debe hacernos pensar en simpleza o superficialidad, sino en hondura y en verdad. Aunque su estilo sea tan asequible, tan cercano y tan lleno de imágenes, metáforas, anécdotas y pequeñas historias familiares de esas que terminan formando el retrato de una familia.
El libro se divide en tres partes, cada una de las cuales lleva un título alusivo que define perfectamente el contenido y la intención: Escuchar, Aprender a ver, Encontrar una voz. Está claro que nos habla de la conformación de su vocación de escritora. La mirada de los padres conduce a la niña en su descubrimiento de la vida y este tiene en las palabras un asidero firme. La atención a la oralidad inaugura el ciclo de ese aprendizaje y culminará cuando la niña sea una joven muchacha que haya sabido hallar su propio camino. Entonces los padres le soltarán la mano, aunque quizá ella sienta, como nos pasa a todos, que hay un lazo invisible que nunca se desata.
Hay un detalle encantador que confiere al libro aún más interés. Son las fotografías que acompañan la edición, en la que aparece la familia Welty, los padres, la propia Eudora, sus hermanos, sus abuelos, en esas poses tan propias de la fotografía antigua, con expresiones serias y actitud precavida en todos ellos. Imágenes y palabras forman un atrevido mosaico en el que la niña Eudora se acerca a la literatura a través de las narraciones orales, los cuentos, las historias, los libros "serios" y los autores que su madre escoge para ella. Y también con las vivencias que la vida en su ciudad le proporciona, con sus personajes a veces extravagantes, sus costumbres, su vida social, sus paseos, sus visitas y su catequesis. Lo que es la vida, en suma.
El libro comienza aclarando la propia autora que su contenido obedece a tres conferencias que dio en la universidad de Harvard, pero el verdadero dintel se abre cuando ella, que está aprendiendo a abrocharse los zapatos, recuerda lo impresionante que le parecía la música de ópera que daba vueltas por la escalera de su casa mientras esperaba que mamá y papá acabaran sus tareas, para poder hacerle caso.
Eudora Welty es un feliz descubrimiento. Y la manera en que nos descubre sus secretos de escritura en este libro es la muestra de su carácter, de la increíble química que establece con los lectores a través de sus cuentos y novelas, y, sobre todo, del papel que la crianza tiene en las vocaciones de los niños. La infancia como telón de fondo, la palabra como muestra de inequívoco amor.
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